Contramiradas

Moisés López, enfermo de coronavirus en Córdoba: «De los abrazos no te das cuenta hasta que te faltan»

La suya es la historia del dolor de España. Cuando despertó de la UCI, supo que su padre había muerto. Hoy celebra la vida con su familia

Moisés López, en el dormitorio de su casa de Córdoba ABC
Aristóteles Moreno

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Moisés López tiene 45 años de edad y es padre de dos hijas. Operario de máquina en una fábrica de Córdoba, acaba de sobrevivir a uno de los trances más amargos de su biografía. Este es el relato de las tres semanas que arrollaron su vida y estremecieron al planeta.

LUNES 16 DE MARZO. «Fui a trabajar como todos los días. En la fábrica dijeron que iban a poner una enfermera para tomar la temperatura y controlar el coronaviru s . Por la tarde, y por precaución, cogí el termómetro y me lo puse. No tenía sensación de fiebre pero el termómetro señaló más de 38 grados . Me sentía bien. De hecho, iba a ir a trabajar, pero el servicio médico de la empresa me dijo que no fuera».

MARTES 17 DE MARZO. «Llamé al centro de salud, me hicieron un reconocimiento y no me detectaron nada en el pulmón. Solo la temperatura, que era alta. Como no era policía, ni bombero, ni de emergencias, no me pudieron hacer el test . Estaban muy limitados. Me fui a casa con la baja y me quedé aguantando la fiebre con paracetamol . Así estuve una semana. No tenía sensación de malestar. Simplemente tos».

MARTES 24 DE MARZO. «Al cabo de la semana, fui al centro de salud para recoger el parte de confirmación. La médica me auscultó y me mandó a Urgencias . Supongo que detectaría algo en el pulmón. Yo estaba reacio a pensar que tuviera coronavirus. No tenía entonces la sensación de que en Córdoba estuviéramos en peligro. Entré en el hospital dudando aunque no estaba asustado. Pero cuando vi la cantidad de gente malita que había con mascarillas , respiradores y oxígeno ya empiezas a pensar. Yo no soy persona de estar en la calle. Soy muy casero. No suelo salir. Las probabilidades del contagio son menores. Sería sobre las 13.00 horas del mediodía cuando ingresé. Me miraron los niveles de oxígeno y me hicieron un análisis de sangre. Me subieron a planta. No recuerdo la habitación. Estaba totalmente solo».

MIÉRCOLES 25 DE MARZO. «Por la tarde me dijeron que me iban a bajar a la UCI y que me iban a sedar. Ya vi que era algo serio. Física y mentalmente estaba bien, pero se ve que mi nivel de oxígeno en sangre iba a peor. Me pusieron una mascarilla con el oxígeno muy alto. No sé qué hora era. Hice una videollamada a mi mujer. Le puse la mejor cara que podía. Me dije: ‘Mira: si está de Dios que me voy, por lo menos, que vea la última vez la cara de mis hijas y de mi mujer’.

«Con todo el dolor de mi corazón, se quedaron todas mis cosas en la habitación: el teléfono cargando y mi ropa. Me bajaron y solo recuerdo luces pasar. Lo típico de las películas. Llegué a una sala y había un señor que debía ser el jefe de la UCI. Me dio su nombre pero no lo recuerdo. Me dijo: ‘Respira hondo’. Y perdí el conocimiento».

«Antes de entrar en la UCI llamé a mi mujer. Si está de Dios que me vaya, al menos que la vea»

VIERNES 27 DE MARZO. «Me desperté por la noche. Ya no había luz. Pregunté qué día era y me di cuenta de que había perdido dos días . Fueron momentos raros. Tenía como alucinaciones, no sé si por los efectos de la anestesia. Me parecía que la habitación viraba sobre sí misma, como si la cama se pusiera de pie y me pudiera deslizar hasta los cristales. Tenía la boca seca. Me dijeron que se me había agravado tanto la respiración que me tuvieron que entubar. No era consciente de la gravedad. Días después, me dijo mi mujer que había estado más para allá que para acá. Cuando entré en la UCI, la llamaron y le dijeron que no podía apagar el móvil ni de día ni de noche por si la cosa se complicaba».

«Estuve otros tres días más en la UCI. Cuando desperté tenía una vía en el cuello con un montón de tubos enganchados y una mano sujeta a la cama. Supongo que para que no tirara sin querer de todos los tubos. No me podía mover. Las ATS entraban en la habitación para asearme y poco más. Iban con máscaras, pantallas, gafas , guantes y una especie de chubasquero. Era imposible reconocerlas. A una enfermera súper simpática le dije que me daba penita no poder ver a mis niñas ni a mi mujer. Entonces, cogió su teléfono protegido por plásticos y llamó a mi mujer. Era por la mañana. Hablé con ella y supe que a mi hija se le había caído el diente y había venido el ‘Ratoncito Pérez’. Me dio un subidón de moral que no se puede imaginar. Fue un momento súper especial».

