TRIBUNA
Medina Azahara - Córdoba la Vieja
¿Era la destrucción de la ciudad tan evidente en el momento de la conquista cristiana?
Son días de júbilo para Córdoba . La providencia se ha aliado con nosotros otra vez, y a los pocos días de recibir las malas noticias sobre la evolución del turismo en Córdoba, especialmente en el mes de mayo, en contrapartida, recibimos la maravillosa nueva de que Medina Azahara es declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco . En los próximos días, los medios se harán eco de las grandezas que narraron los poetas árabes sobre la ciudad que mandó erigir el gran califa Abderramán III , Al Nasir, a los pies de la Sierra de Córdoba, en un paraje llamado Monte de la Desposada . No hay acuerdo sobre el origen del nombre; para unos el alude a la favorita del califa, otros es traducción del significado musulmán (ciudad resplandeciente) y para otros hace referencia a la flor de azahar que, al parecer, desde hace ya más de 1.000 años inunda con su perfume todo aquel paisaje serrano y abrillanta con su blanco radiante los tonos ocres de la serranía. Pero como os digo, os hablarán de la riqueza con la que fue construida la Medina, de sus maravillosos mármoles traídos desde todos los confines del mundo, de sus increíbles jardines, de sus fuentes llenas de mercurio, de sus tejas de oro y plata, de sus pavos reales...
Me centraré en otros aspectos que seguro no vais a escuchar durante estos días de euforia. Os voy a dar unas leves pinceladas sobre la historia de aquel enclave que los cordobeses castizos aún siguen llamando Córdoba la Vieja , resistiéndose a llamarla Medina Azahara y menos aún, la cursilada de «Madinat- al- Zhara» .
He de aclarar que este nombre tan castizo, que muchos aún emplearéis o habréis oído decir a vuestros padres y abuelos, es el utilizado en Córdoba ininterrumpidamente desde la conquista cristiana en 1236 hasta principios del siglo XX. Al parecer, la denominación es debida, o al menos así se explica hoy, a la creencia errónea de que fue en aquel emplazamiento donde los romanos levantaron la primitiva ciudad de Córdoba, hasta que años más tarde la trasladan a su lugar actual. Así lo relataba a finales del 1500 el cronista cordobés Ambrosio de Morales , que alentaba aquella falsa creencia, y que parece que no acertó en nada salvo en la belleza de los naranjos y su azahar, y lo delicioso de sus frutos.
Lo increíble del asunto es que dicho cronista, pese a ser monje, y profesar en el vecino Monasterio de San Jerónimo de Valparaíso , a escasos metros del Alcázar de la Ciudad califal, no advirtió en ningún momento las diferencias entre el arte romano y exclusivo arte califal. ¿Cómo fue posible tan descomunal confusión?
Así pues, Ambrosio de Morales ni nadie de su generación, ni de las venideras, conocía los secretos que ocultaban aquellas ruinas; nada sabían pues del nombre de Azahara, ni de su vida efímera de unos escasos 60 años . Los eruditos cristianos del Renacimiento tampoco conocieron que su declive comenzó pocos años después de la muerte de Alhaken , cuando su primer ministro, que no era otro que Almanzor , secuestró en su alcázar al califa Hixam II y ordenó el comienzo de la desmantelación de Azahara, arrancando sus fuentes, sus mejores columnas y puertas para trasladarlas a la otra gran ciudad que el mismo estaba erigiendo y a la que llamó Medina al Zahira . Ante tal dislate, la nobleza, los burócratas y los ricos mercaderes que allí habitaban siguieron la estela del poder, acudiendo a las cercanías del nuevo centro de influencia creado por el temible caudillo cordobés, quedando Azahara desierta y siendo ocupada por el gran ejército de gentes de piel morena llegado desde el norte de África a la llamada de la Yihad . La rudeza ocupó el sitio que antaño tenían las cosas delicadas, la alegría de aquel lugar se transformó en tristeza y la construcción dio paulatinamente paso a la rapiña de manos de los propios musulmanes y de sus reyezuelos.
Desde entonces, deshabitada y desprotegida, Medina Azahara se convierte en la inmensa cantera de Córdoba y como tal ha funcionado durante diez siglos. Continuas caravanas de carretas tiradas por bueyes y mulas iban y venían desde Córdoba la Vieja cada vez que se acometía una obra de enjundia en la ciudad. Fueron pues mil años de utilización de « material de acarreo », pues así llamamos a las piezas arquitectónicas salidas de su original emplazamiento para ser reutilizadas en nuevas construcciones, llegando el materia de Medina Azahara, por ejemplo, hasta la misma torre de la Giralda de Sevilla o a sus Alcázares Reales .
Fue a finales del siglo XIX cuando Pedro de Madrazo abre los ojos a los cordobeses y al mundo, descubriendo que aquello a lo que llamaban Córdoba la Vieja era realmente una maravillosa ciudad llamada Medina Azahara, que fue el centro del poder en Occidente durante unas décadas. Hoy debemos estar pues muy felices en Córdoba, pues a pesar del expolio al que sistemáticamente ha sido sometida durante siglos Medina Azahara o Córdoba la Vieja, la ciudad ha logrado conservar más que suficiente para ser merecedora de este maravilloso galardón.
Siempre he tenido la duda de si aquella destrucción de Azahara era tan completa y evidente al tiempo de la conquista cristiana , y si consecuentemente, en aquella fecha, ya había caído en el más absoluto olvido colectivo. Pues lo cierto es que tras conquistar Córdoba, el Rey comenzó a repartir entre sus vasallos las propiedades rústicas y urbanas de todo el término. Como era habitual en la época, se reservó para sí las mejores propiedades, que por supuesto, en años anteriores habían pertenecido a los emires y califas. De este modo, en el ámbito urbano, el Rey se quedó con los Alcázares reales. Pero, ¿y fuera de las murallas de Córdoba...?
El llamado Libro de «Diezmos y Donadíos», que se conserva en el archivo de la Catedral, y que enumera las donaciones que el Rey hizo en los primeros años a sus grandes vasallos, comienza diciendo:
«-La Arrizafa, que es del Rey.
-Córdoba la Vieja, retuvo el rey para sí todo lo que es de la cerca adentro».
Es decir, aquella supuesta y olvidada ruina y montón de escombros seguía siendo querida por el rey castellano. ¿Casualidad? Quizá todavía algo de su viejo esplendor conservaba Azahara, pudiendo haber recibido igualmente el monarca castellano cumplida información sobre su glorioso, aunque efímero pasado. Pero el Rey se reservó para sí otro paradigmático palacio califal: la Arruzafa , alcázar que mandó labrar el emir Abderramán I en el alcor de la Sierra de Córdoba, del que se cuenta que fue el lugar en el que se planta y crece la primera palmera de Occidente. Pero esa es otra historia…