Apuntes al margen
Ya no se gentrifica como antes
La crisis del Covid ha demolido los debates sobre los impactos negativos del turismo en Córdoba
El turismo ha pasado en apenas unos meses de ser un problemón a ser una actividad bienvenida para la dinámica de la ciudad. De generar males horripilantes a ser una muestra, probablemente la definitiva, de que las cosas vuelven a su cauce. Ha tenido que pasar una pandemia que detuvo el sector en seco para que se aprenda qué es lo que ocurre cuando un segmento relevante deja de aportar recursos a la economía de una comunidad. Qué pasa cuando, de golpe, se apagan las luces de un montón de pequeñas empresas que dejan en el aire una gran cantidad de empleos que alimentan, en definitiva, a miles de familias.
Como en Córdoba somos de debates fugaces y poca memoria , hay que recordar las cosas cada cierto tiempo. Durante el anterior mandato municipal, se pusieron encima de la mesa medidas políticas de limitación a la actividad turística. En concreto, al impacto que tienen los alquileres de corta estancia sobre el mercado de la vivienda. Altos cargos municipales de la época dijeron que el Casco Histórico estaba en manos de fondos de inversión, entonces inexistentes y hoy bien abundantes por cierto. De hecho, hubo un intento, que llegó a tumbar el propio PSOE (que detentaba la Alcaldía), de paralizar la conversión de viviendas en este tipo de apartamentos de amplio éxito entre la clase media y el público joven por su menor precio.
En realidad, ahora sí que estamos viviendo un acelerón en las inversiones turísticas en el Casco Histórico y en el resto de la ciudad. Hay varias empresas, alguna de ellas de fondos de inversión (de esos malos malísimos) , con desarrollos de muchos ceros en marcha. Están comprando casoplones en desuso -cuando no en ruina- para convertirlos en hoteles de lujo o de rango medio así como en promociones de apartamentos que, si las cosas no prosperan, pueden derivarse al alquiler de larga estancia. Es dinero privado que está arriesgando exclusivamente su capital en la confianza de que Córdoba tendrá una actividad turística sostenida en el tiempo. Y el Ayuntamiento está dispuesto a colaborar mediante una flexibilización de una serie de artículos del Plan del Casco que suponen un problema en la gestión de estas actividades.
Esto está pasando, no sé si alguien lo advierte, sin que nadie diga que se está gentrificando como se hacía antes. La gentrificación es un proceso urbano por el que personas con pasta (‘gentry’ es la palabra inglesa para la nobleza media y baja) echan de un barrio -habitualmente céntrico y popular- a sus habitantes originales, menos pudientes, adquiriendo sus viviendas. Ya se intentó explicar que, en el caso de Córdoba, no sucede exactamente así. La expansión de la actividad turística se realizó sobre tierra quemada . Ocupó y ocupa una serie de barrios que, muy lamentablemente, habían sido olvidados por la propia ciudad. La ausencia de multitud de servicios básicos para la vida diaria (piensen en un supermercado) no los hacía aceptables para vivir, según el estándar de muchas personas a la hora de elegir dónde fijar su residencia. Ese -y no otro- es el drama.
La crisis del Covid permitió ver en toda su intensidad una realidad de la antigua collación de Santa María . Con estos mimbres, o turismo o nada. Caminar por el entorno de la Mezquita, por la Judería, era hacerlo por un desierto, una sucesión de negocios cerrados, un lugar tan bello como apocalíptico. Permitió comprobar que, incluso cuando se permitió la movilidad interior, los cordobeses rara vez cruzamos la puerta de Tannhäuser que da entrada al Casco Histórico si no es porque viene una tía de Cuenca a la que invitamos a comer.
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