Mezquitas de Córdoba

Mezquitas | El legado escondido de los Omeyas en Córdoba

Qurtuba no fue la ciudad de la gran Mezquita sino una urbe con decenas de mezquitas, que se distribuían por la ciudad

Iglesia de San Nicolás de la Villa Carmen González

Félix Ruiz Cardador

Las crónicas más entusiastas hablan de que la Qurtuba califal llegó a tener un millón de habitantes y más de 13.000 mezquitas en su entorno urbano. Son datos exagerados, pero que reflejan el importante entramado que tuvo la ciudad en esos años en los fue la capital de Occidente. De esos edificios religiosos, que nos hablan de la fuerte islamización del territorio pero también del enorme poder de la dinastía Omeya, ha quedado como símbolo ineludible la gran Mezquita aljama, emblema de aquella Córdoba musulmana, pero también vestigios interesantes por el resto de la ciudad. Revelan estos restos y yacimientos que existió una red de mezquitas secundarias repartidas por los barrios y ubicadas en lugares preeminentes, edificios que no fueron solo un lugar de oración y recogimiento, sino, y según explican también las crónicas de la época, un espacio que servía de escuela, de zona de descanso o incluso para el mercadeo.

La Torre Alminar de San Juan , situada en la plaza del mismo nombre, es uno de esos vestigios por los que miles de cordobeses pasan a menudo sin que mucha gente sepa su origen andalusí. La Comisión de Patrimonio, dependiente de la Junta de Andalucía, ha aprobado esta semana labores de limpieza y conservación de este monumento, que vendrán a consolidar esta estructura cuyo origen como minarete se data en el siglo IX y que está declarada Bien de Interés Cultura (BIC). No es sin embargo el único referente visible de esta red de edificios religiosos de barrio, que en cierto modo han quedado borrosos para la historia cordobesa bajo los brillos casi cegadores de la Mezquita aljama. Cerca de allí está por ejemplo otro BIC: el antiguo Convento de Santa Clara, en la calle Osio, que también conserva buena parte del alminar y en el que se aprecia cómo era la estructura de estos recintos. Otras opciones para el caminante curioso son por ejemplo la Iglesia de Santiago, por cuyo viejo alminar se sube aún hoy a la torre, o la parroquia de San Lorenzo, en cuya entrada, a la izquierda, se aprecia con claridad la base del minarete sobre el que luego se construyó el actual edificio católico. Incluso a nivel arqueológico hay restos interesantes de una mezquita en el parking de la Estación de Autobuses, en los que se aprecian la quibla y el mihrab, mientras que otras datadas en las últimas décadas han quedado sepultadas bajo espacios contemporáneos como las pistas deportivas del Fontanar, la Ronda Oeste o los edificios del Plan Parcial O-7 de Poniente.

Iglesia de San Lorenzo Carmen González

Especialista en este entramado de mezquitas secundarias es la historiadora Carmen González Gutiérrez , que en el año 2015 presentó en la UCO su tesis doctoral “Las mezquitas de la Córdoba islámica: concepto, tipología y función urbana”, dirigida por los profesores Desiderio Vaquerizo y Alberto León. Explica González que “las fuentes escritas que han llegado a nuestros días ofrecen muchos cómputos, pero no son seguros, pues difieren e influyen en su fiabilidad cuestiones como las traducciones”. Las estimaciones van desde las 400 hasta 13.000, un abanico demasiado amplio para ser tomado en cuenta pero que no deja duda de que estos inmuebles eran un signo de prestigio, de ahí que se nombrasen en las crónicas, “pues hablan bien de la ciudad y del poder de la dinastía Omeya”, según explica González. De todas ellas sólo ha quedado certeza arqueológica de doce, quince como mucho si se dan como seguras algunas sobre las que existen algunas dudas. “Seguro que hubo más, pero no las hemos sabido ver por la propia dinámica de la arqueología, pues no es lo mismo lo que se hace ahora que lo se hacía antes”, explica González. La especialista aporta en ese sentido un dato curioso: que en el barrio de Ciudad Jardín, uno de los más grandes de la ciudad, no hay datada ninguna mientras que a su alrededor sí que existen restos de varias.

