Rafael Aguilar - El Norte del Sur
Mayo a full
No va a haber tregua, el calendario no da un respiro, los días y las noches se van a quedar cortos
Abróchense los cinturones que esto empieza . No va a haber tregua , el calendario no va a dar respiro, los días se van a hacer cortos , no van a tener suficientes horas las noches, la ciudad se va a quedar pequeña, Córdoba no va a caber en sí. Mayo de nuevo . Lo mejor y lo peor de nosotros está a punto de empezar a desfilar por la calle. En la callejuela estrecha que comunica la plaza de la Compañía con Jesús y María los vecinos ya se temen lo peor: alguno de ellos ha sacado mañeras de grafitero y ha pintado en un muro blanco una leyenda que es un aviso a navegantes, un lamento sordo del padecimiento que está por llegar, o que está ya aquí. «Cruces de Mayo: la Cruz del alcohol», se queja el escrito . Ahí no hay nada que hacer, eso no tiene remedio desde hace tiempo: el Ayuntamiento se tapa la nariz y comulga con ruedas de molino con tal de mantener una cierta paz social, de no cabrear a nadie más de la cuenta. Así que esto es lo que tenemos desde ayer por la noche : a cientos o miles de ciudadanos aguantando hasta las tantas el Sarandonga con los decibelios filtrándose hasta las alcobas mientras la tropa joven y no tan joven deja el casco histórico hecho un muladar . El paisaje después de la batalla es desolador: por muchos retretes públicos que instale la autoridad municipal la calle Moriscos, por citar un ejemplo, huele a lo que huele cada amanecida. Sálvese quien pueda: los prófugos del primer episodio del mes de Mayo van a más ; familias que desertan por unos días de la ciudad porque no pueden entrar en sus cocheras, o al menos no siempre que quieran y con las facilidades que se merecen y que se ganan con los impuestos que pagan. La guerra el botellón, eficaz cierto es en los últimos años, ha provocado que la misma Cruz sea un remedo de botellón. Y en esas estamos: que se lo pregunten a los vecinos de Santa Marina, o a su párroco.
La sutileza es lo opuesto a la vulgaridad , el silencio al estruendo, el mimo al manoseo. Los Patios , esa delicia, abren sus puertas de aquí a nada . De pocas cosas tan auténticas puede presumir Córdoba. La Unesco le dio carta de naturaleza a lo que era una evidencia, una verdad incontestable. Pasan los años y no se cansa uno de entrar en esas casas , siempre hay algo que descubrir, siempre una sorpresa , un hallazgo , una conversación por retomar, alguien por conocer. Esta fiesta tiene una débil salud de hierro : ni el afán crematístico de unos ni el ansia musealizadora de otros pueden con ella. Resiste porque quienes la mantienen saben mejor que bien por dónde tiene que caminar, qué la contamina y qué la ennoblece. El prodigio vuelve a obrarse: la sencillez, la escasez y hasta la pobreza se tornan en belleza de San Andrés a la Ribera, de la Judería al Alcázar Viejo, de San Pedro a Santa Marina.
Se echarán los postigos , los tiestos añiles seguirán colgando de los muros encalados pero ya sin una sola mirada de admiración que los ensalce y será la hora, de nuevo, del vocerío en El Arenal , que será la cancha en la que combatan el mal gusto con las ganas de pasarlo bien , el refinamiento con el ansia de que Mayo no termine nunca, y en el que acabará imponiéndose otra vez la idea de que la Feria de Córdoba no tiene remedio,... y de que quizás por eso nos gusta tanto.