Semana Santa
Miércoles Santo: La cera que arde para derretirse
ABC Córdoba recupera las crónicas en papel de Luis Miranda sobre la pasada Semana Santa
CUALQUIER Semana Santa es una línea de tiempo, que empieza y que termina, y que a lo largo de más de siete días tiene muchas horas. De espera, de intensidad, de decepción, de resignación, de expetación, de disfrute, de rezo, de emoción y de conmoción. De sorprenderse con lo que nunca hasta entonces se había visto y de volver, en el eterno retorno que luego la memoria repetirá todo el año, a los mismos sitios de otras veces, porque nunca son iguales aunque lo parezcan.
Al llegar el Miércoles Santo , y sobre todo en años plenos o casi plenos como es este, llega la certeza de que estos días especiales tienden a agotarse, como si al final del camino ya no estuviese una línea imaginaria de horizonte, sino una casa, una meta, una iglesia, un sitio al que peregrinar y que se llama Pascua . Por eso es el momento en que se cae en la cuenta de que las imágenes que hicieron disfrutar en otros días ya duermen en sus iglesias.
« Tempus fugit », decían los relojes clásicos y sonó como un carillón de lo que no dejan dormir e hizo salir a la calle para disfrutar, que no para correr, para tomarlo todo con intensidad, que no para exagerar, para abrir los ojos que conducen al alma.
Así pasó el Miércoles Santo de Córdoba para quien estaba feliz desde hacía días , pero notaba que lo que tanto quería se le iba escapando y no había que perderse nada en absoluto.
Por eso echaba de menos que las cofradías se pusieran en la calle antes, aunque con la nueva carrera oficial sean más de tarde avanzada y noche, como en los viejos tiempos que no son tan lejanos. Empezó todo cuando en la silueta del Señor del Calvario confluyeron Semanas Santas antiguas que están en la base de la que hoy se disfruta. Ninguna espera es vana si se mira el sol poniente dorando las piedras de San Lorenzo, aunque hubiera que buscar la sombra porque la primavera por fin se hacía notar con esos contrastes que ni siquiera molestan de tanto como gusta.
Habrá cambiado mucho, y para bien, la Semana Santa de Córdoba, pero Jesús del Calvario lo concentrada todo en su figura antigua , en su dolor hondo, en ese caminar como vencido por las fuerzas y pidiendo el auxilio de los ángeles que le ayudan. Este año su monte de flores era otra vez de jacintos morados, de un tono muy oscuro, y de statice malvas, más aliviados, y llevaba la túnica de cola lisa que se le ofrendó hace unos años.
Como es cofradía de Córdoba vieja y ha pasado por muchas de esas calles sabrosas muchas veces, buscó la Magdalena, y algunos querían que el tiempo no corriese cuando pasaba junto a la fuente y ese jardín que es por ahora un secreto bien guardado para las minorías recordaba años de madrugadas eternas.
Estrenaba el palio de la Virgen del Mayor Dolor el ajuste en sus proporciones, pero no había quien le quitase los ojos, porque aunque no tenga bordados es una enciclopedia de lo que tiene que ser un paso de palio. Como cada año, su candelería la más amplia y probablemente de las mejor dispuestas, y para acentuar el tono vertical de los cirios estaban las muy valientes jarras cónicas de rosas blancas, como si todos los elementos invitasen a buscar el lugar del cielo que busca la imagen. Por eso el que temía que todo se le escapase se prometía buscarla con las velas encendidas, porque se sabe que la cera que arde y proporciona luz terminará por consumirse.
Quién iba a pensarlo a esas mismas horas en que el Perdón salía y parecía como una dulce siesta de verano. El Señor vestía el cuello de encaje que había llevado en sus primeros tiempos y que sorprendió esta Cuaresma, sobre la túnica morada bordada, y otra vez se daba el milagro de que el titular imponía la hondura de su unción a toda la violencia de la escena. Como desde hace años, sus flores fueron un tupido friso de distintas especies en tonos malvas y morados.
Como anticipo a los bordados del palio se podía ver ya el bacalao de la cofradía, que ha dibujado Álvaro Abril , y bordado en oro Juan Rosén , y que desde ahora pasa por una pieza inconfundible por el diseño y anticipa cuál puede ser la estética de la hermandad.
