Cultura

Las nuevas voces del flamenco cordobés

El sueño de ser cantaor sigue vivo en buen número de jóvenes, respetuosos con la tradición y con ganas de triunfar

El cantaor Bernardo Miranda en una actuación en una peña flamenca ABC

Félix Ruiz

Nuevas voces para el cante cordobés . Vocaciones vigorosas que demuestran que el flamenco sigue vivo en tiempos de reggaeton. Bajo el magisterio de Fosforito, de El Pele o de Luis de Córdoba , un abanico amplio de artistas nacidos a finales de los 80 y en los 90 trata de forjar su estilo. ABC ha charlado con seis de ellos. Coinciden estos jóvenes artistas en que Córdoba es una provincia magnífica para aprender a cantar, con referentes de primer nivel y centros académicos como el Conservatorio Superior , que imparte el grado superior de cante. Pero no creen sin embargo que la ciudad ofrezca oportunidades a nivel profesional. De hecho, ellos están habituados a hacer las maletas y salir fuera. Los que les caracteriza como grupo es el respeto profundo a la raíz de su arte y el sueño de dominar todos los palos, lo que les lleva en estos días de confinamiento a seguir ensayando en busca de la excelencia. En ella se deben fundir la técnica y la inspiración, el viejo duende del que nadie habla pero que ahí sigue.

Desde Mallorca, donde imparte clases de cante en su Conservatorio, lo explica Salvador Anaya, cordobés de 1987 y que en estos días extraños ejercita la voz en su casa isleña y con nostalgia de una guitarra que le acompañe. Explica Anaya que tomó clases de baile de niño con Concha Calero, por lo que fue más tarde cuando se dio cuenta de que lo suyo era el cante, que empezó a aprender en la Peña Merengue de Córdoba. Estudió el grado superior de cante el Conservatorio, y allí coincidió con guitarristas y cantaores de su generación. Seguidor de Luis de Córdoba, del que destaca «su brutal conocimiento», también admira a los viejos maestros, a Antonio Chacón y Antonio Mairena, y a clásicos recientes como Camarón y Morente, aunque reconoce que estos últimos son únicos «y no se les puede seguir». Anaya explica que el cante «es duro» y que para esto «hay que nacer». El cantaor asume también que el público cordobés y andaluz es sabio. «Sacar un ole en Andalucía es difícil», explica.

De Los Pedroches, nacida en Cardeña en 1988, procede Sara Corea , cantaora que en estos días, a través de videoconferencias, prepara su nuevo espectáculo con la bailaora María Pagés. A Sara la afición le viene por su padre, que de niña la llevaba a la Peña de Pozoblanco. Estudió el grado medio de guitarra y también Magisterio en Sevilla, donde hacía jazz. Pero a los 22 años empezó cantar flamenco en fiestas de amigos. Entonces se obró el milagro: nació la vocación. Y luego vino el vértigo. «Al principio hacía cosas light pero después quise cantar por derecho», explica. Como empezó tarde, reconoce que ha tenido que «estudiar mucho». De hecho, ahora completa el grado superior de cante, lo que compatibiliza con sus actuaciones en tablaos como Casa Patas de Madrid. Sara Corea, que admira a Pastora Pavón, a Fernanda de Utrera y a Enrique Morente, se muestra partidaria de la libertad creadora, pero explica que «nadie que no conozca el pasado puede evolucionar». Como mujer, reconoce que nunca ha tenido que luchar más que otro. «En el cante no hay puertas que abrir», explica.

