CONMEMORACIÓN

Miguel del Moral, el pincel íntimo de la Córdoba de Cántico

La ciudad apenas ha celebrado el centenario de su nacimiento, que se cumple este año

La obra «Teólogos», de Miguel del Moral, durante una exposición ARCHIVO

LUIS MIRANDA

Aquel ángel en blanco y negro, que se llamó «El Ángel del Sur» , fue más que un dibujo, era una seña de identidad para la revista «Cántico» y su autor, el pintor cordobés Miguel del Moral , mucho más que un artista que colaborase con la revista. Era uno más del grupo, uno de los que definían una estética más vivida cada minuto que proclamada con el lápiz en la mano. Y ahora, cien años después de su nacimiento , su nombre está olvidado en la ciudad que le vio nacer, trabajar y morir. Lo denunció el poeta Pablo García Baena , el gran pilar de Cántico, en una entrevista con ABC , que si el centenario del nacimiento del poeta Ricardo Molina pasaba con mucha discreción, el de Miguel del Moral sencillamente no existía.

Y era una contradicción, porque había sido un personaje conocido y admirado de la Córdoba del siglo XX . El 16 de abril de 1917 nació Miguel del Moral en Córdoba. Se instruyó en la Escuela de Artes de la ciudad, que le serviría de influencia en toda su carrera, pero también estuvo en Madrid , donde ilustró para varias publicaciones de los años 30 y 40, como «El Español», «La Estafeta Literaria» y «Fantasía». Al mismo tiempo se formó como artista al conocer las grandes obras del Museo del Prado y al admirar los trabajos de Velázquez, Goya y Zurbarán , que sería una de sus grandes influencias.

A contracorriente

Su carrera se consolidó cuando estuvo de vuelta en su ciudad y trabó contacto con los autores con los que fundó la revista «Cántico». Si aquellos fueron a contracorriente de la poesía española de su tiempo, también Miguel del Moral fue un autor con personalidad propia. Siempre reconoció en los grandes autores del siglo XVII a sus grandes maestros, con lo que miró más al arte figurativo, con acento propio, que a las tendencias de su época, y se proclamó admirador de Juan de Valdés Leal y Antonio del Castillo .

La huella de su ciudad era plenamente rastreable en su obra, pero Miguel del Moral no fue solamente un pintor de Córdoba, aunque su casa, en la calle de la Hoguera , en el corazón de la Judería y a pocos metros de la Mezquita-Catedral, fuese un centro de peregrinación para artistas y escritores y toda una muestra de su concepción artística hasta el último detalle. Enriqueció su formación con distintos viajes, como el que hizo a París en 1951 , y después el periplo por Italia, Yugoslavia y Hungría , entre otros países, que le llevó a conocer a algunos de los grandes maestros de todos los tiempos y a buscar nuevas fuentes de inspiración. Desde entonces también miró a la estética del Renacimiento , que le ayudaría a fomentar la concepción humanista de su arte y de su trabajo en Cántico.

Fragmento de uno de sus retratos-ARCHIVO

Mientras, había tenido tiempo para cosechar un premio de la Diputación Provincial de Córdoba por una obra titulada «Teólogos» , en la que reinterpreta a Zurbarán con un prisma muy personal y con una tonalidad que a partir de entonces sería muy característica en su obra: el blanco, que ayudaba a dar una nota de simplicidad e intimismo a sus obras.

Miguel del Moral, el pincel íntimo de la Córdoba de Cántico

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