Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
Oídos sordos
Mientras los empresarios predican en el desierto del hartazgo, la clase dirigente local sigue a lo suyo: el «photocall»
Apagados los focos electorales, vista larga y oídos sordos. El « photocal l» de Córdoba, como ingeniosamente definió Aristóteles Moreno en estas páginas a esta clase dirigente de la ciudad que se mueve como un desplegable recortable por la agenda oficial, dispersa su alcahueteo y ya no presta atención. Hace unos días, hubieran dado la vida por tragarse un tratado de química cuántica en arameo o escuchar los lamentos de un pobre autónomo o aquellos de una pizpireta viuda envuelta en su soliloquio de laca y dolencias. ¡Ayyyy, las personas! Porque el «photocall» tiene esa capacidad de optimizar minutos y fotos sin regalarle los oídos a nadie e insinuando a la vez que se muere de ganas por el mínimo detalle de tu nimia existencia. Son ya mayoría en todo evento en que la sociedad civil cordobesa intente expresarse sin que le subrayen el guión. Con ciertas dosis de libertad . Tal y como es (¿o era?). Cuando no, la escena es el justiprecio debido. Así lo muestran cuando arman con garbo inusitado esa barrera fronteriza entre la realidad y su realidad al posar en semicírculo de ciento ochenta grados para la nube de flashes en cualquier convocatoria que se precie. La semiótica del poder, nos enseñaron en la facultad que se llamaba. El don de la ubicuidad y el milagro de los panes y los peces. El orden protocolario, excusarían. Cualquier mañana, el cuarto de baño, esa auténtica patria de la intimidad que aún nos queda, caerá en las manos del «photocall». Y ya nada será igual. De repente se topará con ellos al salir de la ducha, si no han terminado enjabonándole.
Los empresarios cordobeses han decidido predicar en el desierto. Iniciar un diálogo de besugos con el «photocall». No me chilles que no te veo. Hartos de esperar pactos, negociaciones, nueva política, gobiernos de progreso y cambio, estabilidad, han empezado a asomar la cabeza para decir basta ya. Aburridos de escuchar la misma coartada y negativa del tiempo electoral que inmoviliza todo papel viviente en las faldas administrativas. Percatados del riesgo que se acumula, del precipicio que se aproxima. Resignados ante esa doble velocidad que impide el movimiento de las cosas: el ímpetu del que emprende menos el freno de quien malgestiona y politiza, igual a nada. La ecuación perfecta.
Los constructores cordobeses ponen el grito en el cielo. Más de cincuenta proyectos para la provincia de aquí a 2020 que ya no entran en la cartera de la Junta de Andalucía . Más de 260 millones de inversión pública que no volverá por muchas vueltas que dé en los circunloquios habituales y el manejo del condicional al que el «photocall» ya nos tiene acostumbrados. Miles y miles de empleos que no se impulsarán. Oídos sordos a las reivindicaciones y el hartazgo de empresarios que empiezan a ver nubarrones negros en lugar de brotes verdes . Carreteras, equipamientos, viviendas, naves, vías, trenes, metrotrenes, permisos,... Vocablos de un idioma bien distinto por lo que parece al que maneja el «photocall».
Que una docena de grandes, medianos y pequeños empresarios cordobeses cuenten en un foro su experiencia (exitosa, por otro lado) en público y se animen a pedir más apoyo , más cariño, más inversión, menos presión fiscal, más apuesta cultural, mejores accesos y comunicaciones y menos complejos no resulta atractivo, elocuente, preocupante o revelador; y no merece la pena ser tenido en cuenta. El «photocall» llegó, vio, venció... y se esfumó dejando vacías las primeras filas de oídos sordos que seguían perplejos la cascada de enmiendas. Hasta incluso cuando dos rectores tomaron la palabra para invocar al conocimiento y su entendimiento con esos empresarios que predican en el desierto. Nadie entiende a nadie. Nadie escucha a nadie . Tú solo mira a la cámara, y sonríe.