OPINIÓN
El papel del papel
Mientras baja la bolsa, sube el papel higiénico
He vuelto a Mercadona , donde me siento valorado. Como el inmenso Quevedo miraba los muros de la patria suya, miré yo los anaqueles de mi supermercado, «si un tiempo fuertes, ya desmoronados», de la carrera del coronavirus cansados. Y no hallé estante en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la nada. Recorro los pasillos, y me sobrecoge la ausencia de antiguos compañeros de mesa. ¿Qué se hizo la modesta patata de freír, tan lozana en su desentierro? La berenjena de luto vegetal, las fresas como labios, las sugerentes pechugas de ave de corral ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tantos amigos perecederos, con tanta nutrición como traían?
Me detengo un momento ante el hueco de los huecos, el que ha dejado la deserción del papel higiénico . No hay futuro para una emigración como ésa. La ronca voz del coronavirus expulsa de sus lugares habituales a las cosas de comer y de beber y de lavarse las manos. Pero se trata de productos resistentes, acostumbrados a soportar la adversidad, y sabemos que volverán. Volverán los yogures de frambuesa / del estante sus botes a colgar. Volverán las bebidas gaseosas eructivas, los aceites vírgenes como monjas de clausura, la tila engañosa. Pero el tímido y mínimo y flácido papel higiénico, mucho menos poético y leal que una golondrina becqueriana, ése…¡no volverá! Se lo han llevado por toneladas las familias cordobesas, quién sabe por qué impulso primitivo. En las grandes conmociones, el hombre vuelve a la fase anal de su existencia, de la que nunca ha salido del todo, y se agota el papel higiénico en los supermercados.
Ese papel inmune al progreso, que pierde todas sus propiedades en edición digital , desaparece en segundos de las estanterías en cuanto se anuncia la tragedia. Las grandes catástrofes enseñan a distinguir lo fundamental de lo superfluo. En este momento de la historia de Córdoba, parece que más duradero de lo que pensábamos, sobran por todas partes teléfonos móviles, ordenadores, televisores, libros . Pero no hay en las tiendas ni un rollo de papel higiénico. ¿Qué es, entonces, lo fundamental en nuestra vida? El hombre no es otra cosa que una excusa de la naturaleza para justificar la invención del papel higiénico. Y no obstante su protagonismo, el papel de ese papel en nuestras biografías, incluso en las más refinadas, es poco glorioso, pasajero, sin grandeza. Pero lo echamos tanto de menos. Ahora mismo ocupa armarios enteros de respetables familias de clase media, donde las hojas irán amarilleando por falta de uso. No hay en Córdoba culos para tanto papel. Debe de ser por la angustia que produce el miedo al racionamiento, que ninguno de los ávidos acaparadores ha conocido. ¿Y por qué iba ningún gobierno, ni siquiera uno participado por Podemos, a racionar el papel higiénico?
Lo más probable es que se trate de estrategias privadas para aliviar las deudas familiares, creando un mercado negro de papel higiénico . ¿Quién podría sospechar de especulación inmoral con un producto de apariencia inofensiva? Baja la bolsa, sube el papel higiénico. «De particular a particular. Se venden 840 rollos de papel higiénico en buen estado. Fabricación nacional. Precio interesante. Pago al contado. Abstenerse intermediarios». Para justificar el impuesto sobre las letrinas, el emperador Vespasiano le dijo a su hijo Tito: «El dinero no huele». Lo mismo que hubiera dicho Pablo Iglesias.