Patios de Córdoba 2022

Propietarios y cuidadores, cuando se trabaja por la pasión por la belleza

Reconocen un esfuerzo de muchas horas durante todo el año, pero también se sienten satisfechos con la admiración que despiertan sus recintos

Bullas y colas desbordan de cordobeses y turistas el primer fin de semana del concurso

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Julia Sesma y Montse Vázquez, en su patio de Isabel II, 1 Rafael Carmona
Luis Miranda

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Cualquiera de las vecinas del número 1 de la calle Isabel II sabe que tienen que ponerse de acuerdo con las demás a la hora de ausentarse de casa para algún viaje. Cada una sabe lo de su casa, pero tienen en común algo que necesita los mismos cuidados permanentes que un niño pequeño . No puede quedarse desatendido: alguna tiene que quedarse regando las plantas y procurando que ninguna tenga problemas.

Fruto de esos desvelos, ahora este rincón del viejo barrio de la Magdalena abre uno de los patios más antiguos del concurso y con capiteles y columnas visigóticos y califales. En la casa viven tres familias, cada una en su vivienda, y hace unos catorce años, Julia Sesma , una de ellas, decidió hacer caso a las sugerencias de amigos y familiares. «No seas tonta, pon el patio», le decían. Y terminó por entusiasmarse.

Julia Sesma y su vecina, Montse Vázquez , son un ejemplo del trabajo que tienen que hacer los cuidadores y propietarios, los que se encargan durante todos los días de que lo que se puede ver en dos semanas de mayo levante comentarios de admiración. «Esto es todo el año, y si lo dejas ya no tienes patio para ponerlo en mayo», relata Julia. Montse Vázquez detalla también que hay que estar pendientes de las plagas , de las arañas y de cualquier insecto que pueda perjudicarlas. No se para.

Algunos vecinos hacen turnos para irse de viaje de forma que siempre haya quien pueda ocuparse de los cuidados

La historia del concurso está llena de familias que acumularon premios y elogios y un día dejaron el patio. Parras, 5 consiguió el año pasado el primer premio en Arquitectura Moderna . Sus dueños estaban orgullosos, pero decidieron que había llegado el momento de viajar y poder moverse de Córdoba. Este año está cerrado .

Lo saben y también son conscientes de que lo que estos propietarios pensaban «es la realidad». En su casa hay que hacer cuadrantes y ponerse de acuerdo para marcharse y para que alguna de las tres esté pendiente del cuidado de las plantas y del riego .

Manuel Cachinero, en la fuente de su patio de la calle de La Palma Rafael Carmona

Julia también cuenta con su hija para que la ayude en el trabajo. «Y esto es una obligación como si tuvieras un niño pequeño, nos tenemos que poner de acuerdo como en el trabajo, para coger turnos de vacaciones », cuentan ambas, porque van completando los argumentos una y otra con la naturalidad de dos personas que se entienden. Dice Montse Vázquez que es Julia Sesma quien lleva la batuta y nunca se crean problemas irresolubles.

Como ellas muchas otras personas trabajan todo el año por sus patios, pero cuando se les pregunta por el momento del relevo no lo tienen claro. Julia tiene dudas con sus nietos; Montse, con sus hijos, «esos sí que no». Porque eso es « trabajar por pasión ». Es un hobby. Los premios cubren algunos gastos, pero son muchas horas para quien tiene otros intereses. Eso no se puede pagar, y más «con todo el mundo trabajando y muchas personas que tienen que s alir al extranjero ».

Sin renunciar

En su caso ni siquiera conciben un mayo sin flores . «Un año lo quitamos, pero no lo veíamos, no nos gustaba», relatan. Así que vuelta a empezar, «porque el gusanillo machaca», y también la voluntad de seguir la tradición de Córdoba, según explican mientras hablan de las plantas que han estado a punto de morir, pero siguen deslumbrando en mayo.

Manuel Cachinero tampoco cree que vaya a tener sucesión al frente de un patio con sello propio en la arquitectura, las flores y la decoración. Está en la calle de La Palma , junto al colegio de Las Francesas, y con su buganvilla atrae como el luminoso de una tienda. Lleva desde que compró la casa, unos 35 años , y trabaja todo el año.

Sus plantas no son de temporada, porque «hay que estar constantemente pendiente de ellas». La atención es exclusiva, «pero también puede haber algún momento para descansar». ¿Qué compensa entonces a los propietarios y cuidadores de los Patios de Córdoba para poner su tiempo y su esfuerzo y abrir su casa? Manuel Cachinero lo tiene claro: « Compensa ver la sonrisa de la gnte cuando entra y su agradecimiento de ver que ponemos a su disposición el contemplar la belleza de los patios».

No siempre los jóvenes están dispuestos al relevo, pero muchos confían en que aparezcan quienes hagan lo mismo que ellos

Manuel Cachinero hace esculturas con lata y metal, en formas geométricas. Esta vez hay caracoles y un San Rafael que con las alas delata su iconografía inconfundible. También ha dispuesto ladrillos de colores en la fuente de su patio y mientras habla de ello cuenta que no sabe si alguien le sucederá. «No tengo hijos y mis sobrinos no están aquí, pero puede que alguien se dé cuenta del valor de los patios para hacerse cargo de ellos», afirma.

Cristina Bendala, propietaria y cuidadora del patio de la plaza de Las Tazas Rafael Carmona

Jardín, más que patio, es el de la plaza de Las Tazas , uno de los mayores y más personales del certamen, pero a Cristina Bendala , su dueña y propietaria, no se le cae la sonrisa de la cara. «Muchísimo trabajo, sí, pero muchísimo entretenimiento y también muchísimo disfrute, porque siempre veo el lado positivo», dice. Porque las plantas dan mucha energía, motivan y dan actividad permanente. Ella tiene a una persona que le ayuda desde hace tiempo. No faltan trabajos penosos , como subir y bajar cosas desde la terraza, en función de la cantidad de sol que necesite cada especie, pero eso compensa cuando se ve el resultado.

Su casa está siempre muy concurrida, entre familiares y visitantes, y su mesa es amplia para las reuniones, así que no falta quien eche una mano en bastantes momentos. Casi siempre ayudan en el cuidado de un patio que va mucho más allá de las gitanillas y de las especies tradicionales.

Espera que haya relevo, porque tiene bastantes nietos, y la casa es sostenible con la actividad de alquiler de habitaciones, y el jardín «está catalogado y no será fácil que desaparezca de la familia». Por eso espera que alguno de sus hijos, o hasta sobrinos o o sobrinos-nietos, sea capaz de mantenerlo y de conseguir que siga siendo una seña de identidad para la familia como ya lo es para el concurso popular de los Patios de Córdoba.

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