LUNES 30 DE MARZO. «Salí muy fuerte de la UCI. Haciendo palmas y todo. Y con mucha hambre. Me pusieron el tubito de oxígeno directamente en la nariz y sujeto en las orejas. Estaba sondado y tenía el suero puesto. En planta recuperé el teléfono y lo puse a cargar. Cuando lo encendí, el número de mensajes de Whatsapps era la misma fecha de mi nacimiento: 1974. Me chocó mucho. No podía escribir a todo el mundo ni podía leer todos los mensajes que había recibido y les puse uno general. Entonces, en una sola hora, recibí otros 4.000 mensajes».

«El día del alta estaba nerviosito. Imagínese ver las caras de mis niñas»

MARTES 31 DE MARZO. «Por la tarde, hablé por teléfono con mi mujer. Me dijo que mi padre también estaba en el hospital por coronavirus. Había ingresado el viernes cuando yo desperté en la UCI, pero me lo habían ocultado para protegerme en esos momentos tan delicados. Me dijo que mi padre había empeorado porque no reaccionó bien al tratamiento. Mi mujer, que estaba sufriendo todo sola en sus carnes, decidió contármelo, pese a que le habían recomendado que era mejor no decirme nada. Me vine abajo y mi hermano, con el que también hablé, no paraba de llorar».

MIÉRCOLES 1 DE ABRIL. «Después de toda una noche sin dormir, hablé con el doctor porque pensaba que, si yo había generado anticuerpos , quizás podría donarle sangre a mi padre para que pudiera combatir el coronavirus. Me dijo que eso estaba en estudio pero que ahora no era viable. Me vi atado de pies y manos , y además encerrado en el hospital. Imagínese cómo estaba. Mi padre es fuerte mental y físicamente. Tiene 77 años y es un luchador. Y pensaba que mientras no hubiera noticias suyas era buena noticia».

«A las seis de la tarde falleció. Yo me enteré una hora después. Llamé a mi madre sobre las siete. Estaba muy seca. Yo sabía que pasaba algo. Le insistí hasta siete veces porque no me decía nada. Hasta que me dijo: ‘Moisés, agárrate. Tu padre se nos ha ido’. Me vine muy abajo. Me tuvieron que sedar y apagué el móvil. Estaba muy nervioso, me dieron un Orfidal , creo recordar, y me trajeron dos tilas. Pude tranquilizarme un poco y empecé a darle duelo mentalmente. Otra cosa no podía hacer. No hemos podido darle entierro. Mi hermano tuvo que sacar fuerzas y recoger sus pertenencias del hospital. Hasta que esto no termine no podremos recoger sus cenizas. No nos queda otra».

LUNES 6 DE ABRIL. «Recuerdo ese día con intensidad. Sabía que me iban a dar de alta y grabé unos videos cuando salía de mi habitación. Los sanitarios me mandaron luego otro vídeo más. Mantengo el contacto con ellos e intento darles ánimo para que no se vengan abajo. Nunca se pone uno en su lugar. Hay mucha gente buena y humana allí dentro en el hospital. Me han tratado con mucho respeto. Salí sobre las 15.30. Estaba nerviosito. Imagínese llegar y ver las caras de mis niñas».

«Cuando la ambulancia me dejó en mi casa, los vecinos me aplaudieron desde el balcón»

«Me trajo una ambulancia hasta el callejón donde vivo. Bajé y me despedí del conductor , que tuvo unas palabras muy amables conmigo. Y vi que había personas en los balcones. Me estaban esperando. De pronto, empezaron a aplaudirme y, cuanto más aplaudían, más gente salía. Empecé a saludar, me emocioné y me tuve que meter corriendo en el portal de mi bloque. Me costó trabajo subir hasta la tercera planta y, cuando llegué, me encontré un cartel muy grande que decía: ‘Bienvenido a casa’. Todos los vecinos estaban esperándome con globos. Imagínese. Emocionante no; lo siguiente. El corazón me iba a estallar».

«Entré directo a mi dormitorio , donde tengo que quedarme en cuarentena sin poder salir ni para comer. Mi mujer echó la ropa a lavar. Mis hijas estaban calladas. Lo han pasado regulín. Estaban muy impactadas por todo lo que han vivido. No sé en qué momento las podré volver a abrazar. De los abrazos no te das cuenta hasta que no los tienes».

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