PERDONEN LAS MOLESTIAS

Parque, ¿qué parque?

El verbo concebir es lo que tiene. Que no compromete a nada

Recorte de 'El Pregonero' de 1994 ABC
Aristóteles Moreno

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Apunten el dato: 576 álamos blancos; 500 chopos lombardos; 64 sauces; 62 plátanos de sombra (qué dolor); 33 palmeras datileras; 28 olivos; 15 fresnos; 14 naranjos ; 14 magnolios ; 14 algarrobos . Y así hasta un total de 1.376 árboles. Que oiga: son árboles. Sin contar, dicho sea de paso, los 112 arbustos, las 60 plantas trepadoras y los 2.500 metros cuadrados de plantas tapizantes, según reza el documento municipal, palabrita del niño Jesús que me caiga ahora mismo tieso por un rayo si no digo la verdad.

Esa fue la inversión en jardinería realizada por el excelentísimo Ayuntamiento de Córdoba en 1994 , según refleja la revista «El Pregonero» de la época, traída ahora oportunamente a Twitter por cortesía de nuestro admirado colega Rafael Ruiz , que de otra cosa también pero de olfato periodístico anda más fino que Benzemá . Y no digo más. Porque el recinto de El Arenal , queridos contribuyentes, se concibió como un parque (sí, un parque), que ocasionalmente se destinara a Feria una semana cada año mientras que el resto del tiempo funcionara como arboleda para solaz de familias y dique de contención del desierto que seremos todos pasado mañana.

El verbo concebir es lo que tiene. Que no compromete a nada. Uno concibe un vergel, pongamos por caso, y luego la realidad discurre caprichosamente por un camino semántico distinto, tal como vemos cada año en el páramo de El Arenal . Después también tenemos el verbo subsanar, o el verbo reformar o, incluso, el verbo enmendar, que son verbos extraordinarios, hermosísimos, esperanzadores, pero que aquí se conjugan poco y mal. Porque oiga: en 28 años ya habido tiempo.

Pero tiempo. En casi tres décadas, han pasado unos cuantos ayuntamientos, unas cuantas corporaciones, la tira de alcaldes, no digamos ya de concejales de Medio Ambiente , y el infierno de El Arenal permanece. Lo cual qué quieren que les diga. Este año, sin ir más lejos, arrancó la Feria con 40,6 grados centígrados, que es una temperatura psicodélica de tres pares de narices como para que alguna vez nos tomemos en serio el temita. Digo yo.

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