LA REGADERA
Patios de Córdoba de 2018: Martín de Roa, 7
Viven allí cuatro familias, pero el compromiso con el cuidado del patio y sus macetas recae sobre tres
En una de las caídas naturales en que Córdoba se vuelve barrio de San Basilio, al costado del tributo a los cuidadores de los patios, de ese abuelo pasando la maceta al nieto que ya está subido a la escalera, encontramos el patio que, entre otras familias, cuida Rosa, de la familia Collado. La que siendo pequeña podría haber sido ese niño como también lo fue más tarde su hija. Su padre sigue recibiendo a los visitantes, enseñando a los curiosos más nuevos que asoman por su casa cómo se riegan las macetas más altas con la caña.
Uno de los patios más laureados del concurso, con laureles en las dos generaciones y que está abierto todo el año. Viven allí cuatro familias, pero el compromiso con el cuidado del patio y sus macetas tal y como lo podemos conocer todos hoy, recae sobre tres. Patio con pozo y tabla de lavar de madera (empiezo a creer que tengo una fijación con esta herramienta, deberé estar pendiente en el futuro). Las macetas suben las escaleras que llevan a otras plantas y a otras puertas.
Alfombran paredes hasta la azotea donde la buganvilla reconduce su camino cambiando tendederos por tejas. Como cualquiera en la vida. Esa buganvilla brotó el mismo día que nació la hija de Rosa y, lógicamente ya tiene dueña «pa’mientras viva». «Pa’mientras» vivan las dos, en realidad, que así son las pertenencias muchas veces. Este año, debido al sol de primavera tan tardío, brotará en directo durante el festival.
No deja de tener su aquél que en la fiesta de las flores y las plantas más fotografiada, cristalizando incontables secuencias de momentos únicos, la vida siga llevando su propio ritmo entre disparo y disparo de click, pasando ante los ojos de todos esos momentos tan privados que preceden al brotar.
Es curiosa la vida, las cosas que nos enseña sin imaginarnos siquiera que existiera tal que aprender. Si hubiera sabido el año pasado de esta buganvilla como he sabido hoy, me hubiera vencido el anhelo de verla ya florida, que fuera ya otra primavera, otro año, que ya hubiera madurado su cambio y fortalecido sus ramas nuevas.
Y brotes de decepción y desesperanza me hubieran ensombrecido, como si de malas hierbas se tratasen, la magnificencia de ese patio tan completo en flores, decoración, trato al visitante y cuidados. Y sin embargo, miren como es la vida, que además del disfrute de los mazos de flores que asaltan los sentidos desde cada una de las macetas, de esas plantas todas hermosas, me permite disfrutar de lo que aún no se ve pero ya suena que viene.
Aprovechen, miren y disfruten cada rincón de ese patio, desde el suelo empedrado donde el perrillo familiar también colabora en la tarea de enseñar orgulloso su flor de la gamba, aportación tropical, regalo de unos amigos, hace ya cincuenta años, hasta las surfinias del canalón de la terraza, que son las plantas quizá de mimo más concreto en esta casa. Y háganlo sin temer perderse en los brotes que tal vez aún estén por florecer cuando los miren. Recreénse. Esa también es la vida nueva que reacciona ante las circunstancias adversas. Y también es hermosa.