Flamenco
El Pele: los años dorados de un clásico de Córdoba en su pureza
El artista, Medalla de Oro de las Bellas Artes, reflexiona desde su refugio de la Sierra sobre sus orígenes sobre la pureza del flamenco
Cuenta Manuel Moreno Maya «El Pele» cantaor de la cuna a la tumba, que con poco más de 10 años ya recorría las calles de Córdoba remoreno y flamenco, cantando por aquí y por allá. Las circunstancias en su casa no eran las mejores-sus padres se habían separado y la prole era amplia- y a él le tocó arrimar el hombro en esos años 60 para ganarse unos duros con la que ya era su mejor arma: la voz.
Más de medio siglo ha pasado de aquellas primeras correrías artísticas y hoy este gitano orgulloso y nacido en el barrio de San Pedro es uno de los maestros incontestables del flamenco actual, con discos memorables como «Poetas de esquinas blandas» , su primera colaboración discográfica con Vicente Amigo y de cuya publicación se cumplen 30 años ahora. El Pele , desde su retiro en la Sierra, donde pasa estos meses de confinamiento sin dejar «de ensayar y de aprender a diario», explica que está en uno de los mejores momentos de su vida, aunque la crisis sanitaria ha obligado a la suspensión de diez contrataciones que tenía para la primavera y le mantiene en vilo otras tantas para verano.
« Estoy bien, mejor que nunca diría yo , pero algo desilusionado, porque me parece injusto que para todos haya un respiro, una ayuda, alguna solución, y para los del flamenco no», lamenta El Pele. El cantaor tira de ironía y explica que «el hombre de la coleta larga parece que ha dicho que la España de la pandereta tiene que buscarse la vida y eso no es justo, no lo es». Recuerda El Pele que el flamenco es Patrimonio de la Humanidad y explica que «los artistas flamencos representamos a España por el mundo sin que se nos echen la cuentas que merecemos».
El artista recuerda que para los músicos la primavera y el verano son los meses en los que se ahorra para el invierno y se pregunta por el destino de todos esos artistas humildes que han visto como se cancelaba de golpe toda su agenda, desde Zambra hasta la Cata de Montilla pasando por el Potaje de Utreta, el Festival de Mairena y tantos otros. «No es mi caso ni el de los que tienen mayor trayectoria, pero son cientos las familias que viven del flamenco al día y yo no sé que va a ser de esas criaturas si no se le busca a esto alguna solución», dice el artista, no sin acordarse emocionado de «las miles de personas que no sólo en España sino en el mundo entero están padeciendo esta enfermedad».
Premio Nacional
El Pele habla también con humildad del Premio Nacional de Bellas Artes , que se le concedió semanas antes de que se decretase el Estado de Alarma. Un reconocimiento que, como él dice, no distingue tal o cual disco, sino «una trayectoria, una labor, un esfuerzo de años».
Aun así, mira hacia delante y cree que «la vida no acaba ahí» y se muestra convencido de que son muchos los flamencos que han merecido esta distición: - Hay muchos maestros que lo merecen y que, por desgracia, se han ido al otro mundo sin haberlo recibido los pobres. Por eso yo se lo quiero dedicar a todas esas figuras que pasaron desapercibidas y que incluso tuvieron que pedir en ocasiones un pedazo de pan para poder salir adelante. A La Pompi, a Juanito Mojama , porque cualquiera podría haberlo ganado. Me ha tocado a mí y estoy contento, pero hay muchos que lo merecen. Yo se lo dedico a toda la gente de la cultura. A los músicos, a los pintores también. Y especialmente a esos viejecillos que tras una vida dedicada al arte se fueron sin ese reconocimiento.
Situado en la cúspide de su arte , el cantaor evoca con cierta amargura su niñez y el flamenco de aquellos años, en pleno franquismo. «Me tocó vivir una época oscura y además mis padres no se entendieron y no quedaba otra que llevar los cinco duros a casa». Rememora los días en que, casi niño, se iba «a cantar a los señoritos» y que a menudo «no acababan hasta el día siguiente, hasta que el señorito le daba la gana».
De su adolescencia, en la que ganó el premio Cayetano Muriel de Cabra , recuerda los tiempos de Los Califas y a artistas como La Tomata, El Lápiz, La Lamparilla y El Tomate , el viejo. «Todo ha cambiado muchísimo, estamos viviendo la época dorada del flamenco y es un privilegio participar de ella, aunque insisto en que, en situaciones como la que sufrimos, no nos ofrecen la atención que merecemos», lamenta.
