Religión

Parroquias de barrio en Córdoba, del acompañamiento a la ayuda por una crisis que no ha terminado

Los sacerdotes ven que se ha recobrado la normalidad, pero siguen viendo necesidades que atienden con comida y buscando trabajo

Reparto de alimentos en la parroquia de Jesús Divino Obrero en Córdoba Valerio Merino
Luis Miranda

Esta funcionalidad es sólo para registrados

El barrio del Parque Figueroa es, para su párroco, como una familia grande «o un pueblecito», y la colaboración para ayudar es intensa. Es más, deja una reflexión: «No se diferencia iglesia de barrio, de asociación de vecinos y de club. Todo el mundo va a todo y colabora con todo». Es decir, la parroquia vertebra la vida social , «es una parte muy fuerte, porque la parroquia en estos barrios se dice que es la casa común». Resume así lo que significa una parroquia en un barrijo.

En el día de la Iglesia Diocesana , que cada año llama la atención sobre la necesidad de sostener y colaborar con la comunidad cristiana más próxima, ABC ha recogido la actualidad de distintas parroquias de la ciudad de Córdoba, siempre en barrios populares, para conocer su situación y la de sus feligreses en este tiempo en que se vuelve a la normalidad en la formación y en el culto y todavía quedan restos de las situaciones de necesidad creadas por el confinamiento.

Es lo que sucede en el Campo de la Verdad. El párroco de San José y Espíritu Santo, Pedro Soldado , asegura que la situación es de «práctica normalidad». Eso significa, por ejemplo, que se acaban de conformar los grupos para la catequesis de primera comunión, en los que hay hasta 60 niños , y que se distribuirán entre las dependencias parroquiales y las casas de las dos hermandades de la parroquia: el Descendimiento y la Vera-Cruz.

También se vuelve a recuperar el ritmo en las bodas que se habían aplazado debido a las restricciones que establecían condiciones muy concretas. «Se han estado celebrando bodas que estaban aplazadas desde hace dos años y muchas pendientes para el año que viene. Ha habido un aumento, junto con los bautismos , que se han mantenido», relata el sacerdote.

El párroco de Santas Margaritas, Antonio Juan Caballero, ante el altar mayor de la iglesia Valerio Merino

Las restricciones han terminado por el momento, pero quedan las consecuencias económicas del confinamiento y la pandemia, y esas no sólo no se han marchado, sino que se han recrudecido. «Se mantienen y van creciendo», afirma Pedro Soldado, que explica que hay personas que han perdido el trabajo que tenían, quizá después de haber sufrido un Expediente de Regulación Temporal de Empleo ( ERTE ). Abundan los matrimonios jóvenes, aunque algunos de ellos consiguen un nuevo empleo para salir adelante, pero también hay personas mayores. No hay certeza, pero para él no sería extraño que acudan para ayudar a sus hijos, que se encuentren en una situación delicada. «No se ha visto una disminución», insiste.

Las personas necesitadas pueden acudir allí para al menos poder comer. Se llevan alimentos de todo tipo : aceite, leche, alubias, garbanzos y carne, si se puede. «En la medida de lo posible, también se les paga a veces la factura de la luz o del agua, si no tienen todo lo que puede necesitar una persona, para subsistir, complementado con otras ayudas, quizá carne.

Pedro Soldado no tiene dudas al responder sobre la implicación de los feligreses para ayudar. «Aquí hay algunos supermercados que son pequeños , no de grandes cadenas, pero de vez en cuando vienen con la furgoneta y descargan alimentos que repartimos», cuenta. Las dos cofradías también se implican tanto en conseguir alimentos como en la propia cooperación personal con la Cáritas de la parroquia.

Los párrocos afirman que se han sumado voluntarios y que los vecinos y pequeñas empresas prestan su ayuda

La feligresía de Jesús Divino Obrero , en la zona conocida como el Cerro, es vecina de San José y Espíritu Santo, pero allí las características son distintas. Su párroco es Antonio Murillo Torralbo y explica que también ha recobrado la normalidad en la participación de las celebraciones.

«Los niños que han venido para hacer la primera comunión dentro de dos cursos son casi 50, cuando el año pasado eran treinta. La gente que podía tener un poco de miedo ya lo ha perdido», insiste el sacerdote, que también habla de un ritmo normal en las misas y en los bautizos. Sí que se ha vuelto a la situación anterior , que era de menor presencia. Antonio Murillo admite que «los años de mucha participación en la misa dominical ya pasaron», aunque al menos la pandemia no ha alejado a nadie del templo.

