Callejero sentimental del Casco Antiguo de Córdoba
Callejero Sentimental | Moriscos: sosiego alterado por el tráfico
La iglesia bajomedieval de Santa Marina y la barroca fuente de la Piedra Escrita marcan el principio y el final de una calle acogedora para vivir, aunque el constante tráfico martiriza a residentes y peatones
En la calle de los Moriscos -que fueron los moros conversos tras la conquista cristiana, dicho en pocas palabras- ya no hay piconeros ni toreros como dicen las coplas, pero permanece a su inicio la parroquia fernandina de Santa Marina de Aguas Santas , que abre a Moriscos la bella portada abocinada del evangelio, coronada por la escultura de la santa titular. Una portadita como escapada de una litografía, pues se conserva tal cual la dibujó F.J. Parcerisa a mediados del XIX. Pero necesita un lavado de cara, pues está bastante ennegrecida. Una de las penúltimas mejoras del templo fue despojarlo de las construcciones adosadas que cubrían su ábside, actuación completada más tarde con la restauración de las heridas que aquellas dejaron. A su espalda, sobre el pavimento enchinado, un camino formado por losas de granito invita a contemplar el ábside, pero conviene cerrar los ojos ante la valla del solar colindante, rotulada con estupideces.
La acera de los impares se inicia con la farmacia del licenciado Rafael Domínguez , casa con una graciosa torre mirador, que forma esquina con Mayor de Santa Marina. La farmacia se estableció en 1942 y desde hace cuarenta años la rige don Rafael, que se siente boticario más que farmacéutico así como amigo, e incluso confesor, de su fiel clientela. En tan estratégica esquina ha sido testigo de innumerables anécdotas , pero hoy hace hincapié en la decadencia del barrio, pues «van falleciendo las personas y no hay reposición demográfica», y por si fuera poco, añade, «como estamos a cinco minutos del centro la gente sube comprar y van muriendo los negocios». Vaya por Dios.
Al lado, en la misma acera, estuvo Artes Gráficas Santa Marina , de Agustín Palomo, y más tarde los emprendedores hermanos Ricardo y Manuel González Mestre levantaron a pulso su editorial El Páramo , que publicó bastantes libros de autores cordobeses, negocio cultural que ahora prosigue Ricardo en solitario desde Utopía , en Las Beatillas. El lugar de los libros lo ocupa hoy un salón de fisioterapia. En el número 3, en lo que fue un solar ha surgido La Posada de Pilar, edificio de apartamentos proyectado por la arquitecta Esther Liñán, abierto hace año y medio. Desde la calle vislumbro un patio y Manuel, el recepcionista, me anima, «pase, puede pasar». Muchas gracias. Me asomo al patio, alargado y luminoso, recorrido en dos de sus lados por una galería baja, con arcos rebajados de ladrillo, y otra alta, cuya balaustrada de madera que recuerda la Posada del Potro . Tinajas de barro blanco, macetas con gitanillas y maceteros colgantes de helechos y otras plantas de interior proporcionan belleza a un patio para vivirlo, en el que los viajeros se sentirán transportados a un sueño. Creo que este es uno de los caminos para rehabilitar el casco antiguo, hoy tan degradado; mejor esto a que las casas se caigan.
Demasiados vehículos
Es un placer adentrarse sin prisa en la calle, que remonta una suave pendiente y traza un perfil ligeramente curvo; un placer si no fuera por los coches y las motos, ay. Al inicio de Moriscos una señal de tráfico bien visible dice que estamos en zona de «preferencia peatonal» y un disco limita a 20 la velocidad. Pero los conductores parece que están ciegos, pues apenas respetan la indicación ni hay guardias que se la recuerden. Es mediodía de un viernes y la gente tiene prisa por empezar el fin de semana, dada la frecuencia y velocidad que aprecio en los vehículos, un río que no cesa. Y la gente, resignada, se pega a las fachadas para no ser arrollada. Para colmo, la nueva pavimentación -losas industriales a ambos lados de una franja central primorosamente enchinada- ha suprimido las aceras de bordillo, así que el pobre peatón está vendido. Me cruzo con Alfonso Osuna y eso lamenta: «Me gusta vivir aquí pero el tráfico es excesivo y vuelve la calle antipática». Parece que los automovilistas atajan por aquí para evitar Ollerías , un disparate.
Sin perder de vista los coches acosadores, voy anotando lo que sale al paso. En la acera izquierda desembocan sucesivamente las calles Horno de Veinticuatro ; más adelante, Valencia , antes de la Muerte -qué horror-; Palomares , asociada a un derrumbe trágico, y Empedrada, que aún conserva la casa, hoy número 10, que ganó el primer concurso de patios en 1921. A continuación la calle se ensancha formando un rincón, respiro para el peatón. Por la derecha abre Aceituno, que se adentra en el San Agustín profundo. Unas tiendecita, con el rótulo «Descubre Córdoba», ofrece productos de la tierra hechos por manos artesanas. Qué lástima que cerrara Casa Almoguera , vieja taberna abierta en 1900 y refugio de los últimos tertulianos del barrio, ahora en venta.
Una fuente histórica
Moriscos ha ido renovando su arquitectura y bastantes casas ostentan una sobriedad cordobesa. Otras en cambio están deshabitadas o son solares que aguardan su redención. Las puertas de las casas permanecen cerradas, y solo encuentro abiertas la posada turística ya citada y, casi al final, la 38 y la 41; son casas de modestos vecinos que tras sus sencillas cancelas muestran patios de los que no concursan , encalados, vividos y profundos.
Joya de Moriscos es la fuente de la Piedra Escrita , ya en la esquina con Cárcamo. «¿Se ha fijado usted que está un poco torcida», asegura una mujer del barrio. Y en efecto, si uno observa bien, su artístico frontal se inclina ligeramente a la derecha. Por lo visto, cuando edificaron la casa adyacente desmontaron la fuente y al montarla de nuevo no afinaron la plomada. Pese a ello creo que es la fuente más bella de Córdoba, con su frontal barroco de placas y ladrillo coronado por el escudo de Córdoba y enmarcando una inscripción que permite conocer el año de su construcción, 1721, «reinando la magestad del S. Rey D. Phelipe V y siendo su corregidor en esta ciudad D. Juan de Vera Zúñiga y Faxardo». El pilar de piedra negra lo comparó Antonio Gala con una consola isabelina. Pero lo más llamativo de la fuente es su pareja de leoncillos de mármol blanco y ensortijadas melenas, con los grifos en la boca, por los que sale un agua perenne, fresca y potable. Hay quien se para a beber y sobre todo a refrescarse los brazos si es verano. Le dejo que averigüe cuál es el león original y cuál la copia, es muy fácil.
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