Talento joven procedente de la Campiña Sur es por su parte Bernardo Miranda, nacido en Fernán Núñez en el 88. Sus primeros recuerdos flamencos lo trasladan a viajes en el camión de su padre, al que acompañaba durante las vacaciones con la banda sonora del cante en el radio-cassete. Allí nació la vocación, que luego se hizo sólida en la Peña El Mirabrás, donde pudo aprender de su paisano Pedro Obregón. También escuchó mucho a Mayte Martín y a Enrique Morente, y se dejó seducir por Pastora Pavón, la Niña de los Peines, Chacón y Mairena. Miranda explica que el cante tiene mucho de innato, pero explica que el talento está también «en la capacidad de elegir lo que tienes que hacer». Ganador de varios concursos, lamenta que estos certámenes y las peñas miran a menudo más por ellos mismos que por los artistas. También afirma convencido que la única pureza en el arte en «ser honesto». Miranda espera que acabe el confinamiento para seguir, pues su nombre se anuncia en tablaos de Madrid y Sevilla.

De familia le viene la vocación a Milagros Salázar , cordobesa nacida en la capital en 1992 y nieta de Antonio Salázar «El Lapiz», viejo cantaor que, según ella explica, «se ganaba la vida cantando en las fiestas de los señoritos». La cantaora mamó el flamenco en la cuna y fue con 12 años cuando empezó a tomar clases. Ella dice que ha bebido de todas las fuentes y que nunca ha tenido un cantaor favorito, aunque nombra con admiración, por ejemplo, a Camarón, Fosforito y Chacón. Salazar es crítica con la situación que viven muchos artistas del flamenco en Córdoba. «Somos una cuna y aquí hay muchos artistas magníficos y un Conservatorio con grado de flamencología, cante y guitarra, pero el problema es que no existen los lugares suficientes para actuar», explica. Ella reclama espacios dedicados no tanto al turismo sino a los aficionados y anhela que los artistas se unan para «tener más peso».

Araceli Campillos es por su parte lucentina, nacida en 1994 y premiada en concursos tan importantes como la Lámpara Minera. Ella explica que se siente en un momento dulce, muy arropada por la familia y la afición. «Antes tenía mucho respeto y no disfrutaba al cien por cien, pero ahora sí lo hago y me hace muy feliz ver a la gente disfrutar», argumenta. En cuanto al talento, cree es la clave de todo, pues ahí nace «la magia que te hace atrapar al público sumergiéndolo en los cantes, transmitiendo mediante la voz y los gestos». También destaca ella la labor de las peñas y la importancia que han tenido en su carrera, pues le han permitido aprender. En su memoria sentimental ese encuentran la Niña de los Peines, Mairena y Morente, pero añade a Juanito Valderrama, a Paquiro, a Antonio Reyes, a Lole y Manuel, a Marina Heredia o a Miguel Poveda. El flamenco corre así por sus venas e incluso en este confinamiento ha compuesto Araceli una saeta dedicada a los sanitarios y que le canta a sus vecinos desde el balcón de casa para transmitirles fuerzas.

Esta nómina de seis cantaores de la última hornada cordobesa concluye con Rafa del Calli , nacido en el 93 y artista de linaje gitano, de la familia Plantón. Hijo de José Planton «El Calli» y hermano pequeño de José del Calli, formados ambos en esa universidad flamenca que es su casa pero también en el Conservatorio Superior. Los dos hermanos se dieron a conocer en el Concurso Provincial de 2014, cuando ganaron uno el certamen de mayores de 21 años y el otro el de menores de 21. Rafa explica que su padre les explicó muy joven que había que había que escuchar a todo el mundo y dominar todos los palos. «El flamenco se mama y o tienes voz o no cantas», explica, al tiempo que señala que la única forma de aprender de verdad es cantando, en los tablaos. Porrina, Caracol, Arcángel, Antonio Reyes o El Pele son algunos de los cantaores que admira este joven cordobés.

Estos seis nombres representan el viejo sueño renovado de ser cantaor , algo con lo que no pueden ni las tecnologías ni las turbulencias del siglo XXI y que sigue vivo en ellos y en otros cantaores cordobeses de esa misma generación o de generaciones cercanas. También en otros más veteranos que marcan el camino a seguir. No hay dudas con ello de que el flamenco está muy vivo en la ciudad, aunque a menudo no ocupe en las programaciones el lugar que debería.

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