Aguilar de la Frontera

El padre José Jiménez, la irreductible vocación misionera de un sacerdote desde Brasil a Colombia

El padre javeriano, ahora en su pueblo de Aguilar de la Frontera, celebra cincuenta años de su ordenación

José Jiménez, en uno de sus destinos de misión en Latinoamérica ABC

Jesús Prieto

Cincuenta años han pasado desde que se ordenara como sacerdote el misionero javeriano José Jiménez . Una vida intensa dedicada a predicar el evangelio en varios lugares de Latinoamérica. Por caprichos del destino o designios divinos nació en 1939, casi enfrente de la casa dónde había vivido el hoy beato Nicolás María Alberca que fue asesinado en Damasco el año 1860.

El padre José comenzó a tener claro muy pronto, con apenas 18 años, que quería ser misionero y llevar el mensaje de Cristo a lugares donde no lo conocieran. Pasó parte de su adolescencia y juventud aprendiendo en Aguilar de la Frontera oficios tan dispares como carpintero, zapatero, albañil y panadero. Fue este último trabajo el que inició su padre con un horno en la calle Camino Ancho. Horno del que él se hizo cargo cuando su progenitor cayó enfermo.

Pudo mucho más su deseo por hacer vida en la misión. Sólo estudió hasta los once años en varias escuelas de la localidad. A pesar de no contar con ningún título académico oficial quiso ir al seminario . Objetivo que consiguió a los 21 años. Tan sólo diez días después de entrar murió su padre y tuvo que realizar un parón en su formación para volver a Aguilar y encauzar la economía familiar. Por este motivo hasta enero de 1961 no pudo empezar su formación eclesial de manera efectiva.

No tenía ningún hábito de estudio por lo que, comenta, «cabezoneando mucho conseguí terminar los estudios aunque me dispensaron del griego». Estando aún en el seminario de Córdoba pasaron por allí miembros del Instituto Javeriano para anunciar su labor. Y si el padre José lo tenía claro, con ellos vio aún más nítida la luz de su vocación misionera .

Marchó al noviciado a Madrid y, de allí, a Italia dónde fue ordenado sacerdote en la ciudad de Parma en 1970. Cantó su primera misa un mes después en la parroquia del Soterraño de Aguilar, justo el mismo templo en el que el pasado mes de septiembre celebró sus 50 años como sacerdote.

Estuvo en Aguablanca, un distrito de Cali en que vivían 300.000 personas pobres

A partir de ahí y como miembro del Instituto Javeriano llevó a cabo distintas labores en el País Vasco y Navarra. Su primera misión se desarrolló a partir de 1975 en Buenaventura (Colombia) con un previo paso preparatorio por el Amazonas brasileño. Un país que él consideraba más católico que España pero en el que hacían falta sacerdotes. Aunque él, en principio, hubiera preferido desarrollar su labor en China o Indonesia pero las complicadas relaciones internacionales de entonces lo llevaron a Latinoamérica .

No fue el único lugar donde desempeñó su misión ya que en 1984 se fue hasta el distrito de Aguablanca en la complicada ciudad colombiana de Cali. Un barrio en el que vivían 300.000 pobres según sus palabras y dónde había una inmensa labor social por hacer. En 1998 regresó a su pueblo y, desde entonces, ha desempeñado funciones como párroco y administrador parroquial en distintos templos. Ahora es capellán del convento de Madres Carmelitas pero considera que sigue estando en misión porque es un cura que se formó para ser misionero.

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