CRÓNICAS DE PEGOLAND
Pagar por la sombra
Una tasa por colocar toldos parece una medida de recaudación más que de control del espacio público
El Ayuntamiento de Córdoba , según le contamos en este mismo periódico, ha tenido la ideaca de cobrar un recargo en la tasa de veladores a los empresarios de hostelería que pongan sombrita para que sus clientes no pasen un mal rato al sol de julio. Según las ordenanzas fiscales pendientes de aprobación, la actual redacción del tributo , que simplemente pone un precio al metro cuadrado que se ocupa (ya sea por mesas, sillas o cualquier otro elemento), se pasa a una exacción específica que incluye esas cosas que se ponen en medio de la calle tipo mamotrero, los toldos abatibles que se fijan en las fachadas del bar (esos mismos de toda la vida de Dios) o las sombrillas cuando miden más de cuatro metros cuadrados, se sobreentiende que sumando la totalidad de los parasoles instalados.
Se supone que este tipo de cosas se hacen para desincentivar la colocación de elementos en las calles y que el espacio público quede como una patena. Y parece loable, como se ha dicho tantas veces, que desarrollar una actividad empresarial en un lugar que es de todos, redunde de alguna manera en la caja que contribuye a su mantenimiento. Es verdad, porque lo es, que en muchas ocasiones la actividad de los veladores se ha salido de madre generando no pocas molestias y estableciendo calles donde la actividad de la ciudad quedaba condicionada por el negocio de la hostelería. El Ayuntamiento de Córdoba , y eso hay que reconocérselo al gobierno municipal presente, se tomó en serio este hecho con medidas correctas como no conceder todo lo que pedía en las solicitudes y algunas otras un tanto surrealistas como las famosas pegatinas en el suelo que se llevan las mangueras de Sadeco a la segunda pasada.
De ahí a cobrar un impuesto obligatorio por colocar un toldo con el que guarecer a los clientes mientras se echan un pitillo parece que existe un mundo y que el personal, sobre todo el que tiene que pagar, no va a recibir de buena gana que el fruto de su salario se vaya en este tipo de pegos. En tanto a usuario frecuente, resulta que vivimos en un lugar donde la calle es el patio de recreo. Y claro que se tiene que procurar la convivencia, que el vecino que pueda ser molestado ha de contar con los instrumentos necesarios para que sus intereses tengan prioridad. De ahí a meterle la mano en la cartera a alguien por procurar un cierto bienestar de sus clientes resulta que va en la línea justamente contraria de una posición razonable.
Si quieren hacerlo bien, basta con no autorizar a quien coloca esos armarios empotrados en plena calle, multar a quien corre más que los papeles y escuchar a quien tiene agravios con sus vecinos. Dejar calles transitables y que negocios y residentes puedan tener una convivencia normal. Que no es poco.