Crónicas de Pegoland

En pantalla grande

La apertura de un cine se saluda como al que coge la lanza y arremete contra el molino de viento

Sala de cine ABC
Rafael Ruiz

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Una empresa que se llama Axion abrirá mañana un nuevo cine donde en tiempos estuvieron las salas del centro comercial El Arcángel. Conviene señalar las buenas noticias cuando se producen. Unas damas y unos señores, en pleno 2021, con media España viendo Netflix y la otra media padeciendo con el drama de Rociíto , emprenden un negocio que consiste en que salgamos de casa, elijamos una película, compremos las entradas y unas palomitas, y llevemos al niño a ver el último estreno. Que no será el de Zach Snyder que lleva por título «La Liga de la Justicia» y que al durar cuatro horas incluye el recurso de amparo, la sentencia del Supremo y los votos particulares de los magistrados discrepantes. Solo está disponible en las plataformas.

El Covid ha conseguido lo que no hicieron nuestras madres, que lleguemos pronto a casa. En el caso del cine, que abandonemos la plácida experiencia de escuchar los ronquidos de un extraño al frescor del aire acondicionado mientras se lían a tiros en pantalla. La tormenta ha sido perfecta. Primero cerarron los cines cercanos , luego los cines en general. Los que quedaban eran caros y estaban donde el profeta perdió el paquete de Ducados. Los ejecutivos de la cosa, que tienen la carrera aprobada, se dieron cuenta de que podían ahorrarse el coste de las salas y los sueldos de los porteros y los chavales que venden refrescos generando grandes negocios digitales a tarifa reducida.

Desde aquí lo digo, se desea lo mejor a esta familia que abre un cine, a cualquiera que tome la lanza y acometa contra un molino de viento. Con un par. Todo eso de HBO está estupendo y es comodísimo pero no se queda con la novia recién conocida en la puerta de la app ni se besa a nadie igual que en la oscuridad de la sala de proyecciones. No tienen la historias de amor, pasión y muerte el mismo ‘flow’ en la pantalla grande, con los restos de palomitas salpimentando el abrigo, que en la tele de casa con el gato durmiendo la siesta delante de la tele. No es lo mismo el silencio roto por la puerta que se abre, la muerte en la ducha y los pájaros amenazantes que eso mismo pero con la llamada del repartidor del Glovo que viene con las pizzas. Por no salir de casa.

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