Rafael González - La cera que arde

Los piratas

Llega un «hacker» y lo mismo sustrae datos contables que una partida presupuestaria

Las cosas se pierden. Viene un «hacker» -en adelante, jáquer- , te hace un mentalismo digital y te extravía un asiento contable del despacho de un asesor fiscal o una partida de euros para la salida de la A4 a la altura del estadio dirección España toda . Si hoy se ha ido más tarde de casa porque no recordaba dónde había puesto las llaves o las torrijas, relájese. Ya les digo yo que las cosas se pierden. Bueno, las torrijas igual se las ha averiguado su nene de madrugada, que es que los chiquillos regresan hambrientos de estudiar en la biblioteca o del botellón. Están en la edad .

Nosotros tenemos también la edad suficiente para ver cómo se extravían los mandos a distancia, los presupuestos generales y los papeles del camión. Ha pasado esta semana sin ir más lejos lo que por otra parte es de una cotidianidad muy humana. Un jáquer ha entrado en el ordenador del asesor fiscal y se ha llevado los documentos con los asientos contables de la supuestas mordidas a los parados de la Fundación Guadalquivir . Y las contraseñas del Facebook y del Spotify , imagino. ¿Qué puede hacer un pirata informático con una documentación de tal calibre? Conseguir la tranquilidad de una madre, por ejemplo. O de todo un espíritu maternal, que es lo que siente Susana Díaz por todos sus andaluzas y andaluces y súbditos. Si ya estaba aquí usted proyectando un prejuicio o una sospecha, aleje esos malos sentimientos de su corazón y analice cómo son las cosas en la era digital y la cantidad de jáquers que andan sueltos dispuestos a investigar las medidas de seguridad de la red para que no le carguen en su tarjeta un viaje a la argentina ruta de los siete lagos, cuando su intención no es ir más allá de Los Boliches.

En realidad los piratas trabajan para nosotros: nos demuestran nuestra fragilidad informática y la del ordenador que compramos en Urende. Nuestra vida 2.0 es puro cristal, como muy conoce don Cristóbal Montoro, por ejemplo. Somos transparentes y frágiles y si antes teníamos los asientos contables en «B» del oro italiano en una caja fuerte, ahora están en formato PDF y expuestos a que llegue el jáquer espabilado y los desvíe hacia al paraíso de los papeles perdidos. Allí donde están los apellidos insignes, catalanistas o genovistas. Un paraíso que regala tranquilidad al que extravía la documentación y eso sí, un poco de desasosiego a quienes vemos que nos desaparecen los millones para la comisaría nueva, la salida Córdoba-Universo Mundo o la nueva biblioteca.

Que se extravíen los millones de los Presupuestos Generales de Córdoba hacia Cataluña (un suponer) es tan normal como que nos roben la cartera, si no es en realidad lo mismo. A pesar de los prohombres de gobierno que nos representan y que en estos días además lucen tan bien con sus galas de Semana Santa: a la hora de la pastora, si te he visto en el tuiter no me acuerdo. Lo malo de esos jáquers, a diferencia de los que sirlan asientos contables comprometedores, es que, además de elegirlos en las urnas, les pagamos el sueldo.

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