Economía

El paro en Córdoba: jóvenes que siempre habían trabajado y mayores que temen no volver a trabajar

La crisis del coronavirus llena las oficinas del SAS de personas que buscan algo de esperanza

Jornada negra en Córdoba: nueve muertos por Covid-19 y 428 contagiados

Entrada a la oficina de empleo de la plaza de Colón de Córdoba Valerio Merino
Luis Miranda

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Las oficinas de empleo en Córdoba no son el paisaje de ninguna crisis. En los meses en que la economía pasa por dificultades algunos las miran pensando que acude más gente, pero lo cierto es que ni en época de bonanza dejan de estar concurridas. Hasta allí van los que se acaban de quedar sin trabajo, los que lo buscan, los que tramitan ayudas y los que llevan tanto tiempo buscándolo que casi han olvidado otro hábito que el llegar cada ciertas semanas hasta una de las oficinas. El paisanaje es variado e inmune a las colas, al miedo al contagio del coronavirus y al desaliento .

También a la lluvia, porque la mañana es gris y húmeda en la avenida Campo Madre de Dios , donde está la oficina que atiende a una buena parte de los ciudadanos de la zona oriental de la ciudad. Las historias tienen que ver con los efectos del Covid-19 y del confinamiento de la primavera que hundió la producción y la actividad , pero a veces incluso se remontan a la época anterior.

En ese lugar espera Anaís Espinosa , que había pasado cinco años trabajando sni parar, desde los 18, y que en marzo, cuando el cierre total de la pandemia, se quedó sin empleo por primera vez. Últimamente había trabajado en una tienda de deportes del cercano centro comercial El Arcángel , pero ahora vuelve a estar buscando trabajo y tramita alguna prestación.

Anaís Espinosa, en la puerta de la oficina de Campo Madre de Dios Valerio Merino

Otro perfil, aunque no muy distinto, tiene Carlos Cantos , que se ha refugiado en el umbral de la lluvia que no deja de caer en la mañana, y que otros combaten debajo de los árboles. «El confinamiento me ha pillado sin trabajo, pero espero volver a trabajar en unos días», cuenta. A los 30 años ha pasado por muchos oficios y no hace ascos a ninguno para poder sacar adelante a su familia. Es el sino de ser padre.

«No he parado de trabajar desde los 16 años , pero lo malo ha empezado cuando ha llegado el coronavirus y también cuando ha llegado a España este Gobierno, eso quiero que quede claro», cuenta, mientras insiste en que sí es optimista y cree que podrá salir pronto de la situación: «La esperanza es lo último que se pierde; tengo fuerza de voluntad y nunca he rechazado ningún trabajo». Y la lista es larga: estuvo en el campo, fue transportista y ahora puede empezar en la logística.

«La gente apenas tiene para comer, así que no van a comprar ropa», dice un hombre que trabajó en una tienda

José Antonio Ortega tampoco ha cumplido los treinta años y se enfrenta a una situación nueva para él, que había estado casi tres años empleado en una conocida tienda de moda de la avenida de Jesús Rescatado. Ahora ha perdido su trabajo, y sabe que es consecuencia de la crisis económica asociada al confinamiento del coronavirus. «Si la gente no tiene para comer , mucho menos va a tener para comprarse ropa», admite.

En la plaza de Colón está la oficina que atiende a los habitantes del Centro y de zonas próximas, y allí hay un panorama que a veces es distinto. La historia de María del Carmen Bustos es la de una persona de cierta edad que tuvo una tienda y fue autónoma , y que ahora trabaja « donde puede ». «El panorama está un poco negro, porque es más complicado que se contrate a las personas que tienen mi edad», confiesa mientras aguarda.

Carlos Cantos, en la puerta de su oficina de empleo Valerio Merino

Lucía Pulido conoció en el confinamiento de primavera la palabra ERTE, el acrónimo de Expediente de Regulación Temporal de Empleo. Trabajaba en la hostelería, y aunque es joven también está entre los que piensan que la situación de este tiempo, y la que vendrá después, no invita a pensar en que habrá una recuperación muy rápida.

El perfil de joven dinámico es frecuente y en él encaja Miguel Ángel Galán , de 35 años, que ha trabajado como informático, pero también ha desempeñado otros trabajos y vive pendiente de que le llamen para algo más. Lleva parado un mes y vivió el confinamiento en una situación singular, porque le sorprendió cuando disfrutaba de una baja por paternidad . «Mi último trabajo había sido en una fábrica, pero busco trabajo de informático. No es fácil, porque en el punto en el que estamos parece que se han frenado todos los proyectos», cuenta.

Miguel Ángel Galán, en la oficina de empleo de la plaza de Colón Valerio Merino

Sí que mira al futuro con ilusión Eduardo López Cañete , que está desempleado, aunque ha trabajado antes, y cree que este tiempo podrá aprovecharlo para mejorar la formación. Con 25 años está en la edad de poder seguir mejorando su perfil profesional para ser todavía más atractivo para las empresas.

Tiene dos años de experiencia y formación en Marketing y Social Media y este tiempo desempleado puede serle útil. «He venido para tramitar alguna prestación por el desempleo, para tener oxígeno en este tiempo», cuenta. La situación todavía no le ha hecho mella y espera que cuando la crisis se alivie pueda seguir trabajando.

Eduardo López Cañete, que aprovecha estos meses para completar su formación Valerio Merino

Algo más allá también hay personas que van con una situación mucho más dura y menos esperanzada . Son parados de larga duración y personas que llevan muchos años sin tener un empleo, o que apenas han tenido alguno. Los años pasan y las únicas novedades son las visitas a la oficina para renovar la prestación, si hay derecho a ella, y para mantener activa la demanda cada tres meses.

A las oficinas acuden personas que fueron autónomos y no han podido volver a trabajar

José Cortes Reyes tiene 30 años, y que en los últimos nueve no ha conseguido trabajo. «He buscado en chatarra y algunas cosas más, pero nunca he conseguido nada», dice. La situación actual es mucho peor, con más gastos y todavía menos dinero, porque no recibe ninguna prestación.

A su lado está su esposa, Victoria Cortés , que no aporta ninguna novedad esperanzadora a la situación para la familia: «Estoy igual que mi marido». Tienen tres hijos y están intentando tener alguna prestación o ayuda, pero también para poder pagar el agua, por ejemplo. «Puedo trabajar en la limpieza », afirma, mientras habla algo cansada de una situación que ya dura bastantes años. De todo el tiempo que lleva acudiendo a la oficina sólo puede contar que nunca ha tenido una oferta para poder entrar en el mercado laboral.

Pilar Cambas, a las puertas de su oficina de empleo Valerio Merino

La oficina de empleo llamada Córdoba Norte, en la calle Alonso El Sabio, justo donde termina el Vial Norte, tiene también a mucha gente en la puerta esperando su turno para poder acceder al interior. Pilar Cambas Villa es una de las personas que están fuera, y todas tienen cierta edad. Su situación de desempleo, cuenta, no es nueva, porque hace seis años que está sin trabajo.

Fue cocinera en la hostelería , y ahora la situación es mucho peor, porque es el sector más dañado por los sucesivos cierres y restricciones. «Ahora estoy sin ayuda y la verdad es que la situación la veo con muy poco optimismo», cuenta mientras otras personas de su edad, casi todas mujeres, esperan el momento de poder pasar a la oficina de empleo.

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