Rafael Ruiz - CRÓNICAS DE PEGOLAND
El Marrubial
La Junta quiere llamar a los albañiles, poner el plinton, acabar la obra y volver a arrancar el rodapie
IMAGINE, señora, que al fondo de su casa tiene el cuarto de baño. Para llegar hasta allí, hay que atravesar el saloncito con su tresillo decorado por el tapete de macramé realizado con el cariño y la paciencia por la abuela. El estado de la casa aconseja a hacerle obras tanto a la estancia principal como al excusado. El tiempo no pasa en balde y las losetas necesitan un meneo, tal como las tuberías o los yesos de las paredes. ¿Qué hacer?, se preguntaba Lenin. Efectivamente, apretar los esfínteres, sacar dinero de donde no hay e intentar cambiar el suelo y el plinton de las dos piezas a la vez. ¿Por qué? Porque usted es una persona inteligente que sabe que albañiles en casa, mientras menos tiempo mejor. Y que estas cosas hay que quitárselas ligerito.
¿Qué es lo que nunca haría si estuviese en su sano juicio, en pleno ejercicio de sus entendederas? Pues llamar a los operarios para que le peguen un meneo a medio salón y medio cuarto de baño dejando más o menos como está el otro medio de cada estancia. ¿Cuál es la razón? Pues porque implica ensuciar el triple y, llegado el caso, gastar el doble. Muy probablemente haya que cargarse parte de lo arreglado en la primera obra para acometer la segunda. Y luego las molestias. Tener parada la casa semanas con los operarios al retortero. Con las manchas de mezcla, la imposibilidad de sentarse cómodamente, de descansar un rato de las cosas de la vida.
Pues bien. Eso que entiende todo el mundo, eso precisamente que nunca haría en su casa de usted, es lo que quiere hacer la Junta de Andalucía en la Ronda del Marrubial.
En condiciones normales, cualquiera entendería que esa porquería que llamamos ronda o avenida necesita de algo más que un freguete. Hombre, y que ya puestos le metemos mano al carril bici, a la acera y a todo lo que venta después porque ya le toca. Desde que ejerzo en este oficio, que viene a ser cuando lo de las grietas del parking de la avenida de Barcelona (aviso para concejales de la novísima política: una cosa que pasó antes de que ellos alumbraran la modernidad), si no han sido los charcos, ha sido la estrechez de la calzada, la falta de posibilidades de estacionamiento o la ausencia misma de una urbanización acorde a los tiempos que corren.
O sea. Que los de la Junta han pensado que en los próximos meses le meten mano a la acera y al carril bici —que bien hecho está y falta hace— y, bueno, que ya si eso el resto de la obra. Que es precisamente lo que hace falta, al menos, hasta que hagan coches comestibles, que todo se andará. Aunque haya, en su día, que pisar lo fregado, que manchar lo pintado o retirar el plinton —también llamado rodapie— que tanto costó colocar. Y siempre en el caso no tan hipotético que nos encontremos con media avenida preciosa, arreglada, y la otra media con el mismo rollo de siempre por no haber hecho las cosas como usted misma querría para los suyos. Y se te visto, pues no me acuerdo.