Rafael Ruiz - Crónicas de Pegoland
La Maru
Todo lo que un buen periodista debe recibir son citaciones en el juzgado. Pero en el caso del premio de la Vílchez me alegro
ME temo que la conocí una tarde de lluvia a principios de los noventa, en la puerta de un concierto de un cantante cuyo nombre me da vergüenza revelar. Quiero pensar que aquel chaparrón que nos cayó, tan violento, fue una venganza por el recital de aquella estrella en ciernes. Tan pagado de sí mismo. La muchacha venía de Cabra con aquella voz tan inconfundible, con aquel borbotón de palabras con el que estuvimos haciendo puerta tantas horas hasta que la estrella de las narices se dignó a recibirnos.
Luego la he visto currar como una descosida. Hasta límites que nadie entendería. Aquí y fuera. De madrugada, por esas calles en plena caravana electoral, llegando antes que el portero de la emisora a buscar un equipo con el que mandar el corte para el matinal. La he visto con las prisas del mediodía, cerrando el informativo, localizando a gente, dando instrucciones precisas en Radio Córdoba cuando le tocaba darlas. Ha habido risas y momentos no tan dulces, en los que María Eugenia Vílchez entorna la voz. Siempre con prisa, demonios. Siempre.
La Maru forma parte de una especie peculiar. Los que no sabemos hacer otra cosa. Podríamos haber sido oficinistas o fontaneros. Pero aquí nos tienen juntando palabras a estas horas de la noche. Con nuestras puñetitas y nuestras extravagancias. Los que apagan la luz. Me juego una caña en el Correo a que mientras redacto estas líneas, la Vílchez está preparando alguna pieza para mañana, o repasando algo, o dándole la tabarra a alguien para grabarle un corte.
La Maru es de esas mujeres de la radio, ese invento fenomenal que ha roto las barreras de género. De las que forman parte de la familia por el timbre inconfundible de la voz. Como la Nati, como tantas otras. Que se merecen un homenaje porque se levantan a deshoras para contar el tiempo patrocinado por supermercados Piedra y las noticias del día comenzando con la derrota del Córdoba en Albacete. Y luego salen corriendo a hilvanar minutos de sonidos.
A la Maru se la ve corriendo por Córdoba con el micro amarillo y la bolsa azul como se ve a los colegas de esta menguante profesión. Hay una diferencia. Hay quien vive del periodismo o intenta hacerlo. La Vílchez vive para el periodismo y para la radio en una vocación inherente a su estar en el mundo. Como volar, como hablar. Como dar los buenos días. Como ser de la SER.
Como se lo he dicho a ella, lo pongo por escrito. No me gustan los premios de periodismo. A lo que todo buen profesional debe aspirar es a recibir citaciones del juzgado de gente muy cabreada. Enfadar a otros es la prueba del nueve de este oficio. Todo lo demás no cuenta en esta profesión donde no hemos venido a hacer amigos. Pero resulta que a María Eugenia Vílchez le han dado el Córdoba de Periodismo, que entrega la Asociación de la Prensa anualmente.
Y la Maru es uno de los nuestros.