PATIOS DE CÓRDOBA

Patios de Córdoba 2019 | San Pedro y Santiago, donde la vida cotidiana late detrás de las plantas

La ruta guarda joyas no siempre bien conocidas en calles con sabor a barrio antiguo

Patio de la calle Barrionuevo, 43, con claveles colgantes Valerio Merino

Luis Miranda

Cuesta a veces reparar en él, pero de pronto hay un chispazo que lo enciende. El olor de un guiso, el canto de un pájaro enjaulado , una silla sobre la que una persona se sienta a contemplar el paso del tiempo. Hay un bosque de vida más allá de las flores y de los troncos que se elevan rompiendo las fronteras entre una planta y otra. De tanto como se fotografían, parecen monumentos; de tanto mirar a las hojas, se olvida el tronco del que nacen; después de mucho admirar las flores, nadie mira a las raíces que las hacen posibles ni a la tierra que las sustenta. Ni a la mano que las riega y las cuida para que estén hermosas. Una ruta es mucho más que un camino por monumentos: es el paseo por un barrio , con sus tiendas, con sus casas y con todo lo que acontece, y quienes abren están en su casa, en el sitio donde viven y cerca de los bares que frecuentan. Es la vida del barrio antiguo con todos sus ritos, la de la vecindad entre una puerta y otra, la de andar caminando con la certeza de que casi todo lo que se necesita está en el límite de la misma feligresía , que en esas zonas sigue siendo la división natural.

La ruta que el Ayuntamiento de Córdoba propone como de San Pedro y Santiago empieza en un barrio que revive en los patios. No se ve la Magdalena desde la estrecha y larga calle Isabel II , pero se evocan sus tiempos de parroquia. En su casa número uno hay un patio umbrío, que recibe con dos valiosas columnas que el dueño insiste en que son romanas, una de ellas con un capitel omeya. Sus gitanillas no son de las que se reponen todos los años, sino veteranas, y cuelgan desde la primera planta con ramas fuertes que han conocido bastantes años de patios, y con colores veteranos que supieron de veranos y primaveras levantando la admiración de quien entrara.

Para llegar al siguiente hay que atravesar una portada neoclásica que impone por la mole y por la fecha: 1782. El patio es para recibir y para impresionar, una de las joyas del concurso , pero también un testimonio de vida. De las puertas con ventanales antiguos podrían salir niños camino del colegio de las Francesas o jóvenes vestidas de novia camino del altar, y eso sin perjuicio de las colosales buganvillas , con troncos retorcidos y gruesos como los de secuoyas, que semejan una habitación pintada de colores cardenalicios. Semejante comienzo puede invitar a acomodarse, pero el patio es un muestrario de flores en mil colores distintos , algunas colgantes desde los balcones, y apenas hay rincones a los que dirigir la mirada sin encontrar una sorpresa.

En Alfonso XII, 29 , cerca de allí, la vida es tan cierta como el canto del jilguero que mira desde la jaula y que lo hace más alto cuando suben el volumen de la música. Es pequeño y de sombra, con vida, también con flores y plantas que cuelgan desde arriba, pero más verdes que de colores. Quizá enamoren menos, pero las cintas, helechos y flores de jade también forman parte de la vida diaria de muchas casas y de muchos patios cuidados con mimo. El de la calle Aceite , con su peculiar urbanismo, es un patio que sale de sí y ya recibe con macetas y flores antes de que se entre en la casa, que tiene algo de moderna y también de exuberante en la fuente donde hay flores en el agua con vivos colores.

Patio de la calle Isabel II, 1 Valerio Merino

Tras los muchos colores de la calle Tinte, la ruta termina en la calle Barrionuevo , de camino a la Puerta Nueva, con un patio que supo reescribir con nuevo estilo, sin dejar de ser clásico, las esencias de los antiguos. Desde el principio sorprenden las paredes forradas de yedra , las macetas con calas de sabor silvestre y por supuesto las buganvillas. Y de ahí a un recinto abierto y ancho. Moderno y a la vez clásico . Igual hay una gran maceta de plantas crasas y suculentas que especies exóticas como esas que semejan la cola peluda de los gatos. Todo es cordobés y al mismo tiempo todo está reinterpretado, pero cómo iban a no ser castizos los claveles rosa pálido que caen desde una pequeña terraza.

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