Aristóteles Moreno - Perdonen las molestias
Las ordenanzas y tal
Cuando hay que tomar decisiones, los hosteleros no quieren aparecer como los tipos que aprietan el gatillo contra sus semejantes
A la patronal de hostelería le parece un ataque inaceptable que los infractores que se apropian del espacio público con sus veladores sean sancionados. En su opinión, a un señor que se salta un semáforo rojo habría que considerarlo en la complejidad de su contexto socioeconómico. Una víctima del sistema, la crisis financiera, la persecución institucional y el sursum corda en cinemascope.
La patronal hostelera, la federación de vecinos y el Ayuntamiento llevan unos cuantos meses evaluando si aparcar encima de la acera es una infracción o un acto de fraternidad. Y, en caso de que lo sea, cómo hay que tratar al conductor para que no se tome la multa como un ataque personal. Las ordenanzas de veladores dicen lo que dicen desde hace años exactamente igual que las normas de circulación indican que cuando el semáforo se encuentra en color rojo el vehículo debe detenerse. Y debe detenerse sí o sí. En caso contrario, el conductor sabe que se enfrenta a la multa correspondiente o a la pérdida de puntos en el carné.
Lo que la patronal de hostelería quiere es que a un señor que circula en dirección prohibida se le dé una palmadita en el hombro. Se le trate como a una víctima propiciatoria del sistema y se organice una comisión para determinar si ha incurrido en un quebranto del código de circulación o se le hace un homenaje por los servicios prestados.
Hemos dicho que la patronal hostelera, la federación de vecinos y el Ayuntamiento llevan unos cuantos meses evaluando si circular a 190 por el casco urbano constituye un acto de temeridad. Es una verdad a medias. No llevan meses. Llevan años. Hay ventajistas que privatizan desde hace décadas el acerado que nos pertenece a usted y a nosotros con absoluta impunidad. Sacan las mesas, las sillas, los parasoles, los maceteros, los toldos y hasta las carpas y toman el espacio por el que pagan y también el espacio por el que no pagan.
Ahí están las ordenanzas municipales. Muertas de risa. Con su protocolo regulador de la convivencia en la vía pública. Un metro y medio de distancia hasta la fachada y el 20 por ciento de ocupación máxima de una plaza, amén de otros requisitos que dicta la lógica urbanística del espacio común. Eso dice la norma. Lo que dice la realidad de cada día es que aquí cada uno se toma la parte por el todo y ancha es Castilla.
La patronal de los hosteleros se ha levantado de la mesa de los veladores quince minutos después de que el Ayuntamiento anunciara la imposición de la sanción correspondiente a 40 infractores irreductibles. Lo cual nos hace pensar que hasta ese momento se dedicaba a jugar a las casitas. Es decir: a consensuar acuerdos inaplicables, inservibles, ineficaces, inútiles y estériles. Puro decorado para simular que se tiene sentido de la responsabilidad más allá del corporativismo.
Cuando hay que tomar decisiones (porque algún día hay que tomar decisiones), los hosteleros no quieren aparecer como los tipos que aprietan el gatillo contra sus semejantes. Por muy insolidarios que sean sus semejantes y muy descarada la confiscación unilateral del acerado. Entonces es mejor levantarse de la mesa, atusarse el cabello, estirarse la camisa y apuntar con el dedo índice contra los que se atreven (sin compasión) a multar a quien se salta el semáforo en rojo.
Entretanto, seguimos esperando que alguien, alguna vez, aplique las ordenanzas municipales que se aprobaron en el pleno de este Ayuntamiento para regular la convivencia en la vía pública.