PRETÉRITO IMPERFECTO
La memoria de las calles
A la postre, las calles somos nosotros mismos, por ello, a todos nos están cambiando de alguna u otra manera
Si uno lee las odas que Rafael Alberti y Pablo Neruda dedicaron a Josef Stalin , responsable del exterminio de millones y millones de personas, sentirá el frío chasquido de su memoria contra la historia. De la subjetividad que aprehende sus intensos versos de amor al cuchillo de sus pareados al dictador que la Historia nos reporta de manera objetiva. «Cerró los ojos la firmeza / la hoja más limpia del acero / Padre, maestro, camarada», escribía Alberti al fallecer la máquina represora de los gulag. El mismo poeta de «Conmigo no podrá la lenta aurora, / pues me hallará prendido a tus alcores, /resbalando por dulces corredores / a ese abismo sin fin que me devora».
Le sucederá lo mismo si nos acogemos a la métrica del autor de «Confieso que he vivido». El chileno evocaba al Stalin fenecido: «Su sencillez y su sabiduría, / su estructura de bondadoso pan y de acero inflexible / nos ayuda a ser hombres cada día». El mismo Neruda de «Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño, / entre el fuego y el agua». Tanto Alberti como Neruda ponen nombre a dos calles de Córdoba ... ¿Habría que quitarlas del callejero...? ¿Memoria o historia...? ¿Exaltación de un represor y dictador o poesía...? No hablemos ya del caso de la calle Dolores Ibárruri «La Pasionaria» .
El próximo martes, el Pleno del Ayuntamiento de Córdoba quiere aprobar la retirada del nombre a quince calles del nomenclátor. Lo haría con los votos favorables del PSOE , de Izquierda Unida y la marca podemita Ganemos Córdoba , agrupación de electores que sostiene en la Alcaldía a María Isabel Ambrosio , la primera regidora socialista de la ciudad desde la Transición.
Un periodo éste ( 1979-2011 ) desde el que los cinco alcaldes comunistas -cada uno a su manera- que ha tenido esta ciudad ( Julio Anguita, Herminio Trigo, Manuel Pérez, Rosa Aguilar y Andrés Ocaña ) nunca tocaron esas vías que ahora van a desaparecer de sus respectivas placas -no será del imaginario cordobés ni de sus usos y costumbres-.
Una decisión que no alberga un problema de orden público ni en ningún momento ha demandado la sociedad cordobesa, la calle que vota y paga impuestos, no ese eufemismo oficializado y malvado de «sociedad cordobesa» que cabe en los dedos de dos manos. El cordobés o la cordobesa de a pie que va a pagar una multa a Tráfico en Vallellano, a ver escaparates por « Cruzconde », a tomarse unos caracoles a la Plaza de Cañero o enfila con el coche Periodista Quesada Chacón camino de la parcela.
La memoria selectiva es una máxima en la faz del político de hoy que instrumenta la figuración de su gestión e intenta además incautarse de la vida privada de las gentes. De la memoria propia de las calles, que no de las historias de quienes le ponen nombre al mármol y la cerámica. O la memoria de éstos.
Afortunadamente, las calles tienen vida propia , sedimentada por el paso de generaciones y generaciones. Enmarcada por sus vecinos propios e idealizada por quienes las recuerdan con nostalgia en cualquier lugar del mundo. Porque también las calles son universales. Porque en ellas, y más en esta tierra de María Santísima , se practica el ejercicio de la vida, tan ajeno a las cortapisas y los complejos. A la postre, las calles somos nosotros mismos, por ello, a todos nos están cambiando de alguna u otra manera por imposición.
El gran fracaso de la decisión que se va a adoptar no está sólo en dar la espalda con los oídos tapados a lo que pueda pensar cualquier cordobés de esta fanfarria, sino en que se fabrica un problema donde no lo hay para ocultar otros que sí existen, y de los que hay memoria reciente. Como si quisieran esconder a un elefante tras un abanico.