DESHAUCIOS

La historia de Mercedes y Mario, habitantes de la estación de Córdoba en busca de un hogar y una vida

Madre e hijo, 78 y 56 años, pasan los días y las noches en recinto; fueron desahuciados en 2011

Mario González empuja la silla de su madre, Mercedes Valenzuela, junto a la estación Miguel Ángel

Irene Contreras

Si visitan con frecuencia la estación de tren de Córdoba , probablemente les hayan visto. Mercedes Valenzuela y Mario González , madre e hijo, suelen pasar días y noches en sus pasillos, cuando aún está abierta, o en los soportales de afuera, cuando cierra sus puertas. Van con la casa a cuestas desde el verano de 2011 , cuando sus vidas cambiaron radicalmente tras un desahucio que les dejó sin hogar. Y tras años de supervivencia, aquejados de enfermedades, claman por una solución.

Desde un rincón en la estación que es ahora su casa cuentan que pertenecían a una familia acomodada de Córdoba . La madre de Mercedes tenía un negocio de fotografía llamado Studio Casanova en la calle Alfonso XIII que ella heredó, además de otra tienda en Mármol de Bañuelos, y un laboratorio de color en María Cristina. No les faltaba de nada, tampoco amigos: eran bastante conocidos en la ciudad. Ahora sienten en sus pieles aquel refrán del « tanto tienes, tanto vales », porque desde que su historia se truncó incluso sus escasos familiares les han dado la espalda.

El punto de inflexión fue la marcha del marido de Mercedes y padre de Mario. Les dejó llevándose consigo todas sus propiedades y aunque siguió pagando durante un tiempo un alquiler para los dos, en un momento dado dejó de hacerlo. Las facturas y las rentas se acumulaban y acabaron echándoles de casa. « Me vi en la calle, en pijama y sin dinero », recuerda esta cordobesa, de 78 años y con una salud muy delicada -diabetes, cataratas, dolencias en el riñón, la vesícula y el hígado- que ahora se ha visto empeorada con una neumonía.

Empezó entonces una historia difícil de supervivencia. Sin familiares a los que acudir, pasaron por los recursos de acogida de Cáritas o el Ayuntamiento , incluso en otras provincias, hasta que ella pudo ingresar en una residencia de la que guarda un mal recuerdo. Habla sin reparos del maltrato que sufrió, y de cómo la mantenían aislada de su hijo pese a que él iba cada día a visitarla. Un día, una caída le fracturó varios huesos y la dejó en una silla de ruedas.

Trabajo y techo

Han sobrevivido con los escasos recursos a su disposición, que no son suficientes para pagar un alquiler . Visitan el comedor de los Trinitarios, ella cobra una pequeña pensión de viudedad con la que a veces se permiten pasar la noche en un hostal, siempre que los gastos de alimentación y medicinas se lo permitan, y él ha percibido el salario social hasta que se agotó. Ahora espera la llamada de Servicio Andaluz de Empleo para cualquier trabajo que salga. Sabe, sin embargo, que su edad y estado de salud no se lo ponen fácil. Tiene 56 años y un problema en la columna que le impide realizar ciertas tareas físicas. Los Servicios Sociales les visitan con frecuencia, pero los recursos habitacionales que hay, dicen, no están adaptados para personas en silla de ruedas.

Buscan una estabilidad y un techo que les permita empezar de cero. Tienen ideas. A él se le dan bien los ordenadores, es un hombre culto y educado; ella está dispuesta, pese a su edad, a vender la comida que cocine o buscar otra manera de llevar dinero a casa. No quieren limosna -«tenemos nuestro orgullo»- pero ya hace tiempo que la situación les supera. Piden al Ayuntamiento, a la Junta, incluso a las instituciones privadas y al Obispado, un hogar y una forma de ganarse la vida. Un tren que les saque por fin de la estación y les permita llevar sus propias riendas.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación