PASAR EL RATO

Los patos de «Los Patos»

Buscan la cercanía del gusanito en esa psicología patuna. Un vocabulario escuelto que justa a los niños que los visitan

Una familia mira los patos en un parque de Córdoba Valerio Merino
José Javier Amorós

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Ha entrado con fuerza agosto para vengarse de julio. Sus motivos tendrá. En agosto, barra libre para el columnista . Este artículo es para Clara y para Pablo , que no saben leer. Una declaración de amor , nanita, nana. Aunque a ellos les da lo mismo, porque ya disponen a su antojo del autor y le van señalando el camino con un gesto . La dulce tiranía de los niños, que luego echamos de menos , cuando se convierten en engolados subsecretarios sin infancia. Y también es para quien lo quiera leer , si hay alguien ahí fuera. Se advierte al respetable, contado de uno en uno , no hay que hacerse ilusiones , que el texto que sigue carece de interés, porque en él no se menciona ni una vez a Pedro Sánchez o a la alcaldesa de Córdoba . No es más que un ejercicio de estilo, que tan poco éxito tiene en las tertulias.

Los patos de «Los Patos» , en el hermoso jardín de esta Córdoba nuestra de jardines, pierden mucho fuera del agua. Se mueven con torpeza, pesadamente, con ese andar artrósico de los patos en tierra firme. Pero e n el estanque se vuelven elegantes, esbeltos, ligeros, como si estuvieran hechos de aire y plumas . No hay tiempo en sus alas. Ni el agua ni ellos envejecen. En el agua, u n pato no cumple años . Los niños no distinguen esa doble personalidad de los patos, dentro y fuera del agua. Para eso hace falta haber sufrido un poco. Ellos buscan de los patos la cercanía, una cercanía de gusanitos, que es donde los patos lucen menos. Un pato que se aleja nadando , como una brisa, deja una estela de armonía en el paisaje . En los patos en el agua, al agua patos, hay tanta belleza como en una sonata de Chopin.

A uno le gustaría conocer la edad de los patos de nuestros Jardines de los Patos, por si la vejez se aprende. Pero no tiene aún confianza con ellos , y le da reparo preguntárselo. Uno es antiguo de maneras y le parece de mal gusto andar por ahí preguntando a la gente su edad. Además, por lo que uno sabe de psicología patuna , que estas aves no son amigas de hacer confidencias . Tienen un vocabulario muy escueto y una voz áspera. Cuac, cuac, y dan por finalizada la conversación . En el mejor de los casos, cuac, cuac, cuac, cuac, con la familia y los amigos. Y con los niños que van a visitarlos . Los patos sienten simpatía por los niños y son correspondidos. Agradecen las visitas , a ningún pato le gusta estar solo. Vistos de perfil, los patos son animales sonrientes , con una sonrisa fija y un poco tonta, de no saber por qué. Quizá por eso inspiran confianza a los niños.

Alrededor del estanque se distribuyen los padres, los abuelos y los niños, citados por orden de expresividad . Los que llegan más contenidos de emociones son los niños. Y los patos. Se saludan con alegría y sin aspavientos . Una niña chica llora sin quererse consolar, porque los patos no le hacen caso y ella lo toma como un desaire, después de la fuerte inversión en frutos secos . Ya no le quedan palomitas ni miguitas de pan ni otras porquerías comestibles. Es la imagen de la desolación en un cuerpecito de diez kilos. Poco más que un pato. Pasa un perrillo distraído cerca de ella. Su madre se lo hace notar. Su madre le habla suavemente , le sonríe, la acaricia, la calma. Por fin, la coge en brazos y se alejan, llena la niña de conformidad . Mañana será otro día. Y estarán los mismos patos esperándola.

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