Mario Flores - El dedo en el ojo

Nuestra sociedad narcotizada

Nadie en Lucena ha levantado la voz, se ha escandalizado o ha exigido a las autoridades más datos de los menores yihadistas

Una sociedad narcotizada resulta el mejor de los terrenos para que crezcan las malas hierbas . La sociedad española (como la europea) hace ya lustros que duerme en su letargo anestesiada por los nuevos dogmas y axiomas que han conseguido instalar con éxito el buenismo, el relativismo y el hedonismo. A veces la combinación de estos elementos deriva finalmente, por degeneración, en el nihilismo.

Ese es el panorama que nos encontramos hoy , el escenario (que dirían algunos) sobre el que construimos nuestra embotada existencia ajena al espíritu crítico y a la defensa de los valores que fundaron nuestras sociedades democráticas.

Que estamos desnortados es un hecho, que los valores han pasado a ser un objeto de consumo según las modas es una evidencia, que «los buenos» han dimitido de su obligación de evitar la tragedia es una desesperanzada certidumbre y que ya no somos lo que fuimos (ni, tal vez, volvamos a ser) es una triste realidad.

Una de las últimas pruebas de que vivimos en el adormecimiento tiene relación con una noticia (apenas difundida ni tenida muy en cuenta) que se conoció la semana pasada: con fecha 16 de febrero del presente fueron detenidos en Lucena tres menores en el marco de la «Operación Radix» por su presunta vinculación con el yihadismo . Según se informa, los interfectos se estaban autoadoctrinando y averiguaban la manera de hacerse con explosivos y la forma de manejarlos. ¡Ahí es nada!

Es de suponer que la intención de estos individuos no era la de contribuir con su saber a dar mayor realce a la pirotecnia que con motivo de las fiestas aracelitanas se desplegará en Lucena próximamente; más bien habrían deseado, de haber podido, reventar dichas fiestas causando una tragedia de magnitud incalculable. No afirmo que fuera ese el propósito pero sí estoy convencido de que dicha idea les seducirá a buen seguro.

El caso es que aquí nadie ha levantado la voz , se ha escandalizado o ha exigido a las autoridades mayor información sobre el particular. Por mejor decir, la noticia ha causado en la población cordobesa la misma inquietud que pudiera suscitar tener conocimiento de que se ha cogido a un tío por la calle vendiendo boletos fraudulentos para una rifa benéfica. Anestesiados, ya digo.

En cierto modo parece lógico que se dé esta reacción, preocupados como estamos por discutir por el resultado del clásico del Madrid y el Barcelona o por saber de las evoluciones de los participantes en el concurso Supervivientes.

La turbamulta que se arremolina en los juzgados para arrojar verduras podridas a los políticos corruptos, permanece impasible, ahora sí, ante este tipo de detenciones yihadistas porque, ya se sabe, aquí nos la cogemos con papel de fumar para no ser llamados «islamófobos» . Moda esta (la de denominar con el sufijo «-fobo» a todo aquel que discrepe de mi manera de ver el mundo) que ya resulta cansina, abusiva y, fundamentalmente, pueril.

De islamofobia , por cierto, ha hablado también recientemente la plataforma ciudadana contra tal cosa . En la presentación en Córdoba de su informe anual se da cuenta de que han aumentado las agresiones ( ¡¡37 en Andalucía!! ) aunque al leer la letra pequeña nos enteramos de que muchas de las «agresiones» consisten, las más de las veces , en comentarios negativos en las redes sociales . Ya le digo yo, señora presidenta de esta plataforma, que si hubiéramos de contabilizar las «agresiones» sufridas por la Iglesia Católica nos saldría una cantidad abrumadoramente mayor.

Nada han dicho ellos, por cierto, de la detención de los tres menores islamistas. Imagino que de haberlo hecho habrían incurrido ellos mismos en «islamofobia». ¿No es esa vuestra lógica?

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