Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
Patada en la puerta
El episodio de los pisos asediados en el Parque Azahara obliga a una seria reflexión frente a medidas cuestionables
Hay en Madrid cuatro o cinco bandas mafiosas que controlan más de un millar de pisos okupados con «k» en estos momentos. La factura se eleva a cinco mil viviendas en toda la ciudad. Políticos y Policía se han puesto manos a la obra. Más vigilancia, más coordinación y un censo para ponerle cara y cifra al asunto por el momento. Ese millar bajo las redes de las mafias son el caldo de cultivo de otros delitos posteriores que no hace falta explicar. El resto de inmuebles «asaltados» se centran en familias desahuciadas o personas sin más alternativas, sin que ello justifique la patada en la puerta. Se sitúan en la onda social y «rescatista» sobre la que actuantes judiciales y dirigentes vienen aplicando flexibilidad dadas las circunstancias por las que ha atravesado este país.
El fenómeno invita a una reflexión, empero, máxime cuando en Córdoba hemos vivido esta semana un episodio que se aproxima al problema que ya tratan en la capital de España. Vecinos de una urbanización nueva del Parque Azahara han sufrido el asedio de grupos incontrolados de personas que querían meterse en los pisos vacíos de los bloques e incluso en los habitados aprovechando un descuido. La imagen que este periódico publicó el jueves con ventanas y balcones literalmente tapiados en estos edificios con ladrillo y cemento habla por sí sola y hacía años que no se veía. Los casos no parecen exclusivos de este punto y empiezan a surgir otros episodios de similar estirpe.
No se trata de equiparar lo que ya sucede en Madrid con el germen de lo que pudiera estar pasando ya en Córdoba, pero no se trata de un tema baladí ni de una excusa para hacer política de bajo nivel . En los últimos tiempos se han venido conociendo casos esporádicos de okupaciones que terminaban siendo palancas de delincuentes y traficantes . Con todas las palabras. Hasta ahora, sucesos minoritarios sobre los que cae el mantra buenista de la cruzada antidesahucios como un tupido velo en el que es difícil separar el grano de la paja . No estaría mal que aquellos que conocen ciertos paños, fuesen los primeros en denunciar unos hechos —en algún caso investigados por la Policía Nacional aquí en Córdoba— que tienen como escenario una nebulosa densa donde puede valer todo y puede no valer nada. Basta darse una vuelta por Internet.
La cuestión es mucho más seria que un postureo de plenario por el que se le pida a la Policía Local que no actúe en los desalojos , por ejemplo. Que se le ponga coto a las responsabilidades políticas de velar por la seguridad o al propio ejercicio y oficio de un Cuerpo Local que también ha de estar para lo que debe estar, amén de pasear en bici o contar veladores.
El discurso oficial de este cogobierno y su muleta podemita respecto a este controvertido problema ha sembrado más caldo de cultivo que planificación, orden y soluciones claramente legales para mejorar las opciones «habitacionales», según el metalenguaje de los tiempos. Si empezamos por oficializar la okupación ilegal de un equipamiento público como el Rey Heredia , podríamos seguir con los servicios básicos para el chabolismo, los gravámenes fiscales para la compraventa de vivienda de segunda mano —la que está tirando del mercado inmobiliario—, la «multa» por tener pisos vacíos en Córdoba propuesta desde IU —finalmente frenada por sus consecuencias jurídicas—, la bonita historia de las cooperativas sociales para los patios abandonados , el mínimo vital de agua gratis y las facilidades para empadronarse y conseguirlo, hasta llegar a la Oficina de la Vivienda, un entramado poco riguroso —recuerden los contratos a dedo para abogados de la cuerda—, muy jugoso para unos, con vocación legítima y justa y resultados por ahora cuestionables y no tan fácilmente medibles. Cuidado con la patada en la puerta.