CANDIDATURA A PATRIMONIO DE LA HUMANIDAD

Medina Azahara, de Córdoba: las manos que ordenaron «el puzle más grande del mundo»

El restaurador Salvador Escobar trabajó medio siglo en el yacimiento y dejó su huella en el Salón Rico o en la Casa de Ya'far

El restaurador Escobar, ayer junto a la portada de la Casa de Ya´far de Medina Azahara VALERIO MERINO

Baltasar López

La historia de Salvador Escobar es la de un adolescente de 16 años que llegó al principal yacimiento de Córdoba, Medina Azahara , buscándose la vida en los sesenta y acabó convirtiendo el yacimiento en su forma de vida. Durante cinco décadas, este restaurador trabajó en la ciudad palatina , donde fue el montador del «puzle más bello de la historia y el más grande del mundo».

Ahora que tanto se habla del futuro de Medina Azahara -por su más que probable obtención del título de Patrimonio de la Humanidad este fin de semana-, pasear con Escobar por el yacimiento permite saber cómo ha llegado el monumento hasta este punto y conocer una vida excepcional. Porque arribó en 1963 a la ciudad palatina , sin estudios primarios, «buscando un trabajo, que se convirtió en una vocación total» . Llegó allí gracias a un amigo para llevar agua a los trabajadores de la excavación del pabellón central y «limpiar las piezas que aparecían».

A los dos meses, su tarea, y no sabía que con ello su vida, cambió. El arquitecto Félix Hernández , responsable de Medina Azahara entre 1923 y 1975 y de excavaciones clave para sacar a la luz su historia , le llamó para trabajar en el Salón Rico que tenía «un aspecto muy cambiado respecto ahora». El encargo que recibió fue «unir los fragmentos que pudiera» , algo para lo que ya había mostrado facilidad . «Cuando empecé a limpiar las piezas de la excavación, casaba los fragmentos por instinto. Don Félix [así se refiere él a Hernández] me vería», explica.

Cuando se quedó solo a trabajar en el Salón Rico, comprendió que la clave era «llegar a conocer todas las piezas». Y vaya si E scobar, que logró oficialmente el título de restaurador en 1978 , lo hizo. Estuvo con Hernández en la recta final de su vida y de su carrera -falleció en 1975 y trabajó hasta sus últimos días-. Eso le permitió ser parte de las excavaciones del Pabellón Central, de la Mezquita, del Jardín Bajo, de la Casa de Ya’far, del jardín de la Alberquilla y del Pórtico. « Don Félix dejó el corazón del yacimiento excavado . La Medina Azahara de hoy le debe muchísimo», sostiene.

«Ilusionado» ante el título de la Unesco

Un ejemplo de cómo esa tarea configuró la imagen actual del yacimiento es el de la Casa de Ya’far . A principios de los setenta se empezó a excavar en esa zona. «Los muros de la construcción y los restos de decoración que aparecieron» son los que les indicaron que había material suficiente para reconstruir en 1974 la portada de dicha vivienda, en la que se volvió a intervenir en 2004.

Destaca que Hernández trabajó «con pocos medios y mucha dedicación» . Era también «minucioso. Si le decías: “Esta pieza es de aquí”, la miraba bastantes veces».

La e tapa de excavaciones tuvo como protagonista a Hernández , aunque parte de ellas las terminó s u sucesor, Rafael Manzano -tiene palabras de elogio para quien dirigió el yacimiento de 1975 a 1985, así como para su sucesor, Antonio Vallejo, el último máximo responsable de la ciudad palatina con el que trabajó, hasta que se jubiló en 2012-. En una entrevista, Manzano dijo, de la labor de Escobar en el Salón Rico , que era « impresionante lo bueno que era acoplando fragmentos».

Pese a su trayectoria, este restaurador reacciona con humildad al elogio . Cuenta que lo mismo que hacía en el Salón Rico lo hacía en el resto del yacimiento, plagado de piezas sueltas. «A lo mejor, en el Jardín Bajo aparecía un fragmentito y decía: “Es del Salón Rico. ¿Cómo ha venido aquí?”», cuenta.

Sintetiza con hermosura su labor: « Tenía en mis manos el puzle más bello de la historia y el mas grande del mundo, y sin tener todas las piezas», asegura.

Reconoce que la candidatura al título de la Unesco le tiene «ilusionado» . Eso sí, matiza: « Para mí y para los profesionales con los que he trabajado, Medina Azahara ya era Patrimonio de la Humanidad ».

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