Cultura
Dos nuevas obras redescubren al Julio Romero de Torres más paisajista y adolescente
La especialista Mercedes Valverde sitúa en un paraje de la Sierra de Córdoba dos tablas que pintó influenciado por su padre a finales del siglo XIX

Los grandes artistas dejan una estela densa que les sobrevive, pues obras suyas siguen saliendo a la luz pública cuando parecía que todo estaba descubierto. Eso ocurre con Julio Romero de Torres , creador inacabable y de cuyo nacimiento se han cumplido este 9 de noviembre 146 años. Lo curioso además es que lo que ahora se hace visible no es un trabajo de sus años finales de fama y gran reconocimiento en España y América, más cercanos en el tiempo y visibles, sino de sus neblinosos inicios, de cuando se iba forjando el artista vocacional, talentoso y adolescente bajo el influjo poderoso de su padre , el pintor Rafael Romero Barros , magistral paisajista.
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En concreto, dos pequeños cuadros sobre tabla de 17x31 centímetros, cuyo estudio le encargaron recientemente a la historiadora del arte Mercedes Valverde, especialista en el pintor y directora durante años de su Museo . Se trata de dos paisajes de un mismo edificio, visto desde dos perspectivas diferentes, y que a Valverde le han supuesto un reto casi de novela policíaca. Una investigación no ya sobre su autoría, de la que hay pocas dudas pues están firmados con nitidez en su ángulo inferior derecho, sino sobre el paisaje que ambos representan.
Varias fuentes de confirmación
Valverde explica que, después de mucho indagar y darle vueltas al asunto, la conclusión a la que llega es que estas dos tablas representan la fonda que el empresario Juan Rizzi abrió en el siglo XIX sobre los terrenos que actualmente ocupa el Parador de la Azurrafa , en las primeras estribaciones de la sierra. El mismo lugar donde se situó previamente un monasterio franciscano y, según algunos historiadores, aunque sobre esto haya serias dudas, la almunia de Abderramán I.

«He consultado con el académico Rafael Fronchoso, que ha estudiado bien estos lugares, y con la arqueóloga Fátima del Castillo, que desde su campo también lo ha hecho, y me confirman ambos la posibilidad que establezco de que se trate, desde distinta óptica y situación, del mismo edificio que el padre de Julio Romero de Torres pintó hacia 1865 », explica Valverde.
Las dos tablas las fecha entre los años 1890 y 1895, cuando el artista se acercaba a la veintena y, según explica, «pertenecen a esa etapa juvenil en la que Julio Romero sigue los pasos de su padre, Rafael, y hace algunos paisajes de la Sierra de Córdoba , como el que ya conocíamos de 'La huerta de Morales', firmado y fechado en 1890».
La singularidad en este caso es que el artista cambia la perspectiva que había pintado su progenitor años atrás y lo que representa es el perfil contrario de este grupo de edificios. Probablemente, desde un punto cercano a la Cruz del Humilladero , uno de los iconos de referencia de ese entorno que ya estaban entonces y que aún continúan en el entorno cordobés.

Admiración por su padre
La especialista, para interpretar estas obras, también ha utilizado un plano de 1619 de la Chancillería de Granada , en el que se dibuja la misma tapia del viejo monasterio que aparece en las obras, y varias fotos antiguas donde se puede observar ese mismo muro con la cruz al fondo. También ha contado a la hora de elaborar este estudio con un recorte de prensa del momento , ya durante el franquismo, en el que el edificio de la vieja Fonda Rizzi, lugar de parada y descanso de nobles como el marqués de la Vega de Armijo , fue demolido para construir el parador que hoy conocen los cordobeses.
Con todo ello, Mercedes Valverde, incansable en la reconstrucción de la vida y la obra de Julio Romero de Torres , ha desvelado un capítulo más de la biografía del artista, de esos años en los que, joven aunque fascinado por la pintura , admiraba a su padre y seguía sus pasos. Quizá de domingos de pintura, excursiones campestres y aprendizaje, de momentos cotidianos en los que Julio Romero desconocía que, con el correr de los años, acabaría siendo el más famoso de una saga esencial de la cultura cordobesa. En realidad, un icono del primer tercio del siglo XX en España , un creador inacabable del que siempre existe, como ahora, algo nuevo por descubrir.