SALUD
Paciente trasplantada en Córdoba: «Solo pedía algo más de tiempo para criar a mis hijos. Ya llevo 31 años»
Una paciente y la hermana de Miguel Berni, el primer trasplantado del Reina Sofía, narran su experiencia
Cuando le fue diagnosticada su enfermedad, María del Carmen Pinillos era profesora de Educación Física. La noticia de que necesitaba un trasplante cayó como una losa, pero decidió no dejar su trabajo. Su vida pasó a depender de una máquina de diálisis durante un año. Por aquel entonces, solo pedía vivir un tiempo más, el suficiente para terminar de educar a sus hijos. El órgano de un donante le permitió cumplir ese sueño. «Ya llevo 31 años y el 30 de noviembre, el día de San Andrés, cumplo 32».
Pinillos, que se encuentra en esa etapa vital que ella misma define como «el otoño maduro», nunca pensó que llegaría a conocer a sus nietos y ahora tiene uno de 23 años. Recuerda que el aviso de que había un riñón esperándola le llegó de madrugada y que lo primero que sintió fue miedo. «Me dijeron que uno de los riñones de un donante era para mí. El otro fue para un hombre de Jaén», cuenta, revelándose como la prueba empírica de que hay mucha vida después de la enfermedad gracias a la donación y al trabajo de los médicos. Luego llegaron las revisiones, que se fueron espaciando cada vez más en el tiempo. Ahora solo tiene que ir cada seis meses.
Pinillos no dejó de trabajar a causa de la enfermedad ni después del trasplante. Fue después, pasado un tiempo, cuando se cansó «de aguantar a tanto niño», cuenta entre risas. Ahora asiste a clases en la Cátedra Intergeneracional, y lanza un mensaje a los enfermos renales : la vida es mejor después del trasplante, pero mientras llega no hay que desesperarse porque también se puede resistir con garantías gracias a las máquinas de diálisis.
El testimonio de esta mujer se cruzó en el Hospital Reina Sofía con el de Carmen Berni , hermana del que fue el primer paciente trasplantado del centro hace ahora 40 años. Su familia, dice, no tiene palabras para agradecer lo que los profesionales del hospital hicieron por su hermano, no para explicar el ejemplo que Miguel Berni supone para todos. Él jugó el arriesgado papel de abrir la puerta a todos los que llegaron después, en una época en la que la donación y el trasplante no estaban tan asentados en la sociedad como lo está ahora.
«Él nos daba ánimos», explica Carmen Berni , preguntada por cómo se vivieron en la familia aquellos momentos. Recuerda que hace 40 años no había teléfonos móviles y que ella ni siquiera tenía fijo en su casa. «Todos corrimos a instalarnos teléfono en casa para estar conectados», cuenta. Tiene grabado el momento en el que vieron a su hermano al otro lado del cristal haciendo el símbolo de la victoria porque todo había salido bien. «Lamentablemente, hubo un rechazo . Y ya no quiso más trasplantes, porque quería que los órganos fueran para otras personas», dice. Ese episodio marcó a su familia. Tiene claro que la donación permite extender la vida a través de las personas que reciben el órgano una vez que alguien deja de existir. «Lo decía Miguel: donar es dar vida », afirma. Y eso es todo lo que quiere trasladar, con su ejemplo, al resto de la sociedad.
Ahora, los premios Miguel Berni pretenden recordar la valentía de este paciente y la de los profesionales que realizaron el primer trasplante, a la vez que reconocer el compromiso de personas e instituciones con la promoción de la donación, el trabajo de divulgación y el ejemplo de superación. El martes a las 21.00 horas se entregarán los galardones de esta edición en el Centro de Recepción de Visitantes.