Opinión Córdoba

El «circo de don Gonzalo»

En el IV Centenario del Gran Capitán se inauguró sólo el pedestal de su estatua

La estua del Gran Capitán, en una noche de toque de queda en Córdoba por la pandemia Rafael Carmona
Francisco Solano Márquez

Francisco Solano Márquez

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Querida Córdoba : Paseando esta mañana por tus Tendillas me sorprendió ver que el monumento del Gran Capitán y su fuente estaban ocultos tras una valla circunstancial de lonas blanquiverdes. Intrigado, miré por una rendija y observé que habían desaguado la fuente y habían colocado encima una tarima. A ver qué sorpresa nos prepara tu Ayuntamiento, Córdoba , para unas navidades que no vamos a celebrar como siempre, aunque algunos políticos anden empeñados en salvarlas. (¿Salvarlas o salvarnos?, he ahí el dilema). Pero hagan lo que hagan hay que preservar el monumento a toda costa, no vayamos a convertir al Gran Capitán en figurante de comparsa, cuidado. La valla ocultadora me recordó un episodio lejano en el tiempo.

El 2 de diciembre de 1915 se conmemoraba el cuarto centenario de la muerte del Gran Capitán , y unos años antes el oficial de Infantería Antonio García Pérez propuso en el «Diario de Córdoba» que para celebrar la efeméride se erigiese un monumento en su honor, idea que enseguida sumó adhesiones, entre ellas la del escultor Mateo Inurria, dispuesto a realizarlo. Tu Ayuntamiento, Córdoba , apoyó la idea con entusiasmo, creó una comisión y abrió una suscripción pública a nivel nacional para reunir las 200.000 pesetas que costaba el monumento. La intención era inaugurarlo en la fecha citada, pero la escasa respuesta a la suscripción obligó a inaugurar solo ¡el pedestal! de la estatua, una ridiculez, que puso en evidencia la cicatería de los cordobeses. Estaba situado en el cruce del Paseo del Gran Capitán con la avenida dedicada entonces a José Canalejas.

Con el fin de proteger el pedestal de posibles acciones vandálicas se colocaron alrededor unas vallas protectoras, que el gracejo popular enseguida llamó «el circo de Don Gonzalo» , lo que acabó motivando su retirada. El monumento no se inauguraría hasta el 15 de noviembre de 1923, ocho años más tarde, eso sí, con toda pompa ¿recuerdas Córdoba aquel día?: misa de campaña, discursos, desfile militar, corrida de toros en Los Tejares, fiesta literaria en el Gran Teatro, baile de gala en el Círculo de la Amistad, ofrenda floral de los escolares, concierto de bandas militares, comidas extraordinarias en los asilos y limosna de pan a los pobres, ea.

La suscripción pública fue un fracaso, pues después de que Inurria rebajase su presupuesto a la mitad —a costa de suprimir las estatuas de la Fortaleza y la Prudencia— la recaudación sólo alcanzó 65.079 pesetas, y de no ser porque un alcalde efímero y resolutivo, Patricio López, decidió que el municipio aportara el resto, don Gonzalo se hubiese quedado sin monumento. (La gloria inaugural la recogió su sucesor, Antonio Pineda de las Infantes, paradojas de la política). Y lo que son las cosas, Córdoba : tan solo dos años después de inaugurarlo, un nuevo alcalde, José Cruz Conde, decidió transformar en avenida el Paseo del Gran Capitán y el monumento estorbaba, así que ordenó desmontarlo y llevar la estatua a la nueva plaza de Las Tendillas, donde quedó instalada en 1927. Y ahí sigue por fortuna, querida Córdoba.

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