Natividad Gavira - PUERTA GIRATORIA
Osio de Córdoba
El Ayuntamiento no recala en su importancia y prefiere encontrar en otras personalidades el fundamento de nuestro pasado
En esta ciudad, como en tantas otras, hay una selección histórica para las causas principales . Civilización, cultura y pasado toman la forma del recipiente que las contiene y ahora la vasija está muy lejos de todo lo que afirme el papel determinante de la Iglesia en la historia de Córdoba, las razones son lo de menos. Se trata de construir desde las instituciones un discurso pretendidamente coherente sobre los grandes hitos históricos que dan nombre mundial a Córdoba, pero hay lapsus que dejan patente que la historia no es inocente, mucho menos cuando se oculta o ensancha en el lugar que conviene al momento político. El apoyo institucional es tan discrecional para elegir a sus compañeros históricos que una llega a echar de menos el seguimiento de una comisión municipal para elegir los símbolos del pasado sin complejos ni remilgos , pero las comisiones están en otros menesteres.
Ha sido el Cabildo Catedral de Córdoba el que ha decido festejar la figura histórica del obispo Osio, el obispo de Córdoba que conoció el siglo de vida, presidió el Concilio de Nicea y redactó el credo, el artífice de la conversión del emperador Constantino y la personalidad más influyente en la comunión de la Iglesia de Oriente y Occidente del siglo IV. La Iglesia griega lo venera como santo en agosto y en Córdoba tenemos su hierática figura presidiendo la plaza de las Capuchinas , obra del escultor Lorenzo Coullaut. Parecen datos suficientes como para que el estudio y divulgación de su figura trascienda lo eclesial, por lo que tiene de actual esa determinación por conectar dos mundos. Aunque no es su cometido, parece claro que el Ayuntamiento no repara en su importancia y prefiere encontrar en otras personalidades históricas el fundamento de nuestro pasado.
De este modo, a la alcaldesa de Córdoba no le importa rotular como un día para la historia la mañana de una semana cualquiera cuando reúne en su despacho a los interesados en fomentar la producción Halal en esta tierra. Lo dijo, claro, por el gran desarrollo económico que atraen estas empresas que regalan, generosas, al intercambio comercial esa dosis de contacto cultural tan apetecible en años de desencuentros. Esos cálculos tan celebrados habría que enfrentarlos con la economía que durante décadas ha ido generando, por ejemplo, la Semana Santa y sería irresistible tal comparación. Dos acciones que contienen en la religión su razón de ser y que quieren ser desvinculadas para hablar de economía local. Ante lo Halal la laicidad se orilla, mientras ante el hecho cristiano se somete al escrutinio de la confesionalidad .
Los que mandan desearían que la tradición católica fuese más maleable, más controlable en el universo cuadrado de sus consignas, pero no es así y su indiscutible vigencia no acaba de ser entendida. Aceptarla sería disociarla de algunas etiquetas que siguen funcionando desde el atril al hablar de familia, educación o género .