Misterios de Córdoba: la misteriosa aparición del fantasma de Doña Blanca
Nuestro destino por la Córdoba más misteriosa nos va a llevar a un enclave con tanta tradición como historia, con tantos enigmas como leyendas, con tanto amor como desesperación...
![Misterios de Córdoba: la misteriosa aparición del fantasma de Doña Blanca](https://s3.abcstatics.com/media/andalucia/2021/12/23/s/fantasma-dona-blanca-kmaC--1248x698@abc.jpg)
Vamos a caminar tranquila y pausadamente, disfrutando de las bondades de este clima y de esta tierra de Córdoba , hasta la Plaza de Orive, allí nos vamos a detener para contemplar un fastuoso edificio, una obra de exquisita arquitectura renacentista obra de Hernán Ruiz II 'El Joven' , fechada en el siglo XVI. Un edificio cuya belleza rivaliza con otros importantes edificios de nuestro territorio y que lo hacen único en su género. También es llamado como 'Casa de los Villalones' y su interior guarda un secreto de otro mundo que lo hacen ser uno de esos edificios encantados que se encuentran en nuestra ciudad.
Comenzaremos por las no pocas experiencias que atesoran los diferentes testigos de lo imposible en el interior de este palacio. Ruidos extraños, llantos lastimeros, descensos de temperatura de origen inquietante, sombras que deambulan por los pasillos y galerías del palacio, esferas de luz que parecen comportarse de forma inteligente, susurros y, en ocasiones, la visión de una dama que deambula por el edificio, una dama en la que muchos en la ciudad quieren ver la figura de la desaparecida, misteriosamente, Doña Blanca , hija del Corregidor Don Carlos de Ucel .
Si el visitante, o el curioso, se detiene a contemplar la fachada de este edificio podrá comprobar como sobre la puerta se encuentra tallado, en la piedra, un medallón que representa en su centro a una mujer con los brazos abiertos . Para muchos románticos de las historias a caballo entre la leyenda y la realidad de trata de Doña Blanca.
La leyenda nos cuenta que en la casa que ocupa la denominada plaza de Orive, que se comunica con la calle de los Villalones, vivía un noble e importante señor, D. Carlos Ucel y Guimbarda, quién había perdido a su bella y adorada esposa, cuando más feliz se juzgaba con su compañera.
Para consolar la amargura que aquella pérdida le causara, el cielo quiso dejarle una hija, blanca y hermosa, como su nombre, y tímida y sencilla como el espíritu de un ángel. Jamás salía de casa , sino acompañada de una dueña, en sus primeros años, y después de su padre. Contaba 17 años, cuando en uno, al llegar la velada entonces, hoy Feria de la Fuensanta , la llevó a beber aquellas puras y apetecidas aguas y orar por su madre ante la venerada imagen, amor de todos los cordobeses.
En la esquina del Convento de San Rafael , conocido generalmente por Madre de Dios, se les interpuso en el camino una harapienta gitana, de horrible aspecto y penetrante mirada, pretendiendo decir a Blanca la ventura que le esperaba.
La tímida joven demostró al punto su repugnancia, y Don Carlos, que temía un ligero disgusto en su hija, ordenó a la gitana se apartase, dejando de incomodarla por más tiempo. Ella insistió, y al fin fue preciso, mal a su grado, retirarla, dejándola a un lado del camino, profiriendo mil palabras, entre las que se percibieron claramente: «Ellos pagarán su orgullo con raudales de llanto, que la desgracia les hará verter» . Nadie hizo caso de sus palabras, que consideraron desahogo de su mala educación, volviéndose tranquilos a su casa, como si nada hubiesen oído.
Dos o tres años habrían transcurrido, cuando a las altas horas de la noche, oyeron llamar a la puerta; se asomaron, y eran unos hebreos que iban a quejarse al Corregidor de que no les querían dar posada en ninguna de las de Córdoba, y pedían, o una orden para ello ó que se les dejase pasar hasta el día, aun cuando fuera en el portal de su casa.
Consintió Guimbarda en esto último, y la dueña que había recibido el recado, ponderó a Dª Blanca lo extraño de las figuras de los nuevos huéspedes, hasta el punto de que la curiosidad les hizo ir a examinarlos por el agujero de la llave del portón; más, cuál sería su sorpresa al ver que leían en un libro a la luz de una vela amarilla, y que pasaban muy deprisa las cuentas de una especie de rosario que uno de ellos llevaba pendiente de la cintura. A poco sonó un ruido extraño y la tierra se separó , dejando una abertura que daba paso a una hermosa escalera de mármol. Por ella bajó uno, volviendo al poco acompañado de un joven que apenas frisaba en los tres lustros, de hermoso y gallardo aspecto, y un cofre, al parecer lleno de alhajas de gran valor. Aquel desgraciado, enterrado en vida, les rogó repetidas veces para que lo llevasen consigo, siendo inútiles sus quejas y súplicas, pues después de algunas prevenciones que le hicieron, lo obligaron a bajar por la ancha escalera. Apagaron la vela y con la luz desapareció también el hoyo formado en el portal, como si nada hubiese sucedido.
