Patrimonio de Córdoba
La nueva vida digital del Castillo de Montilla, cuna del Gran Capitán
La arquitecta Mara Portero reconstruye el aspecto de la fortaleza, que Fernando el Católico mandó destruir en 1508 tras su lucha con el Marqués de Priego
LA leyenda pesa desde antiguo sobre el desaparecido castillo de Montilla , cuna del Gran Capitán , que allí nació, y punto de fricción entre la Corona y los Fernández de Córdoba . Cuenta la historia que Fernando el Católico, cuatro años después de la muerte de Isabel, aprovechó en 1508 un desacato del primer marqués de Priego para hacer una muestra de poder frente a la nobleza, dentro de su proceso estratégico de fortalecer a la Corona frente a rivales internos. El monarca, de vivo genio y duro puño, envió a un ejército regio y se cuenta que la tumbaron piedra a piedra, dejando allí un solar que así quedaría convertido en cantera hasta el siglo XVIII , cuando se construyó el alhorí o pósito de grano que aún se puede ver hoy.
Tal ha sido la teoría que se ha explicado desde antiguo gracias a las fuentes bibliográficas, aunque los trabajos arqueológicos recientes apuntan a que no fue exactamente así. Es decir, que la destrucción, pese a que ocurrió en esos años e incluso suscitó una carta de pesar del Gran Capitán al monarca, no fue tan completa. El derrumbe fue progresivo, aunque no se volvió a reconstruir jamás la fortaleza pese a que la reina de Castilla Juana I , que a la historia ha pasado con el triste nombre de Juana La Loca , concedió permiso en 1510 .
El derrumbe fue progresivo, aunque no se volvió a reconstruir jamás la fortaleza pese a que Juana La Loca concedió permiso en 1510.
Por eso mismo no pudo ver nadie durante siglos el perfil señorial y completo de este castillo, uno de los muchos que existían en el Reino de Córdoba. Y así ha sido hasta que ahora la arquitecta montillana Mara Portero ha realizado un espectacular alzado en 3D de la fortaleza, que permite hacerse una idea de cómo era y de cómo fue su evolución desde su construcción en el siglo XIV. Portero explica que «el castillo ha sido siempre muy desconocido incluso para los montillanos, yo incluida, y mucha gente ha pensado siempre que el alhorí actual formaba parte del edificio original». En su caso, reconoce que el interés por el edificio se avivó cuando el Ayuntamiento compró el recinto hace más de una década y pudo hacer una visita junto al arquitecto municipal. «Me llamó mucho la atención», recuerda.
A ese interés inicial se unió otra circunstancia: su idea de retomar la tesis doctoral que años atrás había dejado aparcada. «Tenía eso pendiente, mi madre me insistía, y de los temas que me propuso el catedrático Francisco Montes , al que conocí en esa época, el que más me llamó la atención fue el del castillo», explica Portero. A partir de ahí, comenzó un proceso lento, que consistió en recopilar todos los datos históricos posibles. Por una parte, las imágenes que existían, a lo que se unió un levantamiento topográfico del recinto del castillo y el alhorí. Por otra, un estudio de los estudios arqueológicos que se habían realizado. La fortuna le acompañó al poder disponer de la descripción que el arquitecto Juan Antonio Camacho, constructor del alhorí, dejó en siglo XVIII . «Era un adelantado a su tiempo y dejó anotaciones constantes de lo que iba encontrando, como el foso o las mazmorras», explica Mara Portero.
Un florentino y un fraile
También decisivos en la reconstrucción ha sido el dibujo de la silueta de Montilla que hizo el pintor barroco florentino Pier Maria Baldi cuando acompañó a Cosme de Medici en el mítico viaje que emprendió por España en 1668 y un grabado de Fray Francisco Espejo de 1639 , que según se sabe es copia de un libro de 1511, tres años después de la destrucción. Los dibujos, según explica Portero, «casan muy bien con las plantas arqueológicas», lo que le dio pie a estimarlos como una guía a la hora de alzar la fortaleza en 3D. Todo eso le ha servido a la arquitecta para concluir que el perfil del castillo, frente a lo que afirma la tradición histórica, pudo verse al menos en parte más allá de 1508 .
Mara Portero explica que el resultado de su trabajo es una hipótesis, pero elaborada desde criterios estrictamente científicos y no románticos como podía ocurrir en el pasado. «Es una reconstrucción a escala y la dificultad era saber cómo eran la fachada y los alzados», señala. Lo que se puede ver finalmente es su propuesta del estado que alcanzó la fortaleza en su momento de máximo esplendor, antes de la acometida de la Corona, y que es fruto de sucesivas ampliaciones que se fueron ejecutando a lo largo del siglo XIV .
La fortaleza arrancó de hecho su historia como una torre de vigilancia construida sobre un cerro para luego tener planta rectangular con mayor línea defensiva y nuevas torres en las esquinas. Algunas de ellas se conservan hoy en el alhorí y fueron bautizadas con nombres sacados de la mitología clásica como Minerva o Diana . En 1375 se volvería a ampliar el recinto, dejando esa primera línea como barbacana y creando una nueva línea defensiva exterior. También se rellenó el foso y se dividió el patio de armas con el fin de dotar al recinto de vivienda y usos palaciegos.
La fortaleza arrancó de hecho su historia como una torre de vigilancia construida sobre un cerro
El castillo de Montilla , una vez reconstruido, muestra una estructura muy similar a las fortalezas de esa época que se conservan en la campiña, aunque cuenta con una singularidad que lo hace especial, según explica Mara Portero. Se trata de que la Sala Dorada de la fortaleza llegó a tener puerta exterior propia, por lo que el edificio no sólo tuvo un acceso, que era lo frecuente por motivos de seguridad, sino dos. Esta estancia era la que servía como zona de recepción para los invitados egregios y sobre ella se ubicaba la capilla, que conectaba con la zona noble del castillo, en la que se hallaban los espacios residenciales. Se une esa particularidad estructural a esa furia tan singular de Fernando el Católico que aún resuena en la historia de Córdoba y que ahora revive gracias al empeño de una arquitecta enamorada de su tierra que ha logrado unir el lejano pasado medieval de reyes, señores, guerras y castillos con el más rabioso presente de digitalización, ordenadores, recreaciones en 3D y nuevas tecnologías.
El encargo del Duque de Medinaceli
El alhorí que hoy se puede ver sobre los terrenos del antiguo castillo de la Casa de Aguilar lo encargó el duque de Medinaceli en 1722 con el fin de disponer de un gran granero de trigo en la localidad. El diseño corrió a cargo de uno de los grandes arquitectos del barroco andaluz, el cordobés Juan Antonio Camacho , que ya había trabajado para los duques en la reconstrucción de su palacio montillano y también para el Obispado en la capital. Los planos originales del granero montillano, del que se habló hace unos años como posible sede del Museo del Vino Andaluz , se conservan en el Archivo Ducal de Medinaceli y se aprecia en ellos la minuciosidad de Camacho , que fue realizando numerosas anotaciones. La particularidad de este pósito es su aspecto, más parecido a una iglesia que a un silo contemporáneo, y el hecho de que aprovecha los elementos constructivos que quedaban de la fortaleza derruida.