EL NORTE DEL SUR
Mierda
Lo dijo Imanol Arias, el coronel sin pensión, en el Gran Teatro citando a García Márquez: «No olvidemos a nuestros mayores»
El viejo coronel es en verdad un pobre hombre derramado sobre una mecedora, la cosa más triste del mundo. Se lo dice o se lo reprocha más bien su mujer, la Doña, que está enferma de asma y que no tiene dinero ni para comprar una medicina. Habitan los dos solos una casa de gente pobre , y consumen la prórroga de sus vidas con la herida abierta por la ausencia de su hijo Agustín. Apenas les quedan algo más que sus recuerdos: un reloj despertador que nadie les compra porque empiezan a ponerse de moda los eléctricos con los inútiles números luminosos que dan la hora en la madrugada -«qué cosa más absurda, si de noche es siempre de noche», se queja ella-, un cuadro sin valor alguno que cuelga en las salas de estar de todo el pueblo , un prometedor gallo de pelea, una chaqueta de oficial de hombreras con los galones dorados ajados.
Un periodista le preguntó una vez al autor de «El cartero siempre llama dos veces» , James M. Cain , sobre el porqué del título de la novela que con el tiempo hizo famosa la película de Jack Nicholson y Jessica Lange, y él le vino a decir que hacía referencia a que el destino de cada cual está marcado y escrito por mucho que uno intente salirse del guion. La desdicha del subordinado de Aureliano Buendía y la de su esposa convaleciente está cifrada en el envío que el Gobierno no les hace: «Las cartas más peligrosas son las que nunca llegan», se lamenta el matrimonio casi anciano, él empecinado en el talento del gallo que no quiere empeñar para que ellos puedan comer, ella echándole en cara al oficial cansado y retirado su pétrea y ciega esperanza, porque sigue yendo cada día a la oficina de correos a ver si han recibido la misiva con la pensión que llevan esperando quince años, carajo.
«El que espera lo mucho, espera lo poco», se defiende de las invectivas de su mujer el personaje de Gabriel García Márquez que ha interpretado Imanol Arias este pasado fin de semana en el Gran Teatro de Córdoba . El hambre y sus ejércitos sitian la escena a la que presta atención el público que ha estrenado la temporada después de siete meses con la actividad suspendida por el coronavirus . «Estamos en octubre, un mes que mata», escuchan los espectadores del protagonista de la obra , y la frase parece entonces escrita para este otoño en el que el único patriarca es una combinación de infortunio, de desventura y de incertidumbre. «Con la dignidad no se come, vale Doña, pero que sepas que con ella sí que se vive», se repone el coronel después de una discusión con su pareja y antes de que le diga, tajante y febril, que está dispuesto a comer mierda pero no a vender su gallo de pelea. Acaba la función e Imanol saluda con la mano en el corazón: se saca una carta de la faltriquera de la guerrera descolorida , quizás la que nunca le llegó. Y lee lo que está escrito en ella: «Lo dice un Nobel : ‘No olvidemos a nuestros mayores, sin ellos el mundo no es mundo’».
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