Crónicas de Pegoland
Que parezca un accidente
A esta hora, los dos alcaldes socialistas vacunados siguen en sus puestos
En mis tiempos mozos, si Ferraz o Génova decían que el alcalde menganito se iba a la calle, ya se podían decir misas en latín o «culo pópuli» . El caballero o la dama en cuestión ya podía hacer las maletas y salir por la puerta por voluntad propia si no quería que lo tirasen por una ventana. Siempre había un voluntario dispuesto a ello. Cuando estas líneas vean la luz, hará una semana que la dirección federal del PSOE emitió un comunicado muy claro diciendo que los cargos públicos que recibieron la vacuna del Covi d de forma, digamos, imaginativa se tienen que ir a su puñetera casa por las razones que todos pueden imaginar.
A la hora a la que escribo este texto (19:57 del 27 de enero), los dos alcaldes cordobeses socialistas vacunados casi a la fuerza —ellos no querían, señora— siguen en sus puestos. Cumplen, de hecho, la directriz de la dirección andaluza del partido que recomendaba la farfolla de la suspensión de militancia sin la pérdida del cargo. Al alcalde de Alcaracejos, José Luis Cabrera, ni siquiera esto pueden hacerle porque se presenta como independiente en las listas del PSOE.
Podemos deducir dos conclusiones de estos hechos. Que el comunicado de la dirección federal del PSOE ordenando la decapitación inmediata de esos pobres alcaldes inmunizados a su pesar ha sido soberanamente ignorado por la estructura local del partido. Que se lo han pasado por donde se secan con la toalla. Segunda opción: la orden del partido nunca fue una directriz real. Era pura política posmoderna. Digamos que nos los calzamos pero no hagamos nada por calzárnoslos . Tiene riles que el partido más poderoso del país se cepille al jefe del Estado Mayor , responsable de la defensa nacional, y no tenga lo mismos perejiles de hacer caer a la alcaldesa de Torrecampo por hechos similares.
Puestos así, hagan una fila todos los que nos toman por julays y pónganse las vacunas que en justicia corresponden a enfermos y jubiletas. Siempre hay una enfermera a la que se le puede echar la culpa, una explicación tremendamente lógica. Organícense en la sede local del partido y sáltense protocolos y directrices. Pero disimulen, puñetas, que parezca un accidente.
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