En cuanto a su estructura, las mezquitas cordobesas tenían una tipología muy definida, distribuida en dos partes de tamaño muy similar. Por un lado, una sala de oración dividida con columnas, hipóstila, y por otra un patio, en el que solía estar ubicado el alminar, desde donde se realizaba la llamada al rezo. En realidad, eran réplicas a pequeña escala de la Mezquita aljama, aunque luego diferían en tamaño y orientación, mientras que de la decoración no se sabe mucho pues las que se han conservado están muy arrasadas. Quizá la singularidad más notoria es que en su perímetro exterior tenían contrafuertes, un elemento que en Córdoba estaba relacionado con la arquitectura del poder.

Orientación y función

Otro tema que cuando se habla de mezquitas es recurrente es el de la orientación, que “merece casi que un estudio aparte”, según explica Carmen González. La especialista puntualiza que “siempre se nos cuenta que la Mezquita de Córdoba está mal orientada porque no mira a La Meca, pero no se tiene en cuenta que orientaciones válidas hay muchas”. “Si ellos rezaban en determinada dirección es porque para sus ulemas y especialistas era válida y no tiene sentido que ahora les enmendemos la plana”, puntualiza. Tal es así que ninguna de las antiguas mezquitas de Córdoba mira a La Meca, pero, según González, “no es una orientación errónea, sino que en estos casos están relacionadas con la urbanización de la ciudad y con la propia topografía de la urbe”. Es decir, que los promotores de estos edificios le daban más importancia a que estuviesen bien ubicadas, en zonas preeminentes. De hecho, las construían en caminos históricos que conducían a puertas de la ciudad y en calles de entidad importante. La historiadores explica que la ubicación de las Iglesias Fernandinas es un buen ejemplo del lugar en el que alzaban los templos musulmanes, pues muchas de esas mezquitas se transforman luego en iglesias. Frente a ello, una que sí estaba orientada hacia La Meca era la mezquita de Medina Azahara, debido a que se construyó en una ciudad completamente nueva y que no tenía condicionantes previos. La planta de esta mezquita es rectangular y sus tres elementos principales (patio, sala de oración y alminar) responden al esquema clásico. Aunque los restos que han quedado de ella son escasos, se sabe que el patio de abluciones contaba con galerías cubiertas en tres de sus lados.

La función de estas mezquitas secundarias servía de complemento a la gran Mezquita aljama , que era la principal, donde se celebraba el rezo de los viernes a mediodía, un acto donde no sólo se oraba sino que también se ofrecían discursos de carácter político y se mostraban adhesiones al régimen Omeya. Alrededor de ella, se distribuían las mezquitas secundarias, que estaban abiertas todo el día y para todo el público y donde también se enseñaba a leer y a escribir, se mantenían tertulias o se hacían negocios. “Tenían una función social amplia, como la tienen ahora las mezquitas de Marrakech o de El Cairo, pues allí cuando no hay oración te puedes encontrar incluso a gente durmiendo”, explica González. También existían por último mezquitas privadas, situadas en las alcazabas de la clase alta, y mezquitas funerarias junto a los cementerios, tipologías de las que no existen restos en Córdoba pero que sí han sido localizadas en otros lugares de Al Ándalus.

El hecho de que sólo queden vestigios de algunas mezquitas impide conocer de forma más detallada esta red secundaria, que fue construida en su mayor parte durante el Emirato y el Califato y destruida en buena parte tras la caída de este último, cuando algunas de ellas fueron atacadas con saña. “No hay muchas conservadas”, explica la investigadora, que reconoce que “lo que tenemos hoy es sólo una parte de lo que entonces había”. En su tesis, Carmen González incluye de hecho otros vestigios probables de antiguas mezquitas como San Nicolás de la Villa, unos restos aparecidos en las Ollerías en 2005 u otros situados en zonas como Santa Rosa o Cercadilla. De lo que no cabe duda es de que la Córdoba musulmana no fue solo y tal como se pueda pensar la ciudad de la gran Mezquita aljama, sino la ciudad de las mezquitas, donde no solo unos sino muchos almuecines subían a diario a los distintos alminares que había por la urbe para anunciar que había llegado la hora de la oración.

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