APUNTES AL MARGEN
Medina Azahara, la ciudad que puede brillar
Agradecidos de tanto gesto simbólico de apoyo al yacimiento pero los símbolos no se comen
Si algo nos tendría que haber enseñado todo lo que pasó con la Capitalidad Europea, es que lo importante no es que lo que las cosas parecen, sino lo que son. Están estupendos los reconocimientos formales pero, antes que en el envoltorio, deberíamos preocuparnos por el contenido. Esa dificultad que tenemos en esta ciudad para comprender que lo realmente importante no es disponer de un proyecto, sino de realidades sólidas. Hasta la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz (reverencia), ha tenido el detalle de rodar su mensaje de Fin de Año (suelten las uvas) desde la palatina con el objetivo de refrendar el apoyo de la ciudadanía toda a la candidatura presentada ante la Unesco .
Dentro de poco empezarán a imprimir camisetas y a fomentar que la cosa sea Trending Topic en Twitter, pagando si es necesario. Es verdad que, entre los criterios de la agencia de la ONU, se encuentra que los bienes que aparecen en la lista del Patrimonio Mundial tengan un diseño de gestión que se encuentre aceptado por la comunidad en la que se encuentran. Ya les aclaro que lo que quiere la Unesco no es gente que mueva la banderita, sino un diálogo franco entre los responsables de un monumento y los vecinos (organizados o no) del lugar donde se encuentra. Que exista un parlamento democrático, todo ello en minúscula, de qué aporta ese bien a la comunidad que financia su sostenimiento.
Para que en julio, que es cuando se celebra la cumbre decisoria, no haya lágrimas deberían fijarse algunos conceptos. El título Unesco es muy importante pero solo es una placa en la puerta. Otorga visibilidad pero exactamente eso, difusión y responsabilidad. Si un elemento del patrimonio tiene problemas graves, ello nunca se solucionará por sí mismo con la colocación de una placa en la puerta y un logo más en la web. De hecho, es mejor ir a este tipo de reuniones con las ideas muy claras. Nadie da cosas a cambio de nada. Ni siquiera la ONU.
Hasta el momento, el discurso general es bastante sencillo: Medina Azahara es cojonuda. Le han colocado un sistema de iluminación ornamental para que se pueda ir por la noche aunque el problema radica en que no va gente de día. Además, se pretenden reiniciar las obras del Salón Rico cuando se firme el convenio con el World Monuments Funds , una organización ubicada en Nueva York que actúa en países con estados que no tienen presupuesto para mantener su patrimonio histórico o que, teniéndolo, han sufrido una crisis de tal grado que es precisa una mano amiga. Por ejemplo, los terremotos de Umbria (Italia), la zona oriental de Japón o la situación creada en Iraq tras la segunda gran guerra del Golfo Pérsico.
Antes de los discursos, convendría que el Gobierno andaluz dilucidase algunas cuestiones bastantes concretas. Con qué dinero del presupuesto ordinario cuenta Medina Azahara para afrontar todos esos trabajos que los sucesivos recortes dejaron prácticamente en mínimos. Como consecuencia de las posibilidades económicas, cuál es el plan de trabajo del nuevo director del yacimiento, Alberto Montejo , para las muchas posibilidades científicas que siguen pendientes de desarrollar en el margen de la carretera de Palma. Qué medidas están dispuestas a tomar las instituciones con el objetivo de que la protección del territorio de Medina Azahara sea un hecho y no una quimera. Y, cuando todo ello esté cumplimentado, qué puede devolver Medina a la sociedad de ese dinero que le financia mediante la activación de iniciativas culturales, divulgativas y turísticas que tendrán que ir de la mano, por ejemplo, de mejores comunicaciones. Quién va a realizar ese trabajo y con qué horizontes y objetivos.
El mejor apoyo que podría recibir «la ciudad que brilla» , según el lema publicitario (feo de narices) usado por el Gobierno andaluz, es despejar los condicionales. Todos los apoyos simbólicos, las imágenes ante un «photocall» y los mensajes en redes sociales se agradecen. Igualmente los discursos, presidenta (a sus pies). Pero un poco de realidad convencerá a la Unesco más que un millón de palabras bienintencionadas que suenan, como tantas otras cosas, a hueco.
Tengan ustedes un feliz año nuevo.