Jesús Divino Obrero está en el Sector Sur, una de las zonas más pobres de la capital, y su párroco cree que lo peor de los efectos sociales y económicos de la pandemia ha pasado. Muchas de las personas que habían perdido el trabajo o los ingresos por estar en situación de ERTE han salido o han conseguido un nuevo empleo , y ya no acuden a pedir ayuda para las necesidades básicas.

También han llegado ayudas oficiales. «Hubo personas que al principio de la pandemia se asustaron mucho y querían asegurarse de que no les iba a faltar el alimento, pero cuando vieron que no se quedaban sin comida se tranquilizaron», afirma el sacerdote, que explica que ahora son entre 50 y 60 familias las que piden ayuda a su parroquia para tener alimento y ropa.

Trabajo en la Cáritas parroquial de Jesús Divino Obrero Valerio Merino

Como pasa en muchos barrios, igual que se multiplican las necesidades, también crecen el compromiso y la ayuda de quienes echan una mano. En un principio hubo personas que cooperaban con Cáritas que se quedaron en casa por pertenecer a grupos de riesgo, pero también se han sumado jóvenes y ha ayudado la hermandad del Cristo del Amor: «Hay un equipo de voluntarios bastante salado».

Una de las parroquias que lideró la lucha contra las consecuencias económicas de la pandemia con iniciativas casi siempre novedosas fue la de la Asunción , en el Parque Figueroa . Se ayudó con alimentos, pero también con la posibilidad de buscar trabajo para llegar a la situación de dejar de pedir ayuda. Su párroco, Ángel Roldán Madueño , admite que pensaba que la recuperación iba a ser peor, pero ha visto cómo se ha vuelto con naturalidad a la vida normal de la parroquia, tanto en asistencia como en la preparación de los sacramentos.

La actividad social y de caridad se ha centrado en cursos de formación en distintas capacidades laborales: hostelería, albañilería, jardinería y agricultura ecológica . Son soluciones a largo plazo, como dice, «para solucionar la vida de las familias con una estabilidad laboral». La parroquia ha buscado acuerdos, de forma que hay entidades privadas como La Caixa y Cajasur que financian la formación y empresas que se comprometen a contratar a las personas que han adquirido nuevas capacidades.

Si en el Cerro ha pasado lo peor, en el vecino Campo de la Verdad se empiezan a notar ahora los peores efectos de la crisis

«Es la mejor solución y así se está haciendo, porque se ha conseguido que se emplee a 40 personas », afirma, para después concluir que es una solución para todos: «El que quiere trabajar, está trabajando, y eso está clarísimo». En la jardinería, en el campo con Cabrera, en el mantenimiento de edificios o en restaurantes con Casa Pepe. « Trabajo hay para reventar , pero hay que querer y formarse para ello», concluye, para ensalzar la estabilidad tanto de los contratos como de las empresas y en la demanda de trabajo que tienen.

Las fotografías de la iglesia de la Asunción llena de alimentos en los peores tiempos de la pandemia y del confinamiento impactaron mucho en Córdoba en la primavera de 2020. Ahora la petición de ayuda ha disiminuido, en parte por esa misma actividad de buscar trabajo .

Antonio Juan Caballero, en el despacho parroquial de Santas Margaritas Valerio Merino

La comida, puntualiza, tenía que ser a corto plazo , mientras que lo definitivo sería que tuvieran un trabajo con sus ingresos. «El corto plazo no era solución para nada, y con el mismo dinero con que se daba comida y productos de higiene se podían organizar los cursos», cuenta el sacerdote, que explica que también tiene familias que siguen pidiendo ayuda por distintos motivos. Y se les da.

El párroco de las Santas Margaritas, Antonio Juan Caballero , elogia el compromiso de sus feligreses: «Desde que empezó la pandemia, en Cáritas estamos teniendo más ingresos que nunca. Hay gente que me pide el número de cuenta de Cáritas e ingresan alguna cantidad, importante o pequeña». Su feligresía alberga calles de la Colonia de la Paz y las Margaritas, pero tambien de las Moreras. Y no sólo ayuda al barrio, sino también con una colecta para los damnificados por el volcán de La Palma.

La práctica religiosa es baja, admite el sacerdote, pero sí que hay respuesta, por ejemplo, en Cáritas , con un equipo de 20 voluntarios que dedican su tiempo y a veces su dinero, y además generan confianza a quien quiere ayudar. Da ejemplos de ayuda: «Si una familia necesita un frigorífo, pues compramos uno, o un termo para ducharse». Una de las tareas, y en eso coincide con Ángel Roldán, es « ayudar a que necesiten menos » mediante la integración laboral a través de Solemccor o buscando directamente trabajo en el campo. «Nuestra prioridad es estar con la gente y acompañarlos».

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación