José Javier Amoros - Pasar el rato

Oferta de naciones

El 24 de octubre será el día nacional de Córdoba

Nuestro diputado multipreguntador, Antonio Hurtado , podría aprovechar la ocasión que brinda a España su jefe, el gran Sánchez, y proponer al Congreso que apruebe el reconocimiento de Córdoba como nación. Dentro de la reforma constitucional que se anuncia. Todo legal. Una reforma para que Rajoy gane tiempo y pierda votos, que es lo que viene haciendo mejor. La España plurinacional sanchezca va a poner la idea de nación a precio de mercadillo. En cada capital de provincia hay, previsiblemente, un diputado multipreguntador, y ahora tiene ocasión de pasar a la historia por una iniciativa de verdadera trascendencia. Más de medio centenar de capitales de provincia convertidas en orgullosas naciones de la gran nación de naciones. Resultará imposible encontrar en el mundo una comunidad política más plurinacional. España , otra vez pionera en lo accesorio. Y si pareciera poco al insaciable Igle sias, hay en la España todavía uninacional 19.000 pueblos, incluidos los que tienen 3 y 5 habitantes. Pueden aspirar muy justamente al mismo trato constitucional que sus mayores, pues en eso consiste el dogma de la igualdad, en que todos podamos ser nación. Si los 19.000 pueblos se convierten en nación, el nacionalismo pierde interés y argumentos. Y a los nacionalistas de referéndum no les queda más papel que seguir insultando en horario laboral e ir al campo los domingos. Cuando todo es nación, nada es nación. El nacionalismo es un sentimiento de superioridad que trata de ocultar un sentimiento de inferioridad. La gente verdaderamente superior no pierde el tiempo en tonterías.

Volvamos a Córdoba, que es de donde veníamos. Si faltara a los cordobeses una manifiesta voluntad nacional, que les falta, para eso están los colegios y los periódicos y las tertulias y los peroles. Publicidad. Adoctrinamiento. Será difícil, porque el cordobés es un pueblo con gran sentido del humor. Y el sentido del humor es la tumba del nacionalismo. Pero hay que hacerle evidente las ventajas. El 24 de octubre, que ya se acerca, pasaría a ser el Día Nacional de Córdoba. Un mimetismo burlón, convertido en costumbre, acabaría llamándolo «la Diá» . Ninguna ley de transitoriedad jurídica resiste el corrosivo ingenio de taberna, estos son nuestros poderes. La orquesta, Orquesta Nacional de Córdoba. El aeropuerto, Aeropuerto Nacional de Córdoba, sin viajeros, pero con un nombre distinguido. Lo que importa es mantener la ficción. No será difícil conseguir una Radio Nacional de Córdoba, que siga hablando de lo mismo, pero con el empaque que da el nuevo adjetivo. Como se habrá advertido, transformar Córdoba en nación no resultaría caro. Un acuerdo entre La Carlota y Écija para regular el precio de los aparcamientos en las ferias, se convertiría automáticamente en un pacto inter-nacional. ¿No es sublime? Las cosas más nimias y cotidianas adquirirían así una solemnidad de la que ahora carecen. Y una nación, en el moderno concepto advenedizo de nación, consiste en solemnizar lo trivial. Se trataría de hacer el ridículo, pero no como la Generalitat, sino dentro de la ley. Por eso no necesitaríamos pagar historiadores para que descubran que Cervantes nació en Hornachuelos , y escribió El Quijote con acento de la sierra cordobesa. Si no para otra cosa, que seguramente no, constituirnos en nación nos permitiría igualarnos en fatuidad y simpleza con un nacionalismo de butifarra y casteller.

—Y tú, ¿de dónde eres?, preguntará al hombre la muchacha pizpireta, en el I Botellón Nacional, previo a la Feria .

–Yo soy de nacionalidad cordobesa y de plurinacionalidad española. Pero puedes llamarme Paco .

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