Algún día el paso de la Virgen del Rocío y Lágrimas mostrará un estilo parecido; ayer se podía ver la crestería frontal, el dibujo tan singular y las borlas que añaden un elemento más al siempre complejo momento en que un paso de palio pasa de la quietud al movimiento. Si iba el Señor con gravedad, la Virgen iba resuelta con alegría, no exenta de elementos de delicadeza en el tocado , los detalles y las flores.
Otros vieron por aquellas mismas horas salir a la hermandad de la Piedad de las Palmeras , que tenía que cerrar la carrera oficial, y que de nuevo puso a prueba sus fuerzas y su cuerpo de nazarenos para llegar a la ciudad y sobre todo para volver.
Los momentos en que una cofradía se pone en la calle en un barrio, y más si es en uno donde la fe puede ser un asidero para salir adelante, son siempre emocionantes, y no era una excepción lo que sucedía. Se ha consolidado la e stética clásica del paso, con claveles rojos y los faroles que fueron del Santo Sepulcro, a la espera de encontrar el momento para incorporar a una nueva imagen y seguir avanzando.
En su barrio cayeron al Cristo oraciones, música y saetas , y tenía mérito aquel camino por carreteras y avenidas hasta plantarse en la Catedral. Allí cruzó por primera vez la Puerta de las Palmas, después de una actuación para recortar los centímetros que se lo impedían en los años anteriores.
Quien quería aprovechar el tiempo buscaba en esas horas de la tarde a la Paz, que llenaba el Centro de Córdoba de nazarenos blancos y también de una amplia bulla de niños que pedían cera y de familias aguardando. En cuanto podía avanzaba la cofradía a grandes pasos, pletórico el misterio por la calle Gondomar, y al girar hacia la calle San Felipe , mirando al sol que caía, escuchaba la música. El Señor, otro espejo de todas las miradas pese a estar rodeado por tantas figuras, vestía túnica de blanco inmaculado a la espera de la que le tienen que bordar, y en el friso llamaban la atención las rosas rojas, entre otras especies.
Cuando llegó la Virgen de la Paz hubo quien cayó en que tardaría un poco más de un año en tenerla así y no quiso dejarla. Su palio tiene la virtud de crear atmósfera cerrada aunque parezca abierto, tanto de noche como de día. Radiante de finura, con el sentido de las cosas alcanzadas, llevaba en su palio las orquídeas que tantas veces se le han asociado en estos años, pero también los faldones verdes que recordaban que es también Esperanz a, como recordaba el ancla de la saya.
El corazón que después recordará sabe que cuando encuentra espejos en una cruz de guía significa que tiene que aprovecharlo todo con más intensidad que nunca, pero también que lo que tendrá delante de sí ha cambiado poco en estos años por no necesitarlo. Llenaron los impecables nazarenos blancos la Espartería y el Cristo de la Misericordia salvaba el arco alto y avanzaba con majestad, y podía ser cualquier año de cualquier momento, porque así son las estampas que sólo cambian para hablar de los iris morados que tenía a los pies.
La Virgen de las Lágrimas venía en el mundo personal y radiante de su paso de palio, y para no hablar de la conjunción de colores sí hay que fijarse en la luz que irradia, en todo lo que lo hace inconfundible, en el sabor de la Córdoba antigua que tiene el dolor de la Virgen, y el que no quería perderse nada se prometió acompañarla después mientras se dejaba acompañar por la música de la Esperanza y de los golpes de borlas en los varales .
Hay todavía que hacerse a la idea de que la Pasión sale de noche, pero eso después de todo no es más que una convención, porque cuando el perfil clásico del Nazareno con sus faroles se pone en la calle significa sin más que es Miércoles Santo. Seguía con las rosas rojas y con esa misma voluntad de aprovechar sus horas en la calle con delectación, con una tibieza en el aire que ya era de Semana Santa plena.
Al salir la Virgen del Amor gran parte de la ciudad ya vibraba con las seis cofradías, y Ella lloraba y al mismo tiempo invitaba a no dejar pasar ni un minuto de rezos , de emoción, de belleza, de esas flores dispuestas de forma original, de su candelería, del palio que no quería despedirse con los ecos de una última marcha .