ALMEDINILLA

La peor pesadilla de Sileras

El Polli tiene atemorizados a los vecinos de esta aldea que ahora vuelven a respirar tranquilos con su regreso a prisión

Aspecto que presentaba ayer Sileras, con todos los vecinos en sus casas tras la conmoción del arresto de El Polli S. N. T.

SANDRA NÚÑEZ

Hasta hace algo más de una semana la aldea almedinillense de Sileras era un lugar tranquilo pero esta calma se transformó en miedo y angustia cuando sus vecinos se enteraron que G.R.J., conocido como El Polli, salía de la cárcel donde estaba cumpliendo condena por la violación de una menor y había decidido volver a su casa de la aldea.

La alcaldesa pedánea, Rafaela Reina, declaró a ABC que «temblábamos solo de pensar de que El Polli volvía». Al hablar con los vecinos del pueblo se entiende este miedo que se apoderó de ellos, «especialmente de las personas mayores y los niños», comentan algunos, porque este hombre tiene en su haber un amplio currículum delictivo que lo ha llevado en varias ocasiones a la cárcel.

La última el pasado jueves tras reincidir como agresor sexual, en esta ocasión, según dicen los vecinos, contra su propia madre. Desgraciadamente, señalaban, «sabíamos que volvería a hacerlo». Y es que, según cuentan, desde pequeño apuntaba maneras.

Dicen que «se metía en todas las casas a robar, en las tiendas o las gallinas». Un vecino, compañero suyo del colegio, comenta que «tenía una mala vida». Según narra, señala que El Polli les contaba que «su padre le pegaba todos los días» y «decía que dormía en un nicho y que lo ataban a una bombona».

Primer delito de sangre

En una de sus escapadas, según señalan, tuvo un accidente con un tractor y perdió una pierna. A raíz de ahí, para algunos es cuando «comenzó a delinquir más y mató a su padre». Este fue su primer delito de sangre.

Todos los vecinos coinciden en la «crueldad de todos sus actos y hablan del segundo asesinato que se le atribuye. El de una mujer mayor a la que a los dos años de haber vuelto de cumplir condena por el asesinato de su padre «llevaba a cobrar». Narran que «un día la echamos de menos y un grupo fue hasta su casa y se la encontraron muerta». Con estupefacción y dolor recuerdan «que la Pura estaba destrozada». Sus regresos de prisión venían acompañados por el miedo.

«Tenía atemorizado a todo el pueblo, se paseaba muy despacio con el coche por la plaza. Pitando» cuentan y rememoran «las miradas que lanzaba». De esa época son los diferentes delitos relacionados con la droga que salpican su historial.

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