Aristóteles Moreno - PERDONEN LAS MOLESTIAS
Lo niego todo
Exactamente igual que Joaquín Sabina en su último disco, la señora Muñoz rechaza las pruebas que la acorralan
ENun país en el que hasta Joaquín Sabina lo niega todo, es perfectamente normal que los procesados se agarren, contra toda evidencia, a un clavo ardiendo. Lo vemos todos los días. Tesoreros que no saben, ministros que no ven, consejeros que no oyen, banqueros que no tienen constancia, presidentes que pasaban por allí. Y así sucesivamente hasta la tomadura de pelo en que se está convirtiendo la página de tribunales de cada día.
En este contexto, no debe sorprendernos que la señora Ángeles Muñoz haya declarado lo siguiente nada más salir del juzgado que le investiga por cobrar mordidas a demandantes de empleo: «Donde no hay, no hay». La frase es un clásico de la literatura de evasión. La escuchamos cada sobremesa nada más encender el televisor. No hay pruebas. No hay caso. No hay testigos. No hay certezas. No hay derecho. No hay. Lo primero es negarlo todo. Como Joaquín Sabina. Lo segundo, ponerle una velita al santo de las lagunas procedimentales y la ausencia de pruebas inculpatorias.
Ángeles Muñoz es la presidenta de la Fundación Guadalquivir Futuro, un entramado de asociaciones sobre las que recaen serias sombras de corrupción. La Inspección de Trabajo calificó las presuntas mordidas de «ilícito administrativo muy grave». Lo hizo después de estudiar detenidamente las denuncias de los trabajadores acogidos al programa Emplea de la Junta de Andalucía. Y certificó que el tinglado montado por la señora Muñoz y su hijo se quedaba con 300 euros mensuales de cada nómina de 1.200 y 490 euros cuando superaban los 1.600. Eso sí:en concepto de donativos.
La presunción fue verificada por la Consejería de Empleo tras incoar un expediente reservado. Dictó una resolución sobre la «apropiación indebida», impuso una multa de 46.251 euros y reclamó la devolución de otros 305.000 euros concedidos por la Junta de Andalucía en calidad de ayudas. La administración autonómica no solo consideró probadas estas prácticas ilegales sino que abrió nuevas vías de investigación sobre irregularidades detectadas en otros ejercicios.
Pues bien. La señora Muñoz lo niega todo. Exactamente igual que el tesorero de turno asegura haber amasado su fortuna en el mercado del arte y el ministro de turno jura no haber visto en su vida al Francisco Correa de turno. Todos los presuntos saben que la realidad material de los hechos no siempre coincide con la realidad judicial dictada en sentencia firme. Es decir: que la realidad no existe mientras un juez no la certifique. Se trata, por tanto, de negar la evidencia hasta la extenuación por si la realidad se extravía en algún folio perdido del sumario.
La misión del juez, desde ese punto de vista, consiste en encajar las piezas de la realidad de los hechos en el molde de la realidad judicial. La del presunto, por lo que vamos viendo, desordenarlas. Por ese lado, la señora Muñoz y su hijo no se han salido un milímetro del guión. Lo niego todo. Que es el guion que atraviesa España de norte a sur y de este a oeste mientras la podredumbre va anegando el solar patrio.
Lo de la hinchada jaleando a la señora Muñoz en la puerta de los juzgados forma parte del atrezo. También el convicto Barrionuevo ingresó en la cárcel entre vítores y Artur Mas no cruza un tribunal de justicia si no es espoleado por sus acólitos constituidos en nación soberana. Todo forma parte del mismo libreto. El guión nuestro de cada día. Lo niego todo. Como el maestro Sabina.