José Javier Amorós - PASAR EL RATO

Ocupación

La izquierda del concejal García no combate la religión, sino la ocupación, todo por la patria

Representantes y simpatizantes de un estado extranjero ocuparán las calles de Córdoba durante la Semana Santa. Y las iglesias, que son propiedad inconstitucional del estado ocupante. Los cordobeses, un pueblo tolerante y feliz, no son conscientes de que llevan siglos y siglos invadidos, con un breve paréntesis musulmán de libertad. Ha tenido que ser un discreto concejal de su Ayuntamiento quien haya puesto al pueblo ante el espejo de su servidumbre histórica. La Mezquita-Catedral, descubrió recientemente el joven investigador, «pertenece a un estado extranjero, el Vaticano». Se trata de un acto político de ocupación por un estado pequeñito y sin divisiones, que es lo más humillante. «Oigo, patria, tu aflicción». Tantos viajes internacionales del Papa resultan sospechosos, y los países visitados harían bien en recontar sus inmuebles después de despedirlo.

La izquierda del concejal García no combate la religión, sino la ocupación, todo por la patria. Hay precedentes. Otro andaluz, de Jaén, Bernardo López García, compuso aquel poema memorable y recargado al 2 de mayo de 1808, cuando España entera se levantó en armas contra los franceses, que venían para quedarse. «En tu seno virginal / no arraigan extraños fueros, / porque indómitos y fieros / saben hacer tus vasallos / frenos para sus caballos / con los cetros extranjeros». Ahora ya no somos vasallos, porque ha llegado Pablo Iglesias, pero valga la licencia política para rimar con caballos, que sigue habiendo. Aunque también podríamos darle al verso un toque de modernidad, diciendo: «Porque indómitos y fieros / saben frenar tus cofrades / la invasión de los almohades / y otros pueblos extranjeros». De este modo se mantendría vivo «el paso de la cultura árabe por nuestra ciudad», que es preocupación del concejal libertador.

Hay más curas que concejales, más monjas que diputados, más entidades religiosas que partidos políticos, y eso desequilibra la democracia. Y no obstante el celo de las visionarias, será difícil que tanta gente arda como en el 36, porque no se van a dejar. Los medios actuales de prevención de incendios, y quienes los manejan, son mucho más eficaces que los de hace ochenta años. Lo mejor es dejar las discrepancias religiosas reducidas a los ovarios de las discrepantes, con los que han conseguido un alto nivel especulativo y en los que parece haber menos gente interesada de la que a ellas les gustaría. No importa, porque la revolución deja poco tiempo libre para las alegrías de la carne. O revolución o sexo. De la mezcla sólo puede salir Berlusconi. El mismo Iglesias ha tenido que reservar para el Congreso de los Diputados un fugaz intercambio de bigotes con otro revolucionario reprimido, para no quitarle minutos a su vicepresidencia del gobierno. El beso del Congreso, ese exceso en el receso. Un acceso de progreso. Poco seso.

Pero estamos centrándonos en la fisiología y apartándonos del poder, a no ser que se trate de la misma cosa. A partir del descubrimiento de García será difícil que volvamos a mirar a un obispo o a un párroco con los mismos ojos de creyentes confiados. Usted, monseñor, es un español vendido, un avaticanado. En contra de lo que el concejal pretende, santa inocencia, con el Papa no se puede contar, porque es el jefe de la inmobiliaria y está al corriente de todo, no como Urdangarín. La Iglesia nos roba, «el mayor robo de nuestra historia». ¡Al ladrón, camaradas, al ladrón! ¿Qué podemos hacer? Políticos corruptos, jueces venales, obispos maquiavélicos… Desengáñese, García, viene a por nosotros.

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