Baltasar López - Primera plana

La perestroika de Díaz en CECO

El nuevo líder de CECO tiene sus propios muros de Berlín que derribar y necesita que Carreto no sea un zar en la sombra

Luis Carreto acaba de dejar de presidir CECO tras 18 años. Tuvo aciertos -ya hay voluntarios para las loas-, pero cometió muchos errores. Su discreta carrera como emprendedor palideció ante su coronación como rey Sol de los empresarios. Y el Ayuntamiento de la capital, con Rosa Aguilar al frente, le daba trato de edil no electo. Él la correspondió con la paz social. Así, el Consistorio subía en plena crisis (2009) impuestos y tasas un 4,5% y la patronal no le montaba un 15-M. «¡2009! ¡Qué tiempos!», pensará sentado en un sofá mientras acaricia un gato -el papel que le doy de malo de este artículo exige, por iconografía, situarle un minino a su vera-.

A partir de ahí, su faraónica monarquía acabó en república bananera con episodios que dañaron la imagen de CECO, como el de la defenestración de la presidenta de la Cámara de Comercio, María Dolores Jiménez, en 2010 por no seguir su directrices o sus encontronazos con el popular José Antonio Nieto tras ser elegido alcalde en 2011. Empezaba el canto del cisne, que acabó ahogado por la recesión. La crisis asfixió a la patronal. Volatilizó una parte importante de sus ingresos al llevarse por delante los fondos de la formación laboral y las cuotas que aportaban muchos negocios y organizaciones empresariales.

El relevo se empezó a gestar hace un par de años y se oficializó el jueves. El nuevo líder, con un respaldo abrumador, es Antonio Díaz, vicepresidente desde finales de 2013 y secretario general de la organización tres décadas. Con esa experiencia, este técnico cualificado -no es empresario- podría dirigirla con una venda en los ojos. Aunque, si realmente quiere hacer la perestroika que esbozó en su primer discurso, mejor que tenga la mirada bien atenta. «Mijail» Díaz anunció que se comprometía a iniciar un «tiempo nuevo y diferente» y afirmó que su Presidencia «no será de continuidad». Añadió que no teme que su antecesor le tutele. Tiene sus propios muros de Berlín que derribar: hacer el trabajo de Hércules de sanear las cuentas; ofrecer servicios aún más profesionalizados; o reconstruir el diálogo con colectivos empresariales y el PP, un aliado natural, sobre todo ante el auge de Podemos, donde observan a las patronales con el mismo recelo con el que Celia Villalobos mira las rastas del diputado Alberto Rodríguez.

Para acometer estos retos y otros, será vital que no tenga que distraerse con duras batallas internas, porque Carreto desee ejercer de zar en la sombra. Y es que quiero ver yo eso de que se ha jubilado de las intrigas palaciegas y el poder. El precedente de la Cámara no es halagüeño: dejó la Presidencia en 2006, pero descabalgó a la sucesora a la que aupó, por discrepar de él, y en 2010 impulsó al cargo a Ignacio Fernández de Mesa, con el que también ha tenido choques. Igual todo eso es ya historia y soy un malpensado que acaricia un gato mientras redacta este artículo.

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