Patios de Córdoba 2020

El casi perfecto equilibrio de un paraíso sin tiempo

Santiago reúne patios en los que la renovación de la arquitectura ha ido de la mano con la tradición y el mimo a las especies

Detalles del patio de la Calle Aceite, cerrado por Coronavirus VALERIO MERINO

Luis Miranda

Nada de lo que está en el interior sería posible sin la mano del hombre o de la mujer. Las plantas brotan en la tierra ayudadas por los abonos, el sol y la lluvia; llega un momento en que las flores aparecen no para embellecer ni para deleitar la mirada del ser humano, sino para que las especies sueñen con hacerse inmortales a través de la polinización y las abejas. Las hojas son más verdes y los troncos se estiran. Todo esto sucede aunque no haya nadie que lo vea. No es necesario ningún extraño que cruce los portales y admire lo que tiene delante de sí, nadie que tome una fotografía ni quien preste ni atención o pregunte por las especies.

Pero sí hacen falta las manos que cuidan , las que cortan los tallos que florecieron el año pasado y se han secado. Las que abonan, las que ponen tutores para que las trepadoras vayan por donde uno quiere. Las que riegan cuando pasan muchos días de sol y sin nada de agua. Las que piensan cuáles serán los mejores lugares para que estén según su propia naturaleza , y las que cuidan a largo plazo, porque un árbol no crece en un solo año.

Las flores de los Patios de Córdoba no se compran ni se venden: se pueden adquirir las plantas que los dan. De la habilidad de quien las siembre y cuide dependerá el momento en que lleguen a causar admiración.

En este año faltan en los Patios de Córdoba las miradas extrañas que recorren las calles en busca de la admiración que causan, los que recurren al callejero para ciertas vías estrechas y pequeñas y los que van con los ojos cerrados porque tienen claro dónde están los mejores lugares. La naturaleza por sí sola, aunque sea la base, no habría podido componer el equilibrio y la armonía de sus composiciones, la sensación de que el mundo está recién pintado como en el paraíso del Génesis, porque todavía no han llegado hasta allí las estaciones ni la corrupción de las flores que se marchitan.

Esto es lo que son los Patios de Córdoba en este tiempo, incluso con el coronavirus acechando y las puertas cerradas . ¿Cuándo se vio que para entrar a uno de ellos hubiera que pulsar un timbre, identificarse y pedir permiso? Así es, y muchos de sus propietarios abren las puertas entonces y la historia se repite: enseñan con orgullo su patio y hablan de las especies que cuidan en el interior.

El barrio de Santiago no está en las listas de tópicos de la fiesta , pero tiene clásicos y joyas que alternan lo más clásico con lo que sin faltar a la tradición más cordobesa ha innovado adaptándose al tiempo y a la nueva arquitectura.

En el número 46 de la calle Barrionuevo hay una casa con apartamentos de alquiler que en su origen es antigua y con muchos vecinos, y que hace un tiempo se sometió a una profunda reforma de la que apenas quedó como testigo la buganvilla morada que muestra el paso de los años en el muy grueso tronco.

Da la bienvenida conforme Daniel López abre camino hacia el interior. Son sus padres quien comenzaron a cultivar las plantas que ahora adornan todo el patio. El año pasado, después casi una década, volvieron a participar en el concurso y se llevaron el premio a la especie singular, un rosal de pitiminí que cae desde uno de los pisos superiores, con un color rosa muy pálido.

Ya entonces destacaba una planta con aspecto peludo que ahora sus propietarios identifican: es la cola de mono , una suculenta planta de origen boliviano que tiene espinas blancas que no pinchan y flores solitarias.

Como otros muchos, juega con la arquitectura de la que dispone. Si se mira otra vez hacia la puerta hay un amplio ventanal y todos los alrededores de la pared están cubiertos por yedra, que desde allí tiene aspecto de verde oscuro. Hay otra yedra , esta rizada, en otra de las paredes. «A mi madre le gustan muchos las plantas verdes», explica Daniel, que muestra los grandes pájaros de cartón que su padre ha dispuesto para espantar a los de verdad y que no dañen a las plantas y a los árboles .

Rafael Gómez Ruiz y Eduardo Montaño, ya veteranos en el patio, hablan de los dos naranjos , de especies distintas , y del limonero , que ya tiene la fruta exuberante y hermosa a la vista.

Los amantes de los patios y los que saben moverse por lugares que no son las recomendaciones de los que sólo conocen los recintos de oídas saben moverse por esas calles. El barrio de Santiago , en el extremo suroriental de la Ajerquía, es pequeño y de calles tan recogidas que muchos no podrían encontrarlas. No tiene plaza central, pero sí una gran vía larga que antes se llamó del Sol y ahora de Agustín Moreno. Cerca está la calle Tinte, con un patio antiguo y muy evocador que ahora no se puede visitar.

Otra bocacalle muy pequeña se llama del Aceite y termina a una casa en recodo. Allí hay otro patio clásico , dividido en dos partes. Se ve a través de la cancela la primera mitad antes de que Carmen Lopera abra e invite a conocerlo. «Como ven está para visitarlo», dice. Y no le falta razón, porque aunque su marido, José Antonio Espinosa, no haya podido ocuparse de su cuidado en las últimas semanas por motivos familiares, ella se ha afanado en que todo esté como si fuesen a llegar las mismas multitudes de siempre. Y así es.

Los acantos , con sus hojas como esculpidas, son una de sus notas más singulares, aunque es un patio que no tiene límites ni de espacio ni de especies. La jacaranda está podada y apenas tiene unas hojas, porque de otra forma taparía el sol de otras plantas. Allí están la datura estramonio con sus grandes flores blancas como campanas, el níspero y el jazmín azul o celestina que se eleva majestuoso desde una esquina.

Da luego paso al interior, en que hay una piscina que tiene a su alrededor centáureas . Uno de sus orgullos es la palmera, que tuvo el premio a la especie singular. «La encontramos en la basura y mi marido consiguió recuperarla», cuenta. Ahora es un árbol de unos cinco metros de alto que se ve desde todas partes. Conduce por el magnolio y por los ficus , el olivo y el arce , el plátano , que da sus frutos, los naranjos y la zita. Y hasta un abeto, que el Ayuntamiento les entregó en Navidad y que pese a ser de climas fríos luchan por sacar adelante. Quién sabe si en otros años será uno más de los atractivos del patio.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación