Coronavirus Córdoba
El ocio nocturno de Córdoba se enfrenta al cierre tras reabrir con una facturación reducida al 50%
Los empresarios, en torno a medio centenar en la capial, reclaman ayudas de las instituciones para poder subsistir
El mundo de la noche se acaba, al menos tal y como lo conocíamos hasta ahora. El Gobierno, junto con las comunidades autónomas, ha anunciado el cierre de discotecas y bares de copas para intentar frenar la escalada de contagios. Sólo queda concretar el decreto que eche el cerrojo, pero puede que la medida no sea más que el descabello para un sector que ya estaba moribundo. Nunca se llegó a recuperar del todo tras el confinamiento, con locales ya cerrados , algunos que nunca llegaron a reabrir y los más intentando sobrevivir como pueden a sabiendas de que les espera un futuro incierto.
Sólo en Córdoba capital hay en torno a medio centenar de locales dedicados exclusivamente al ocio nocturno, según las estimaciones de Alberto Rosales , presidente de la asociación Córdoba APTC . No se incluyen en los números los negocios mixtos, esto es, aquellos en que se ofrecen no sólo copas durante la noche, sino también comida y aperitivos (y algunos hasta desayunos) durante el resto del día. Esos podrán salvar al menos una parte del negocio, aunque « si ahora se criminaliza este sector luego va a costar mucho levantarlo», afirma Rosales.
Casi todos los bares de copas reabrieron poco a poco durante la desescalada. Pero el negocio ya no era lo mismo. Sin turistas y con el miedo instalado en buena parte de la sociedad, los locales de ocio nocturno perdieron, en el mejor de los casos, la mitad de su facturación respecto al verano pasado. Así lo indica Rubén Ribero , representante de estos empresarios en la patronal de la hostelería Hostecor y gerente de dos discotecas en la ciudad, Góngora Café y La Posada de Babylonia , ambas cerradas. Los gastos, por el contrario, siguieron siendo los mismos, con la excepción de los salarios de los trabajadores en ERTE. Algunos pudieron renegociar los alquileres con los propietarios de los locales, que en general «se han portado bien», apunta Ribero.

No quedan muchos negocios en Córdoba con licencia de discoteca como tal, que permite alargar el horario de cierre hasta las cinco de la madrugada -antes de las restricciones hasta las siete de la mañana-. Tal vez sumen media docena, según los cálculos de J uan Francisco Prieto , propietario de una de ellas. Es el Long Rock , un negocio familiar que se ha hecho un nombre propio en la noche cordobesa a lo largo de 13 años. Tras su reapertura comenzó facturando un 50 por ciento de lo habitual y ya está por debajo de un tercio, sostiene el gerente.
En el Long Rock la música sigue siendo la misma de siempre -una generosa selección de temas que invitan a la nostalgia, muy alejada del estruendo-; casi todo lo demás ha cambiado. En la entrada el portero, un gigante amable y risueño al que todos llaman «Buba» , toma la temperatura a quien quiera entrar. A todos, incluso al dueño. Después hay que registrarse con DNI y teléfono , firmar y permanecer sentado. La mascarilla solo se puede quitar para consumir y está prohibido bailar, saltar, pedir en la barra y hasta permanecer de pie. Son las normas y se cumplen a rajatabla.
Por eso Juan Francisco se muestra descontento con la decisión de las autoridades de cerrar todo el ocio nocturno . Se ha despachado a gusto esta semana en sus redes sociales: «Se ha instaurado una dictadura del miedo en la que los principales culpables de todo somos los ciudadanos», dice entre otras cosas. Pese a todo, es capaz de ver el futuro con cierto aliento. «Quiero pensar de forma optimista y confiar en mi gobierno, que asuma una responsabilidad patrimonial y tome medidas económicas», sostiene mientras suena en su bar la Creedence Clearwater Revival , un icono setentero que le sirve para recordar que «nosotros vendemos ocio y cultura».
Para el dueño del Long Rock , bastaría con tomar dos medidas básicas para garantizar la supervivencia de un sector que, asegura, «representa el 1,8% del PIB del país y que sustenta cerca de 300.000 puestos de trabajo directos e indirectos». Por un lado, prorrogar los ERTE ; por otro, ofrecer ayudas para los alquileres de locales comerciales. Su discoteca seguirá abierta mientras no exista una prohibición oficial. Llegado el momento, explica este empresario con dos décadas en el mundo de la noche, «vamos a cerrar con todas las consecuencias. Con las condiciones que sean, pero queremos un cierre hasta que haya seguridad plena . Que no me vuelvan loco, cuando se pueda abrir que sea definitivo y mientras tanto que se hagan cargo de nosotros».