Llegó la mañana siguiente, y los hebreos se despidieron del Corregidor, dándole muchas gracias por la generosidad con que los había hospedado; más ¡cuánta desgracia se atrajo con ella! Tanto la dueña como la hermosa Blanca, ardían en viva curiosidad por saber el misterioso arcano del joven prisionero con tantas y codiciadas riquezas. Examinaron el portal, y nada advertían en su pavimento, hasta que la dueña vio esparcidas por él muchas gotas de cera desprendidas de la vela encendida por los hebreos. Las juntó cuidadosamente e hizo un cerillo, con el que creían que se abriría la tierra.
Esperaron la noche, y cuando todos estaban recogidos, bajaron al portal y encendieron la luz, logrando por este medio que apareciese de nuevo la escalera, por la cual Blanca, recorriendo algunas galerías sin hallar el menor rastro. Cuando vio la dueña que el pabilo se acababa, echaron a correr; pero al salir se le concluyó, quedando dentro la desgraciada joven que venía tras ella. La pobre vieja empezó a gritar: a sus voces acudió el Corregidor y todos los criados, quienes se confundían más con sus revelaciones; luego llamaron a Blanca, que respondía con acento de dolor desde el centro de la tierra. El Corregidor hizo mil excavaciones, todas inútiles, llorando en su desesperación la pérdida de tan querida hija. Varios años pasaron: Don Carlos murió solo y desesperado.
Desde entonces se dice, que una sombra misteriosa recorre de noche toda esta casa, en la que muchos aseguran haberse asombrado, atribuyéndole a el alma de Doña Blanca, que aun vaga por sus contornos.
El otro relato
Existe una segunda versión sobre la leyenda de la desaparición de la bella Dª. Blanca, muy similar a la anterior pero con matices , en esta se nos cuenta como en casa del Corregidor don Carlos de Ucel, una noche pidieron albergue en la casa unos hebreos y el Corregidor les permitió dormir en el zaguán. Pero, en vez de dormir, encendieron una vela, rezaron unas oraciones y la tierra se abrió.
Los hebreos descendieron por una escalera de mármol y, al poco, regresaron con un cofre cargado de oro . Al amanecer se despidieron del dueño y se marcharon, Blanca que los había estado observando por el ojo de la cerradura, pretendió hacer lo mismo a la noche siguiente: encendió la vela, rezó y la tierra volvió a abrirse, apareciendo la misma escalera, por la que descendió en compañía de una criada.
Habiéndose demorado más de lo conveniente, la vela se consumió, cerrándose la tierra sin que pudiera escapar más que la criada. Y bajo la tierra quedó enterrada para siempre la muchacha, sin que por más excavaciones que el padre realizara, fuera posible encontrarla.
Dicen que todavía hoy, al separar de la pared el cuadro de un Cristo en una vivienda del Huerto de San Pablo que linda con la casa de Orive pueden escucharse los gritos agónicos y aterrorizados de una mujer joven.
En la actualidad en el palacio de Orive está situada la oficina de turismo, nadie sabe por qué un edificio tan emblemático no ha sido utilizado, por la Junta de Andalucía o el Ayuntamiento de Córdoba para albergar alguna institución, pareciendo que sobre él también pesa una maldición que lo condena a vagar por nuestro presente sin un fin que reverdezca su brillo y esplendor pasado.
Como curiosidad, en el zaguán de la casa se podía ver la losa por donde doña Blanca bajó y durante muchas noches, y tras muchas excavaciones, se escuchaba una campana sonar. En aquel mismo lugar se han producido diferentes excavaciones. Unos afirman que es para buscar vestigios del Imperio, de Roma, en la ciudad, otros en cambio piensan que, aún hoy, se trata de localizar el tesoro magnífico de los hebreos.
Curiosamente el propio Ayuntamiento fue el que ordenó cambiar el suelo del zaguán donde ocurrió la leyenda por uno de mármol industrial blanco. La antigua solería estaba formada por losas grandes de mármol auténtico con una de diferente color al fondo. Esa era la losa bajo la cual se decía que había quedado encerrada aquella muchacha. ¿Casualidad? Permítannos decirle que las casualidades no existen.
Bajo aquel suelo, pertrechado al paso del tiempo por años de silencio y quietud, se encuentra la leyenda de Doña Blanca. Quizás espera, hoy día, que algún curioso muchacho o muchacha vaya una noche, aprovechando el abrigo de las sombras, deposite por el suelo unas velas y tras un ritual de encantamiento éste abra sus fauces para mostrar aquella escalera que la libere de su condena y reaparezca en pleno siglo XXI con la candidez y belleza de la muchacha que, misteriosamente, desapareció allá por un lejano siglo XVI.