Día Mundial del Médico de Familia
Sanitarios en primera línea en Córdoba| «Enfrentarnos al Covid es nuestra obligación, pero no nos han protegido bien»
Dos profesionales de Atención Primaria relatan su experiencia durante la pandemia: «Lo más triste ha sido ver la soledad los mayores»
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Han mirado a la pandemia a la cara cuando desató el caos hace ya más de un año. Se han enfrentado a la presión y el cansancio, a las avalanchas de casos de las distintas olas; al temor y la incertidumbre; a las muertes. Los médicos de Familia , como el resto de sanitarios, han estado en las 'trincheras' en la lucha frente a la Covid. Este miércoles, 19 de mayo, los profesionales de Atención Primaria celebran su día. ABC ha hablado con dos de ellos para conocer su experiencia a lo largo de estos fatídicos catorce meses de crisis.
Carmen Membiela: «En 24 años jamás había sentido miedo hasta que llegó la Covid»
Esta profesional lleva ya 24 años de rodaje . La precariedad la llevó a salir de Andalucía e iniciar su andadura en Castilla La Mancha, donde trabajó los primeros siete años de su carrera. A partir de ahí trabajó en Córdoba y en Écija, hasta que, tras presentarse a dos ofertas públicas de empleo (la primera tardó años en resolverse), consiguió su plaza en Córdoba. Tras pasar por el centro de salud de Colón, Levante Norte y Colón, actualmente pasa consulta en el ambulatorio del Sector Sur.
«Ha sido una experiencia muy dura. En todo el tiempo que llevo trabajando jamás había sentido miedo, hasta que llegó esta pandemia; miedo a morirme y a infectar a mi familia», confiesa la profesional. La doctora recuerda la incertidumbre de las primeras semanas y la falta de medios : «No había material. Yo hasta tuve que comprarme un gorro de ducha para pasar consulta; con sacos de basura me hice un delantal de plástico. Las noticias que nos llegaban era muy contradictorias y fue muy difícil atender a los pacientes por teléfono».
Esta médica apunta que durante los meses del confinamiento duro «la sobrecarga de trabajo fue bestial : tuvimos que hacer de rastreadores, atender las consultas telefónicas, controlar a los enfermos Covid menos graves para no saturar al hospital...La experiencia no se me va olvidar jamás», explica.
Carmen recuerda que llegaba a casa «bloqueada». Cruzaba la puerta «e iba corriendo a la ducha. Pasaba el resto del día sin ganas de nada. Esta pandemia nos ha dejado huella a todos».
Con el paso de los meses, y aunque la situación epidemiológica empeoró, «estábamos mejor organizados, con más material y las ideas algo más claras en relación a nuestras funciones».
Membiela, que ha trabajado en urgencias extrahospitalarias, ya ha tenido que enfrentarse a situaciones muy duras e impactantes, «pero el nivel de estrés y ansiedad durante la pandemia no lo he tenido antes. Y he sufrido mucho viendo la soledad de las personas mayores; muchos ancianos a los que llamabas para controlar su estado y al escucharte notabas que esa llamada les daba la vida. Psicológicamente lo han pasado muy mal y a nivel físico han sufrido un bajón del que ahora tratan de recuperarse», explica la doctora.
Una de las cosas que ha puesto de manifiesto la pandemia, según esta médico de Familia, es que «la sanidad en general no está bien; y la Atención Primaria ya lleva muchos años al límite y con esta crisis sanitaria, ha explotado. Cuando me marché a Castilla La Mancha no fue por capricho: lo que aquí me ofrecían eran contratos por días, al 75%»
Demanda una mayor inversión en Atención Primaria, «porque, además, cada vez nos exigen más, pero con el mismo tiempo, recursos y profesionales. Seguimos estando al límite», se lamenta.
Pedro Jiménez: «Había jornadas con hasta siete positivos seguidos»
Pedro Jiménez trabaja como médico en las urgencias extrahospitalarias de Atención Primarias del centro de salud Carlos Castilla del Pino desde hace casi siete años; antes, estuvo otros tantos también el el área de urgencias del Hospital de Osuna. La pandemia, según este profesional, debería ser un «punto de inflexión» para apostar más por la sanidad: «En este crisis han quedado patentes las deficiencias del sistema, tanto estructurales como de medios y de personal».
Jiménez tuvo que adaptar, como el resto de sus compañeros, su manera de trabajar: «Trabajamos con pacientes críticos de por sí; con la pandemia hemos tenido que extremar las precacuciones e intentar cumplir con nuestro cometido: llevar al enfermo lo más estable posible al hospital. Pero ha sido complicado porque no nos han protegido bien, sobre todo al principio, cuando reinó el caos», recuerda este profesional, felizmente casado y con dos hijos de 7 y 9 años.
El miedo a contagiar a su familia le llevó a pensar en marcharse de su casa . «Siempre sospechamos que el virus se transmitía por el aire, pero entonces la obsesión era desinfectarlo todo; estaba con las manos destrozadas», apunta.
Aunque sus superiores se preocuparon de dotarlos del material disponible, «echamos de menos más mascarillas ; muchos las compramos con dinero de nuestros bolsillos; las batas llegaban con cuentagotas...».
En los peores momentos de la pandemia, «sobre todo, durante la tercera ola, que fue criminal», Jiménez recuerda jornadas «en las que sacábamos hasta siete positivos seguidos ; tuve que trasladar a pacientes que estaban muy, muy graves; y ver la soledad de los ancienos durante el confinamiento fue muy duro. Recuerdo a un matrimonio de 80 años que se derrumbó al saber que ambos estaban contagiados y solo habían salido a comprar comida», relata el médico. Por todo ello, «presenciar algunas actitudes irresponsables , ciudadanos sin mascarillas o aglomeraciones fue muy duro».
Ahora, «las urgencias vuelven a ser el circo de antes de la pandemia; no quiero decir que sea culpa de los pacientes, pero hay muchas demoras , se mezclan enfermos inestables y graves con otros que acuden porque no los atienden sus médicos en un plazo razonable».
El temor de los sanitarios se centra ahora en las nuevas cepas : «Hay mucha incertidumbre al respecto, aunque imagino que las vacunas se podrían actualizar», señala este profesional.
En cualquier caso, al igual que su compañera, Jiménez insiste en que es necesario que se apueste por la Atención Primaria : «Nos sentimos abandonados. Nuestra profesión es vocacional, pero cuando se romantiza esa vocación para explotarla, al final, acaba desgastándose y puede acabar siendo un trabajo más; Yo, de hecho, me he planteado muchas veces dejar las urgencias. Y yo me pregunto: si un familiar tuyo se pone enfermo, ¿quién prefieres que le atienda, un médico exhausto?».
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