Más resignado se muestra Salvador , propietario del Bourbon , un bar de karaoke en la calle Reyes Católicos que, sorprendentemente, ha aguantado bien la reapertura y no ha perdido clientela respecto al año pasado. Cree que se debe a que los cordobeses han salido menos de vacaciones y su negocio resulta más atrayente y divertido para grupos de amigos y familiares que otros locales de ocio nocturno. Sus buenas perspectivas se disiparon con el anuncio del gobierno y las comunidades autónomas del pasado viernes. Salvador sabe que tendrá que cerrar y hasta reconoce que se esperaba una medida similar en algún momento, «pero no tan pronto».
Entre sus quejas hay una recurrente para los empresarios del ramo: los locales de ocio nocturno «son de los que más controlados están». En el Bourbon, por ejemplo, se desinfectan los micrófonos del karaoke después de cada uso. Aunque el interior del local es estrecho, el aforo está limitado a 40 personas «y no entra ni una más si no sale un cliente», dice con firmeza Salvador. El propietario está convencido de qu e el cerrojazo del ocio nocturno solo servirá para alentar los botellones o las fiestas privadas, donde todas las precauciones con que cuenta el Bourbon son inexistentes. No ve el futuro con esperanza. «Esto va a suponer el cierre y el cese de la actividad . Las perspectivas de futuro no son buenas y no creo que nos dejen volver a abrir antes de finales de año. No me parece justo ni lógico», declara.

Junto al Ayuntamiento tiene su negocio Alberto , un joven de 27 años que se lanzó al mundo de la noche por primera vez la Navidad pasada. Remodeló por completo un viejo conocido de la noche cordobesa, La Espiga, para transformarlo en La Contentura , uno de los bares mixtos en los que se puede tanto comer como copear. Eso lo salvará de la quema, no así de chamuscarse. «Para nosotros las copas son la mitad del negocio », asegura, «así que de entrada pierdo el 50 por ciento» pese a disponer de todas las medidas de seguridad e higiene obligatorias y espacio de sobra para sus clientes. La Contentura podrá seguir abierto con su otra línea de negocio. En esas condiciones, Alberto se plantea que «si siguen prohibiendo cosas, ¿de qué vamos a vivir?».
La Contentura abrió a finales del año pasado y sólo pudo hacer caja durante tres meses . En la reapertura, la caída de facturación alcanzó el 65%, según el propietario. En esas condiciones, de siete trabajadores contratados «sólo quedamos mi padre y yo» , se lamenta Alberto. Pese a todo, piensa resistir y «mantendré abierto hasta la una de la madrugada, porque hay que comer».

La cercana calle Diario de Córdoba, otrora una animada zona de copas, es ahora un desierto en el que sólo queda abierto El Último Tango , un nombre que tal vez aventura lo que le espera a la noche cordobesa. Los camareros Antonio y Rakel Winchester afirman que el local podrá seguir abierto puesto que no es sólo un bar de copas. El problema está, como en los demás locales, en la pérdida de negocio, que calculan en un 60 por ciento de lo habitual. Además, en El Último Tango casi toda la caja se hace entre la medianoche y la hora de cierre, a las dos de la madrugada. Durante el resto del día «trabajamos a pérdidas, un desastre», aclara Antonio. Rakel Winchester , veterana de la noche cordobesa, incide en la cuestión económica recordando que «esto antes era una mina y ahora en un fin de semana completo hacemos lo que antes en una noche de jueves».
La encargada de El Último Tango se muestra comprensiva con las medidas: « Yo lo entiendo pero podían ayudarnos un poco ». De lo contrario, «a medio plazo me veo sin trabajo». Es lo mismo que pensará cualquiera que trabaje en el ocio nocturno.
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