Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO
Medina Azahara
El foco que de modo insistente se proyecta sobre la Mezquita-Catedral aún alumbra más las sombras de Medina Azahara
El foco que de forma insistente se proyecta sobre la Mezquita-Catedral aún alumbra más las sombras de Medina Azahara. La miopía política y sectaria tiene estas cosas. Mientras el discurso aprendido y el engaño relatado se repite cual papagayo contra el primer monumento de la ciudad, flaco favor se hace sobre la singladura del conjunto arqueológico del piedemonte, ahora -más vale tarde que nunca- que se han dado cuenta de que merece mimos. Mientras uno no cesa de ganar visitantes y buscar fórmulas para mostrarse sorteando zancadillas, el segundo pierde turistas y no halla la herramienta para redescubrirse y abandonar el letargo. Ya se pasó la fiebre por los Dólmenes de Antequera, la desidia de la Junta todos esos años que relegó las aspiraciones del yacimiento cordobés ante la Unesco y el silencio clamoroso ante ello de todos los dirigentes que hoy se rasgan las vestiduras detrás de una celosía incapaz de taparles sus vergüenzas.
«El que vee [sic] la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo» amigo Sancho. No se puede construir una candidatura al Patrimonio de la Humanidad sosteniendo una hipocresía de tal calibre que pretende esconder tras una puerta cientos de casas ilegales sobre las que los dedos acusadores y censores de la primera no se movieron para frenar las urbanizaciones que ya se han esfumado de sus discursos sobre la segunda realidad. Ni con ejercicios de mamporrerismo pseudointelectual, ni con amenazas veladas, ni con una clamorosa falta de rigor y objetividad sobre un elemento decorativo de cuarenta años que ni está de facto en la declaración oficial de la Unesco sobre la Mezquita-Catedral en 1984, se puede esconder la barrabasada urbanística que durante tanto tiempo se ha consentido y perpetuado por todos los partidos políticos alrededor de Medina Azahara. Hasta el que hoy es alcalde de Sevilla y un día fue consejero de Obras Públicas quiso inventarse un bosque frondoso para que no se vieran las parcelitas ilegales sobre las que el mismo Icomos que hoy pavonea su fundamentalismo laico ponía entonces el grito en el cielo. «O la segunda puerta, o el título de la Unesco...». La frase se comenta sola sin necesidad de aflorar en el currículum de quien la ha pronunciado esta semana.
Si en verdad se ha tomado la decisión de apostar por la ciudad palatina, es hora de demostrarlo con hechos, partidas presupuestarias, política y altura de miras. Si hablamos de otra coartada demagógica más sobre Córdoba, como tantas otras -basta darse una vueltecita por la ciudad y la hemeroteca-, mejor admitirlo con decencia antes de inflar otra burbuja.
El dossier en el que está trabajando la Consejería de Cultura que dirige Doñarrosa, y que estos días ha adelantado en exclusiva ABC, es un óptimo punto de partida. Como lo es instalar iluminación nocturna en la visita al yacimiento, organizar rutas a la caída del sol, musealizar el recorrido «in situ» por los vestigios, trasladar eventos de copete, debatir y analizar las potencialidades de la única ciudad islámica del siglo X que queda en Occidente, divulgar sus activos, facilitar su acceso, invertir en su conservación y descubrimiento..., o explicar con claridad a quien dude de ello que destinar dinero de todos a este recinto monumental es rentable y positivo para Córdoba y nuestros visitantes. Y así, un rosario interminable de cuestiones en las que no se debe cejar el empeño. Si lo que se plantea es equiparar el modelo de gestión al de la Alhambra, bienvenido sea en la parte buena del ejemplo, y no en las conductas delictivas hoy en los juzgados. En lo que significa elevar el rango y el tratamiento del conjunto arqueológico a los niveles de otro monumento sin parangón como el de la colina «roja».
La elección es bien sencilla: ¿qué joyero dejaría de exhibir dos joyas inigualables por el torpe afán de alumbrar a una más que a otra...?