Pese a esos cambios para bien, El Pele señala que lo que se ha resentido con el pasar de las décadas es la pureza del flamenco, que ahora no es su juicio la de entonces. No piensa el cantaor que el problema esté en la fusión en sí, sino en que «esa fusión se haga bien». «Una cosa es la fusión , que yo empecé a fusionar hace muchos años, y otra muy distinta es la confusión», explica. Insiste por ello en que le ha impresionado más el ayer que el ahora por eso mismo: «Porque el ayer era más puro». Lamenta el cantaor que hoy se busque más el olé, el aplauso fácil.
Para él, la pureza «es eso que te desgarra, que te deja el alma, una magia que no necesita de grandes escenarios porque se puede dar tomando una copa con un amigo». «Esas son las cosas que de verdad me gustan», explica el cantaor, que echa de menos «el alivio de escuchar una soleá rodeado de mi gente, algo que ahora no podemos hacer». Curioso amor por lo pequeño de alguien que a lo largo de su vida ha colaborado con leyendas de la música como David Bowie, Sting o Prince y que sigue convencido de que el flamenco donde llega arrasa.
El artista, desde su casa en la Sierra , se detiene también unos minutos durante la charla a recordar su disco «Poeta de esquinas blandas», grabado en 1990. Una obra que le abrió muchas puertas y le dio a conocer y en la que trabajó en «hermandad» con el guitarrista Vicente Amigo y con el productor Manuel Ruiz «Queco». «Yo a Vicente lo conocía desde que era casi un niño y aquel disco yo pienso que lo hicimos con hondura y con mucho cariño, lo mismo que ocurriría años después con «Canto», explica. «Lo hicimos como tres hermanos y por eso es un recuerdo imborrable a pesar de que las décadas han pasado», señala un artista que no cree en eso de grabar un disco un año sí y otro también sino «cuando uno tiene algo que decir».
Los jóvenes
Habla por último El Pele de los jóvenes que llegan al cante y de Córdoba, la ciudad en la que siempre ha vivido a pesar de que tuvo ofrecimientos para irse a Cádiz o a Sevilla a lo largo de su carrera. «Es importante entender -explica- que Córdoba nunca fue tierra de cantaores, sino de bailaores y guitarristas. Y también de buenos toreros, de grandísimos toreros. Aquí estaba Fosforito, que era un gran maestro, pero no mucho más. Ahora hay conservatorios y escuelas, pero yo no creo en ese método, o al menos no creo que sea el único camino para aprender. Y es que a hí te puedan enseñar lo que viene en los libros , pero no te pueden enseñar el corazón ni los sentimientos. Todo el que estudia tiene mi respeto, y yo soy el primero que me levanto todos los días a las ocho y me pongo a escuchar cantaores y me pongo a analizar y a aprender, pero creo que se puede estudiar de muchas maneras».
« El flamenco está en la calle y no en la escuela. Yo me iba por ahí haciendo autoestop a escuchar a unos y a otros. Así aprendí. Por eso creo que el flamenco se aprende viviéndolo. Pasando fatigas. Se aprende de los viejos, en la calle», asegura el cantaor. Hoy, dice, «lo tienen muy fácil para escuchar a cualquiera, pues con internet le das a un botón y ya lo tienes. Pero si yo quería escuchar a María La Conejilla me tenía que ir a Huelva». «Tampoco he visto a nadie cantar mejor los fandandos que a El Joaqui, un limpiabotas de La Línea al que hoy casi nadie le reconoce nada y al que yo citaba en mi disco «La fuente de lo jondo» porque de él vienen la mayoría de los fandangos de ahora», explica.
« Yo lo que le pido a Dios es que nos deje conforme estamos y que no se acuerde de nosotros nada más que para lo bueno». Su sueño es por ello subirse de nuevo al escenario y seguir luchando con el espectáculo «Mapa Mundi», que presentó en el Concurso Nacional de Arte Flamenco y en el que hace un repaso de su vida. Una emocionante vista al pasado con el que volvió a sacar a pasear el frasco de las esencias de su carrera.
En el horizonte otea Manuel Moreno Maya también muchas propuestas y confía en «no perder nunca la ilusión». Así habla un artista orgulloso de su carrera para lo bueno y lo malo, un creador en la cúspide que ahora se emociona cuando ve a un cantaor joven haciendo una soleá o una alegría de El Pele.
Quizá porque con ello sabe que, aunque le queden muchas cosas por hacer, muchas guerras por librar, ya tiene este gitano de San Pedro su sitio guardado en la historia de un flamenco al que él llegó de niño -circunstancias y sueños- para quedarse ahí y no abandonarlo jamás.
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