Jesús Cabrera - El molino de los ciegos
Participación
El debate vecinal, promovido desde la municipalidad, tiene sus luces y sus sombras
LA participación ciudadana , o vecinal, es en Córdoba desde hace décadas una seña de identidad de la gestión municipal , ya que se entiende que el súmmum de la política local pasa por contar con la bendición de los vecinos. Unos partidos más que otros se han vanagloriado de esta forma de dirigir los destinos de la ciudad y han hecho bandera de un asamblearismo ubicado fuera del salón de Plenos, que es donde reside de forma legítima la voluntad de los cordobeses. Esto ha generado situaciones pintorescas a lo largo de este tiempo, en que algún equipo de gobierno ha tenido que «tragar» con algún que otro proyecto difícil de justificar simplemente porque el dirigente vecinal de turno tenía ínfulas de estadista y podía movilizar al barrio si no se satisfacía su capricho. También hemos sido testigos de las equivocaciones que genera esta participación ciudadana, con unas decisiones —vaya usted a saber porqué— que lo que hacían era perjudicar a la zona en vez de beneficiarla. En estos casos, el gobierno municipal de turno ha plegado velas con cara de circunstancia y ha destinado la inversión a mejorar otra zona de la ciudad. Cosas de la participación.
No está mal escuchar a los vecinos en los asuntos que incumben a su entorno más inmediato , porque ellos lo conocen mejor que nadie y si aportan opiniones fundadas y objetivas todo proyecto puede mejorar. Esto es así y la lista puede ser extensa y abarcar a buena parte de la ciudad, porque también hay dirigentes vecinales con criterio que son capaces de enfrentarse a los suyos hasta hacerles ver su equivocación. Con un recorrido somero por los espacios públicos de la ciudad se ven las pruebas, tanto en un sentido como en otro, de la acción vecinal, porque este tipo de actuaciones tienen la puñetera característica de estar en la vía pública, a la vista de todos.
También hay situaciones en las que los vecinos están participando y enriqueciendo el debate desde primera hora, lo que redunda positivamente en los resultados y siempre se agradece. Pero también hay ocasiones en las que se suman a cuestiones que ya llevan un camino recorrido y pretenden reconducirlo . Esto es lo que sucede actualmente con el cambio de la carrera oficial al entorno de la Mezquita-Catedral , curiosamente, una de las zonas con la densidad de población más baja. Es éste un proceso que ha ido creciendo de forma paulatina en los últimos tiempos. Es más, desde 2008 se vive en esa zona la experiencia de que transiten por ahí todas las procesiones de una jornada, el Viernes Santo , lo que puede ser perfectamente extrapolable a toda la semana. Ésta no ha sido una tarea nada fácil, ni mucho menos. El trabajo intenso de las propias hermandades codo con codo con el excelente plantel de técnicos municipales de distintas áreas ha hecho posible que esto se desarrolle sin incidentes y, además, que en la Semana Santa de este año, pese a la lluvia, todas las procesiones enfilaran hacia el casco histórico con los mismos, o menos, incidentes que los que se viven en la infinidad de ciudades que tienen celebraciones multitudinarias en zona urbanas muy similares a la nuestra.
El Consejo de Distrito Centro y una asociación de vecinos de la zona llevan unas semanas quejándose de que ni el Ayuntamiento ni la Agrupación de Cofradías les ha pedido su opinión sobre el traslado de la Carrera Oficial. Queramos o no, la Semana Santa es por infinidad de factores una celebración que trasciende los límites de una parte de la ciudad y es, por tanto, el Ayuntamiento el interlocutor válido, la única institución capaz de organizar una celebración en la que se ven implicados muchos barrios y no sólo uno .